Alberga a 22 reclusos
Invernáculos de hortalizas, fabricación de bloques de hormigón y otras tareas llevan adelante los reclusos que están alojados en la Chacra policial, bajo un régimen especial de reclusión que requiere determinadas condiciones para acceder a él.
Un espacio de reclusión donde los internos tienen la posibilidad de rehabilitarse, desmitificando ser un lugar de privilegio
No es una cárcel VIP, pero sin dudas que sus condiciones lo convierten en un lugar diferente, al de los pabellones del establecimiento para estar en reclusión. Allí se respira un aire de libertad singular, que tiende a la rehabilitación del interno, como ningún otro espacio del recinto carcelario local.
La chacra policial es un espacio al que acceden solamente los presos que tienen condiciones para hacerlo, por características tales como tener escasa peligrosidad, capacidad y ánimo de trabajo y real voluntad de hacer valer lo que debería ser la finalidad de toda cárcel, tender a la reeducación del recluso para lograr la rehabilitación del mismo, que le permita su reinserción en la sociedad.
Cuenta con 10 hectáreas donde están alojados 22 presos que realizan todo tipo de tareas, fabricar ladrillos (hay dos hornos apostados en el lugar), el cultivo de hortalizas (hay dos grandes invernáculos), criaderos de pollos, trabajos de herrería (en un galpón cercano a La Casona), y trabajos de albañilería que le permitan la refacción del lugar donde se encuentran alojados y mejorar así por sí mismos, sus condiciones de reclusión.
“Estamos presos casi por voluntad”, comentó uno de los reclusos haciendo referencia a que el establecimiento, típicamente agrícola, permite tender al trabajo mancomunado, generar condiciones de convivencia saludables entre los internos y poder trabajar para ganarse el pan de cada, día tanto de ellos como de sus familias.
Una mañana cualquiera, EL PUEBLO recorrió la chacra policial, con la intención de conocer desde adentro cómo viven los internos que están alojados allí, cuáles son sus verdaderas condiciones de reclusión y si el pasaje por ese lugar tiene las condiciones mínimas para la recuperación de los reclusos allí alojados.
Un ex criadero de pollos refaccionado para su alojamiento.
Un lugar distinto donde los reclusos deben reunir un perfil diferente
Tractoreando y trabajando la tierra.
El camino de ingreso al lugar, bordeando el alambrado perimetral del establecimiento carcelario local, hoy denominado Centro de Rehabilitación Salto por la ley de presupuesto quinquenal, ya dice otra cosa. El pasto cortado al ras, un variado movimiento de máquinas, ruido de herramientas y gente yendo de un lado a otro, era lo que podía observarse por los caminos internos de lo que parece ser un establecimiento agrícola más.
La prolijidad y la disciplina de trabajo era el aire que se respiraba en esa área de la cárcel local, en la que los policías se entremezclan con los reclusos para ponerse a trabajar codo a codo con ellos y hacer que las tareas que allí se realizan, salgan debidamente hechas.
El comisario Héctor Falcioni, desde hace poco más de dos meses, es el Director del Centro de Rehabilitación y aguardaba en su oficina, ocupándose de otros temas atinentes a su función, el arribo de EL PUEBLO.
Luego de brindarnos información relativa al funcionamiento del lugar y a las características de los reclusos que logran pasar hasta allí, Falcioni acompañó a este diario en una recorrida por el lugar donde se pudieron conocer los emprendimientos que se llevan adelante y aspectos muy parciales de los espacios físicos donde pernoctan los reclusos allí alojados.
La cárcel cuenta actualmente con un promedio de 200 personas en reclusión. Solamente el 30 por ciento de ellos posee causas por delitos contra la propiedad, siendo que sobre la mayoría pesan delitos por rapiñas y estupefacientes. Algo que ha cambiado con el transcurso de los últimos tiempos.
La chacra policial, es un espacio que originalmente fue creado para albergar a una capacidad de entre 10 y 14 reclusos, que deben contar con condiciones especiales y con un perfil diferente al común de los que son considerados delincuentes habituales.
