Hay que cuidar más a los niños

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    El carnaval puede definirse como la fiesta del pueblo, donde justamente los protagonistas que por esas horas se convierten en verdaderos artistas, son vecinos del barrio que integran conjuntos de distintos géneros, los que ensayan con mucho ahínco durante meses en algunos casos, con la finalidad de poder brindar un espectáculo que haga vibrar al público y lleven alegría a los corazones de la gente.
    Para esto, los gobiernos locales ponen mucha plata, nombran comisiones organizadoras para hacer la fiesta, recurren a organizaciones sociales para que los ayuden, acuden a los clubes de barrios para poder llegar de mejor manera en los distintos puntos de la ciudad, contactan a empresas para que financien algunas actividades e intentan que esa fiesta, que es el máximo evento popular del año, tenga éxito y sea del agrado de la gente.
    Si bien no se ponen límites de participación y en el carnaval todos pueden concurrir y participar, sin distinción de género, edad, credo o religión, hay algunas cosas que deberían preverse. Si bien la comisión honoraria actual ha venido trabajando denodadamente durante meses para que las cosas salgan dentro de lo posible en su justa medida, sigue habiendo aspectos que deberían tenerse en cuenta la próxima vez.
    No es recomendable que en un conjunto en el que desfilan personas mayores con atuendos típicos del género al que representan, que es con escasa ropa, también desfilen niños chicos, menores de 10 años, con muy poca ropa y en horas de la madrugada. Lejos de querer plantear una censura y un escollo al gusto que cada uno tenga por esta fiesta y por ese estilo carnavalero, hay determinados parámetros que deberían ser respetados, por el mensaje que se le da a esos niños para el futuro.
    Los niños actúan y consumen lo que los grandes les damos. Reciben la educación que les proporcionamos y los valores que les transmitimos, y a mi juicio no es recomendable que niños tan chicos anden en horas de la madrugada despiertos, por la calle a la vista de todos, con escasa ropa y encima filmados por las cámaras de televisión sin ningún tipo de recaudos ni respeto por la identidad de esos pequeños.
    Esto último lo llevo a cuenta del desconocimiento, que no debería ser tal, de quienes manejaban la transmisión de televisión, quienes empleando algo de responsabilidad deberían haber evitado mostrar en forma directa a esos niños que desfilaban con escasa ropa a altas horas de la noche, por más que lo hicieran con sus respectivos padres al costado de la calle.
    Aquí no operó lo que establecen las normas legales, pero no tendría que ser necesario que así fuera, porque todos sabemos que a los niños pequeños, no podemos mostrarlos así nomás en las pantallas y mucho menos en las condiciones en las que se encontraban en plena calle.
    Pero más allá de esto, los padres deberían entender que esos pequeños no son conscientes de que están siendo expuestos a la vista de todos. Quizás cuando crezcan no estén de acuerdo con haber tenido que caminar por nueve largas cuadras a la medianoche, vestidos con escasa ropa y pintados como si fueran señoritas por lo menos adolescentes.
    Hay criterios que deberían ser establecidos y cuidados por las autoridades. Los niños y adolescentes son parte esencial de la población vulnerable del país porque están en plena formación. Pero sobre todo en el caso de los niños, que son para la ley aquellos seres menores de 12 años de edad, debería existir un especial cuidado en el manejo de las cosas. Ellos pueden participar del carnaval, porque también es buena cosa educarlos en la cultura popular que nos da identidad y que forma nuestros gustos musicales y de espectáculos.
    Pero en cierta forma, si nosotros no tomamos en cuenta que eso tiene que hacerse de determinada manera, con determinados cuidados de nuestra parte hacia la mentalidad de ese pequeño que se está formando en la vida y al que debemos transmitirle mucho cariño pero principalmente valores, para que su esencia se cimente sobre determinados parámetros que en su evolución le permitan ir optando por los caminos que la vida le pone adelante, estaremos haciendo lo contrario a lo que interpretamos que estamos haciendo, y en realidad les estamos imponiendo que las cosas deben ser de determinada manera, porque total, no pasa nada. Es algo lindo salir con poca ropa a cualquier hora de la madrugada y al ritmo del tambor porque a todos nos gusta y por lo tanto, consideramos que a ellos también tiene que gustarles.
    En realidad estamos cometiendo un error, porque no solo que no los estamos protegiendo, que no les estamos transmitiendo disciplina porque les permitimos acostarse a cualquier hora por más que sea un sábado de noche, sino que además los vestimos como adultos y les decimos que está bien que salgan a caminar por varias cuadras, cuando en realidad son niños que deberían estar durmiendo temprano, disfrutando de la bondades del día y creciendo como robles, para que en su futuro decidan si les gusta bajar bailando nueve calles o si prefieren hacer cualquier otra cosa.
    A veces los adultos, como en estos casos, no medimos el potencial daño que podemos estar haciéndole a nuestros niños. Porque como a nosotros nos gusta el carnaval en este caso, la comparsa en este hecho particular y apreciamos que los atuendos que utilizan las bailarinas deben ser de determinada manera, tomamos a nuestros pequeños para exponerlos sin sentido a esto.
    La próxima vez las autoridades deberían intervenir y alentar a los padres a que no les impongan sus gustos a sus hijos más pequeños y en ese aspecto, apunten a darles la calidad de vida que ellos merecen siendo tan pequeños, que cuando son apenas infantes, el lugar de un niño a la 1 de la madrugada es en su casa y en su cuarto, durmiendo para disfrutar el día siguiente.
    En ese sentido, quizás tomen el tema como injerencia indebida, como la pretensión de una imposición, o como la manera de censurar la libertad del pequeño, cuando en realidad lo que deben hacer es pensar un poco más sobre el impacto que le genera a ese niño el hecho de estar en ese lugar frente a los ojos de miles de personas y a las cámaras de televisión que multiplican ese impacto de exposición, algo que en realidad no está permitido legalmente, pero no haremos carne de cañón de esto, sino que buscamos que haya un conjunto de responsabilidades que puedan medirse de otra manera al corto plazo.
    Así como hay gente que protesta porque los animales están esclavizados en los zoológicos, como hay otros que reclaman sus derechos a los que ven pisoteados por medidas económicas de diversa índole, yo veo vulnerados los derechos de los niños cuando los exponen gratuitamente a deambular a altas horas de la madrugada y encima con poca ropa, mirando con sus ojos redondos los sórdidos aplausos de los desconocidos, cuando lo peor de este caso, es que encima ellos ni siquiera saben de qué se trata todo esto.

    HUGO LEMOS

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