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miércoles, julio 30, 2025
Columnas De Opinión
Alejandro Irache
Alejandro Irache
Licenciado en Psicología por la Universidad de la República(UDELAR). Habilitado por el Ministerio de Salud Pública (MSP). Atiendo a adolescentes y adultos, con foco en procesos de angustia, depresión y crisisexistenciales. He complementado mi formación con estudios en psicología laboral, selección de personal IT, psicología del deporte y salud mental grave,realizados en la Universidad de Palermo y en el Centro Ulloa (2024).

La angustia silenciosa: cómo se manifiesta el malestar psicológico hoy

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Aunque no se grita ni se diagnostica fácilmente, la angustia silenciosa atraviesa a quienes funcionan en lo cotidiano, pero se sienten desconectados, vacíos o irritables.

Introducción

Hay un murmullo sordo que late bajo la piel de nuestras ciudades: un temblor que no grita, pero corroe. Se llama angustia, y en esta era de pantallas fulgurantes y promesas de inmediatez, se desliza sigilosa como una marea subterránea. No se alza con los estandartes del llanto ni se ofrece dócil a la etiqueta diagnóstica; se oculta tras la funcionalidad aparente de quien cumple horarios, paga cuentas, sonríe en fotografías.

Pero en la penumbra doméstica, cuando la noche se instala como un huésped implacable, la mente se despuebla de distracciones y el cuerpo queda expuesto a su propio ruido interno. Entonces surge la verdad: insomnio persistente, apatía como velo sobre la voluntad, irritabilidad que corroe vínculos, desconexión que convierte el mundo en un escenario ajeno.

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A esta forma de sufrimiento la podríamos llamar la angustia silenciosa, herencia maldita de la condición humana y a la vez fruto de un contexto social que exalta la productividad pero desprecia la interioridad. Aquí la exploraremos desde la psicología clínica, la mirada existencial y el susurro de algunas referencias que aún hoy iluminan nuestros rincones más sombríos.

La naturaleza de la angustia en la era contemporánea

La angustia no es un invento moderno; es tan antigua como la conciencia de la muerte. Kierkegaard, padre de la filosofía existencial, ya describía la angustia como el vértigo de la libertad: la náusea de saberse libre para elegir y, por tanto, responsable. Para Sartre, la angustia es el precio de la condena a la libertad: “El hombre está condenado a ser libre”, escribió, subrayando la paradoja de que el mismo don que nos emancipa nos aplasta.

Sin embargo, algo se ha transformado. Hoy la angustia se disfraza de hiperconexión digital, de urgencia crónica, de ocio convertido en consumo. El DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) apenas roza su espectro más profundo cuando clasifica la ansiedad, la depresión o los trastornos del sueño. La clínica contemporánea se enfrenta a cuadros difusos: pacientes que no encajan del todo en ninguna categoría, pero que exhiben un malestar legítimo, que de tan callado se vuelve corrosivo.

Viktor Frankl, psiquiatra y fundador de la logoterapia, hablaba de un “vacío existencial” que se manifiesta como una sensación de falta de sentido, de pérdida de orientación interior. En un mundo donde la eficiencia se celebra más que la introspección, el vacío se disfraza de apatía y se cronifica como insomnio. A la consulta llegan sujetos funcionales pero desgarrados: trabajan, socializan, producen… pero no viven.

Síntomas velados: apatía, insomnio, desconexión, irritabilidad

1. Apatía: la anestesia emocional

La apatía no siempre es depresión, pero puede ser su umbral. Es la niebla que apaga la motivación, disuelve la curiosidad y convierte cada gesto en acto mecánico. Clínicamente, la describimos como una disminución de la reactividad emocional y del interés por actividades antes gratificantes. Desde la logoterapia se comprende como una desconexión del propósito vital: la persona ya no encuentra para qué.

Este síntoma suele pasar inadvertido porque se mimetiza con la rutina. El sujeto sigue asistiendo a su trabajo, cumple compromisos, contesta mensajes; sin embargo, todo sabor se retira de la experiencia. La vida se convierte en una coreografía aprendida, repetida, vacía.

2. Insomnio: el insomnio como espejo

El insomnio es quizás la confesión más descarnada de la angustia contemporánea. Se manifiesta como dificultad para iniciar o mantener el sueño, despertares precoces, sueño no reparador. Pero más allá de lo fisiológico, revela una mente que no descansa porque no encuentra sosiego: pensamientos rumiativos, preocupaciones latentes, la necesidad de anestesiarse con pantallas hasta agotar la vigilia.