Para esto, los mismos deben ser evaluados por una junta (la “Junta de Tratamiento”) integrada por profesionales y técnicos principalmente de la Policía y luego la solicitud es elevada al Juez de la causa por parte de la autoridad policial. La idea es que el recluso pueda desempeñar tareas extra perimetrales, sin presentar riesgos de fuga, de peligrosidad y que demuestre condiciones de desempeñar tareas de cualquier índole con responsabilidad y compromiso.
Pero la cantidad de reclusos aumentó con el tiempo y la capacidad para albergar presos con esas condiciones quedó disminuida, por lo tanto, se habilitó la posibilidad de que los reclusos allí alojados, con recursos propios que quisieran colaborar en la reparación del lugar donde se encuentran alojados, pudieran hacerlo.
Así, una derruida y precaria estructura edilicia en la que funcionaba un criadero de pollos, está siendo reparada por un grupo de presos que con recursos propios y su mano de obra intentan reparar el lugar mejorando las paredes y refaccionando el techo, con la intención de optimizar las condiciones en las que se encuentran recluidos.
El pabellón principal, es una habitación modesta en la que se encuentran varias camas, pequeños muebles donde guardan sus pertenencias y algunos electrodomésticos, principalmente televisores ya que desde hace muchos años que las empresas de cable de nuestro medio, donaron sus servicios a la cárcel local.
Pero hace pocos meses, otra habitación más pequeña pero con la misma estructura rústica fue construida en forma contigua al pabellón principal. Allí se realizan las tareas de cocina donde hay un grupo de reclusos que se encargan del asunto. “Estamos todos juntos, compartimos varias cosas, varios de los que estamos acá ya nos conocíamos afuera y eso facilita la convivencia, solo que ahora somos más familia y nos conocemos las intimidades”, comentó uno de los reclusos que estaba realizando tareas domésticas en ese momento.
El mismo recluso expresó que “acá es otra cosa, porque allá (por el recinto principal) es una locura, estás encerrado en un calabozo, salís los días de visita pero estás en un patio cerrado, no ves nada”.
La actividad permite la rehabilitación
Zona de los invernáculos.
Si bien ningún recluso está obligado legalmente a desempeñar algún tipo de tareas una vez que cae en prisión, los que tienen voluntad de recuperarse y quieren desarrollar actividades que les permita no estar ociosos, tienen las chances de hacerlo.
En ese sentido, el director de la unidad carcelaria local, Héctor Falcioni, comentó a modo de ilustración que se manejan tres círculos de actividad. El primero refiere al recluso que desarrolla tareas internas o de mantenimiento del lugar donde está recluido, el pabellón o el pasillo en el que se encuentra alojado su pabellón. El segundo, es cuando logra con sus propios méritos de conducta y colaboración a realizar tareas de mantenimiento en el perímetro del establecimiento, siempre bajo estricta guardia policial.
Y el tercero, es cuando el recluso, a través de una autorización judicial logra la salida transitoria laboral y tiene las condiciones de salir a trabajar dentro de un horario establecido el cual debe cumplir a rajatabla, de lo contrario puede ser sancionado y perder el beneficio del trabajo afuera de la cárcel.
Pero los reclusos que están alojados en la chacra policial, no tienen salidas transitorias laborales. Allí se encuentran personas desde los 20 a los 70 años de edad que tienen diferentes perfiles y se encuentran por diferentes delitos. Desde sujetos que están recluidos por delitos sexuales con menores de edad, hasta personas por homicidio, contrabando, asociación para delinquir o hurtos.
También la mayoría de los casos en que así lo amerita, allí llegan a cumplir reclusión generalmente quienes son procesados por accidentes de tránsito cuyo desenlace resulte fatal.
LAS TAREAS
Lo que predomina en el lugar son los invernáculos con plantaciones de tomates, zapallos, maíz y melón. Estos productos que son cuidados y trabajados por determinados reclusos que consiguen las semillas para emprender el cultivo, son comercializados por estos a los comercios de plaza y el 20 por ciento de lo obtenido por la venta va para las arcas de la Cárcel Departamental, mientras que el 80 por ciento queda en manos de los internos que participan del proyecto productivo. La Universidad suele colaborar en cuanto a la manera de administrar los recursos y algunos reclusos que son idóneos o prácticos en el cultivo de la tierra. En un momento se contaba con el asesoramiento de un ingeniero agrónomo que colaboraba.
