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    José Pedro Varela

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    Hoy por: Jorge Pignataro

    1845 -19 de Marzo- 2020

    Un día como hoy, 19 de marzo, pero 175 años atrás, nacía en Montevideo uno de los más valiosos intelectuales uruguayos: José Pedro Varela. Se lo recuerda habitualmente por sus ideas de obligatoriedad, laicidad y gratuidad en la educación, aunque el suyo fue un pensamiento mucho más amplio. A los 22 años viajó a Europa y Estados Unidos, donde logró interactuar con importantes especialistas en Educación, lo que redundó en conocimiento de muchos institutos y métodos educativos. Es así que pudo captar la importancia de la educación en todos los miembros de una sociedad como factor de progreso. Al volver a Uruguay se dedicó al periodismo, herramienta que supo utilizar para difundir sus ideas. En 1874 publica «La Educación del Pueblo» y en 1876 «La Legislación Escolar». El gobierno del Gral. Lorenzo Latorre le ofreció el cargo de Director de Enseñanza, que aceptó como medio para llevar a la práctica sus ideas, lo que pudo concretar con la «Ley de Educación General», que estableció la obligatoriedad de que todos los niños asistieran a la Escuela. Falleció a los 34 años, el 24 de octubre de 1879. EL PUEBLO lo recuerda hoy con un capítulo de «JOSÉ PEDRO VARELA, 1845-1879», de Marta Demarchi y Hugo Rodríguez, trabajo publicado originalmente por UNESCO (Revista Perspectivas, París, 1993) y luego por la Oficina Internacional de Educación (1999). Es el siguiente:Jose-Pedro-Varela-La-educación-como-la-luz-del-sol

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    HACIA UN SISTEMA NACIONAL DE EDUCACIÓN
    El sistema, si bien aparece esbozado en La Educación del Pueblo, es desarrollado desde el punto de vista de su gestión, administración y organización en La Legislación Escolar. En esta obra se aprecia con claridad la influencia positivista en Varela: observar para prever y prever para proveer. La obra es enviada con nota al Ministro de Gobierno.
    El problema es que el gobierno en cuestión es la dictadura militar del Coronel Lorenzo Latorre. Para un demócrata convencido no es una contradicción menor y debió justificarla: «La razón fundamental que me ha inducido a dirigirme a V.E. es que, reconocida la necesidad de dictar las leyes que organicen debidamente la instrucción pública en nuestro país, creo que no puede esperarse juiciosamente que esas leyes sean dictadas por las futuras Asambleas, cualquiera que sea su composición; al menos si juzgamos del porvenir inmediato por lo que el pasado de la República nos enseña». La obra que contiene el proyecto de Ley de Educación común no fue encargada por autoridad alguna; es un trabajo impuesto espontánea y voluntariamente para servir al país. El libro está dividido en tres partes. La primera se ocupa de «Nuestro estado actual y sus causas»; en la segunda trata de «Los principios generales»; en la tercera de «La aplicación de los principios». Esta última parte contiene su proyecto de ley. Al hablar del estado actual y sus causas, plantea la existencia de una triple crisis, económica, política y financiera que surge naturalmente de las dos anteriores. Este estudio supone la elaboración de un diagnóstico sin el cual es imposible pensar soluciones válidas. Cuando trata de los remedios para la situación deja en claro: «Todo es solidario en el desarrollo de la existencia social, y por eso, persiguen una falaz quimera los que suponen que basta realizar esfuerzos en este o aquel sentido, permaneciendo inactivas u obrando contrariamente las demás fuerzas sociales para obtener transformaciones radicales. Reconociéndolo, no incurriremos nosotros en el error de atribuir a la instrucción del pueblo y menos aún a un proyecto de ley de educación el poder misterioso que la fe religiosa atribuye a la absolución sacerdotal». En cuanto a los principios generales, considera la acción del Estado y la acción local. Juzga como un error importante la centralización administrativa y la uniformidad de las soluciones para situaciones concretas. «El elemento democrático, el pueblo no tiene intervención en la administración de la escuela. De aquí resulta que el pueblo no considera la educación pública como obra suya». Un buen sistema de educación común debe combinar la acción del Estado con la participación activa y decidida del pueblo. Pero la acción del Estado no debe confundirse con la partidización de la acción pública. Por el contrario, la independencia de administración de la educación común del resto de administración pública es condición indispensable: «sin ella la educación del pueblo seguirá el vaivén de las convulsiones políticas y tendrá una existencia intermitente, débil y enfermiza». Varela propugna una política de Estado más allá de los partidos. La experiencia de nuestros países muestra el abuso del poder partidario. «De esa manera, la administración pública refleja siempre parcialmente las aspiraciones del pueblo y sólo cuenta con el apoyo de fracciones que no llegan a constituir nunca toda la comunidad». El sistema nacional de educación está concebido en etapas. Jardines de Infantes. Están destinados a niños de 3 a 6 años, con actividades de juego y trabajo apropiados a la edad, a su naturaleza y a sus intereses. Deben satisfacer el deseo de movimiento, «donde corran, varíen de posición, jueguen y sobre todo respiren aire puro». Enseñanza Primaria. Recibirán niños de 5 a 15 años con carácter obligatorio. Debe ajustarse a un orden racional y tener en cuenta la capacidad de aprender que posee el niño. Debe proponerse la adquisición del conocimiento y uso del lenguaje, el ejercicio y nutrición de las distintas facultades y poderes y la adquisición de aquellas ideas y conocimientos que puedan darle «los materiales necesarios para la vida del pensamiento. Adquirir el modo de usar, de la mejor manera posible todas las facultades intelectuales, es el fin primordial de la cultura mental». Para ejercer en estas escuelas, se deberá poseer el título de maestro, que reconoce varios grados. Enseñanza secundaria. En este nivel debe atenderse a los conocimientos que «más necesita el hombre para responder a las exigencias ulteriores de la vida». Y para esto tenemos que considerar «no sólo al hombre en sus aspectos intelectuales, morales y físicos sino también a la sociedad en que vive». Formación de maestros. Fundamenta su necesidad: «no es posible organizar buenas escuelas sin buenos maestros ni es posible tener buenos maestros sin escuelas normales. El maestro debe estar iniciado en la ciencia de la educación: la educación ofrece sus hechos, y ellos son tan numerosos y tan profundamente interesantes como los hechos de cualquier otra ciencia; esos hechos son susceptibles de una clasificación y un arreglo tan filosófico como los de la química y la astronomía». El positivismo brilla en Varela cuando define las exigencias científicas de la labor del maestro. Además de la formación científica, el maestro debe adquirir el arte de enseñar y para ello son necesarias las escuelas modelo, hoy llamadas escuelas de práctica.

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