En la práctica clínica se observa que, en muchos casos, el insomnio no es el problema en sí, sino el síntoma: detrás yace la ansiedad difusa, la insatisfacción laboral, las relaciones erosionadas, la falta de sentido. El insomnio es la vigilia del inconsciente, un monólogo que desgarra silencios.

3. Desconexión: la soledad en la multitud

En un mundo hiperconectado, paradójicamente abundan los desconectados. Las relaciones se vuelven superficiales, mediadas por dispositivos, fragmentadas en interacciones de baja densidad emocional. La desconexión es más que soledad: es la imposibilidad de sentirse visto, validado, comprendido.

Desde la psicología existencial, la desconexión expresa la ruptura del “estar-en-el-mundo” (Heidegger). No es solo estar solo, sino sentirse ajeno, extranjero en la propia vida. Muchos pacientes refieren esta sensación de habitar un cuerpo que ya no sienten como propio, de ocupar espacios que no los representan.

4. Irritabilidad: la rabia como defensa

La irritabilidad es, en muchos casos, la máscara de la angustia. Es la rabia que surge cuando la frustración se acumula sin cauce. Clínicamente se observa en estados de tensión permanente, reacciones desproporcionadas, conflictos interpersonales recurrentes.

La irritabilidad revela la imposibilidad de sostener la tensión interna: el sujeto, incapaz de elaborarla, la proyecta en el entorno. Discusiones cotidianas, estallidos de ira, intolerancia a la demora, hipersensibilidad ante la crítica. Todo irrita porque todo es un recordatorio del propio malestar.

Breve interludio filosófico: la herencia de la angustia

Sartre decía que “la angustia es la conciencia de la nada”. Kierkegaard la llamó “la posibilidad de la posibilidad”. Irvin Yalom, uno de los principales exponentes de la terapia existencial, sostiene que los miedos fundamentales (muerte, libertad, aislamiento, falta de sentido) son el núcleo de esta angustia subterránea que nos acompaña.

En la práctica, esta perspectiva devuelve al síntoma su dignidad ontológica: no es solo un error bioquímico, es una pregunta abierta. ¿Qué nos dice nuestra apatía? ¿Qué nos revela el insomnio? ¿Qué denuncia nuestra irritabilidad? Detrás del síntoma se alza la invitación a interrogarnos sobre la vida que llevamos, las elecciones que sostenemos y los vínculos que cultivamos o dejamos marchitar.


Hacia la visibilización: una invitación a habitarse

¿Cómo abordar esta angustia silenciosa? La respuesta no es única, pero empieza por concederle voz. Nombrar el síntoma es arrancarlo de la clandestinidad. En la práctica clínica, la escucha activa, la validación emocional y la construcción de un sentido compartido se vuelven herramientas de rescate.

En la vida cotidiana, tal vez se trate de abrir espacios para la pausa: permitir que la pregunta “¿Cómo estoy realmente?” no sea un trámite, sino una exploración. Darse el permiso de habitar el tedio, la fatiga, la tristeza, sin miedo a su incomodidad. Reaprender el silencio sin pantallas, el descanso sin anestesia, la relación sin máscaras.

Frankl nos recordaría que, incluso ante el absurdo, somos libres para dotar de sentido a nuestro sufrimiento. No se trata de glorificar el malestar, sino de reconocerlo como un eco de nuestra profundidad humana.

Epílogo

En la era de la hiperconexión, la angustia silenciosa es el grito de lo no dicho. Su sintomatología invisible es un acto de resistencia: nos fuerza a volver la mirada a lo esencial. Quizás, más que vencerla, se trate de aprender a escucharla. Allí donde arde la apatía, donde insomnio y desconexión florecen como maleza, puede estar aguardando una posibilidad: la de reinventar el vínculo con uno mismo, con los otros y con la vida que, a pesar de todo, se abre, frágil y tenaz, como una grieta de luz.

Recursos adicionales

📘 Libro recomendado: El hombre en busca de sentido de Viktor E. Frankl — Una obra imprescindible para comprender cómo el sufrimiento, cuando se reviste de significado, puede transfigurarse en impulso vital. Frankl, psiquiatra y sobreviviente de campos de concentración, ofrece un testimonio tan clínico como filosófico sobre la dignidad humana frente al vacío.

📺 Documental: The Century of the Self (Adam Curtis, BBC) — Un recorrido lúcido por la influencia de la psicología, la publicidad y la cultura de masas en la construcción de la subjetividad contemporánea. Un espejo incómodo sobre cómo la sociedad de consumo moldea deseos y angustias.

🎬 Película: Melancholia (Lars von Trier, 2011) — Una mirada poética y devastadora sobre la depresión y la angustia cósmica. Von Trier teje un relato en el que el fin del mundo se convierte en metáfora de la disolución interior.

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