También hay en el lugar dos hornos de ladrillos, un taller de herrería, un criadero de pollos, y algunas otras actividades de campo. El 20 por ciento que recae en las arcas de la unidad, es volcado para el mantenimiento del lugar y en algunos casos para la compra de materiales de proyectos que no tienen para solventarse, explicó el comisario Falcioni.
Muchas empresas del medio compran los productos de distintos tipos que allí se elaboran, tanto los alimentos como los de construcción, y según informó el jerarca carcelario esto permite un movimiento interesante en el emprendimiento, que determina que los responsables de los mismos soliciten la autorización para recibir ayuda de otros reclusos que estén dispuestos a trabajar y generar un ingreso que les permita beneficiarse ellos y sus familias. Es el caso de “la Bloquera” (construccion de bloques de hormigón) que en estos tiempos ha recibido un importante pedido de miles de bloques, motivo por el cual trabaja más gente. Para Falcioni eso es muy positivo porque “se saca más gente del recinto, que está activa, y que además puede hacer un pesito para él o para darle a su familia”.
Se da también que reclusos alojados en el recinto principal concurren diariamente a trabajar en la chacra. En este momento son “18” los que participan de los distintos emprendimientos o proyectos productivos.
ALBAÑILERÍA
Pero también están las tareas de albañilería que otros internos realizan para mejorar las condiciones en las que se encuentran recluidos. Muchos de ellos consiguen donaciones por parte de familiares y amigos, y hasta adquieren los materiales que producen sus compañeros reclusos, como bloques, ladrillos o cerchas para levantar una pared o reparar el techo del lugar.
“Si ellos lo proponen, obtienen el material y se comprometen a llevarlo a cabo, la unidad les presta colaboración y los autoriza porque si mejoran su lugar de reclusión, eso permanece para cuando ellos se vayan e ingresen otros. Entonces todos nos vemos beneficiados porque es algo positivo, además del hecho de que el recluso esté trabajando dentro del establecimiento”, indicó el comisario.
La chacra está próxima a la Escuela Departamental de Policía.
Hay un protocolo para acceder a la chacra
EL MISMO RÉGIMEN
En la chacra policial cuentan con el mismo régimen que en todo el recinto. Las visitas son cuatro días a la semana, martes, jueves, sábado y domingo, con un horario de 10 a 17 horas. En el caso de los que están alojados en la chacra, las familias de los reclusos se reúnen con ellos en el lugar donde se encuentran los pabellones y no lejos del lugar por razones de seguridad y protocolo carcelario.
Los horarios, revistas, requisas y vigilancia se mantienen con la misma rigurosidad que en el resto del recinto porque “no se pierde de vista que son internos, podrán tener condiciones o características culturales, sociales y personales distintas, pero son reclusos y deben cumplir con lo que impone la ley y la normativa del establecimiento”, dijo Falcioni.
Normalmente los reclusos están de a dos en camas individuales que son de hormigón, igual que las del recinto principal. En algunas sectores mas pequeños hay camas de madera.
El director dijo que “no se registran problemas” entre los reclusos que están en ese lugar, que hay diálogo entre ellos y de ellos hacia la autoridad y que “no es una cárcel modelo” sino un lugar donde “hay condiciones y voluntad de hacer las cosas bien para poder recuperarse”.
A pocos metros, está la calle Defensa. No hay un alambrado que separe a la chacra policial de la tierra afuera del recinto carcelario, pero los presos que están allí y observan el movimiento como si estuvieran en la puerta de su casa, hasta el momento parecen saber cuál es su límite.
HAY UN PROTOCOLO
EL PUEBLO fue informado de que para poder hablar con los reclusos hay un protocolo, que marca la necesidad, primero, de hacerle saber al juez, luego a la defensa, a la persona (si está con la voluntad de hablar), elevarlo a la Jefatura, para luego elevarlo al Ministerio del Interior, que es quien autoriza.
Vistas de las construcciones efectuadas por los reclusos.