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lunes, 3 de marzo de 2025
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Hablemos de Cultura

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Qué tema el de la cultura. ¿Qué es cultura y qué no? ¿Es algo tan amplio como la define Tylor en aquellos famosos conceptos («ese todo complejo que comprende el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, la ley, la costumbre y otras facultades y hábitos adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad»)?

Sin embargo, contrariamente a esa amplitud, ¿por qué tendemos a identificar cultura casi únicamente con manifestaciones artísticas: danza, poesía, pintura, teatro…?

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¿Es una cuestión de intelectuales? ¿Qué significa ser un intelectual? Quizás no venga mal recordar al gran escritor Umberto Eco: “Si por intelectual entendemos todo aquel que trabaja con su cabeza y no con sus manos, un empleado de un banco es un intelectual, y Miguel Ángel no. Hoy, con los ordenadores, cualquiera es un intelectual. Por eso, no creo que la cuestión tenga nada que ver con profesiones o clases sociales. Para mí, un intelectual es alguien que produce nuevos conocimientos haciendo uso de su creatividad. Un campesino, cuando comprende que un nuevo tipo de injerto puede producir una nueva clase de manzanas, está desarrollando una actividad intelectual, mientras que un catedrático de filosofía que se pasa la vida repitiendo una misma clase sobre Heidegger no tiene por qué ser un intelectual. La creatividad crítica —el espíritu crítico para analizar lo que hacemos o inventar formas mejores de hacerlo— es la única vara para medir la actividad intelectual”.

¿Qué lugar ocupa o debería ocupar la cultura en una sociedad? ¿El mismo en todas las sociedades? ¿Y el Estado, llámese un Ministerio o una Intendencia, qué injerencia tiene o debería tener en su desarrollo?

Hace muchos años Salto no tenía una Dirección de Cultura con independencia, o con autonomía propia como tal, sino que estaba unida a la de Acción Social por ejemplo. Sin embargo fue en ese momento que logró crearse nada menos, y va esto solo a modo de ejemplo, la creación de Casa Quiroga, hoy uno de los lugares turístico-culturales más valiosos de la región.

Muy bien el Mtro. Ramón Fonticiella cuando creó una Dirección de Cultura específica; y muy bien Germán Coutinho que la continuó; también durante la primera administración de Andrés Lima hubo una Dirección de Cultura. Hoy, eso ya no existe, solo hay una Coordinación. Y más allá de lo que decíamos en el párrafo anterior, de todas maneras creemos que solo con los nombres, podrá darse cuenta el lector que de tener la posibilidad de “dirigir” determinado quehacer social (algo que que se veía como un avance), se pasó simplemente a “coordinarlo”. Creemos que además de una realidad, es un hecho también muy cargado de simbolismo. Una degradación de la cultura que no solo se ve en Salto sino a nivel nacional y arriesgaríamos a decir que también más allá de límites nacionales. Y que no es cosa nueva sino que se arrastra desde hace mucho tiempo.

Pero como intentamos dejarlo claro en las primeras líneas de esta nota, son más las preguntas que las respuestas. Incluso podríamos agregar otras. ¿Por qué hay quienes hacen alarde de ser artistas independientes y al mismo tiempo están constantemente exigiendo remuneraciones al Estado? Y yendo incluso un poco más a fondo: ¿corresponde que uno se llame artista a sí mismo?

Lo que vemos actualmente es una completa falta de jerarquización, lo que da lugar al “vale todo”. La Biblia al lado del calefón. Parecen triunfar los discursos de “toda expresión es válida para ser considerada arte”, “depende cómo se mire la obra”, “sobre gustos no hay nada escrito”, y similares. Pues no, no todo es arte ni todo es cultura y alguien tiene que decirlo. Pero, ¿quién? Los libros por ejemplo. Porque no es cierto que sobre gustos no haya nada escrito. Hay millones de libros sobre estética. Y cada rama del arte, no implica solamente la libertad que para muchos connota la palabra “arte”, es también la rigurosa exigencia que implica ser una “disciplina”.

Degradación decíamos. Falta de jerarquización. Entrevero simbolizado en lo sagrado (Biblia) junto a lo más mundano (calefón).

Creemos que a esto lo explica de manera insuperable un escritor de este tiempo, pero que también conoció otras épocas, alguien que felizmente aún está en entre nosotros, el Premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa dice en su libro “La civilización del espectáculo”, publicado en 2012:

“…La cultura atraviesa una crisis profunda y ha entrado en decadencia (…). Es verdad que los diarios y revistas más serios publican todavía reseñas de libros, exposiciones y conciertos, pero ¿alguien lee a esos paladines solitarios que tratan de poner cierto orden jerárquico en esa selva promiscua en que se ha convertido la oferta cultural de nuestros días? (…) La literatura light, como el cine light y el arte light, da la impresión cómoda al lector y al espectador de ser culto, revolucionario, moderno, y de estar a la vanguardia, con un mínimo esfuerzo intelectual. De este modo, esa cultura, que se pretende avanzada y rupturista, en verdad propaga el conformismo a través de sus manifestaciones peores: la complacencia y la autosatisfacción…”.

Por otro lado, nos llegó hace unos días un muy buen artículo de Carlos Daniel Lasa (Doctor en Filosofía de la Universidad Católica de Córdoba) en el que comenta al filósofo francés Michel Onfray. El artículo se titula “La actual dictadura cultural: el progreso hacia la nada”, y queremos hoy dejar a nuestros lectores con algunos pasajes, para pensar al menos, para reflexionar, para que cada uno saque sus propias conclusiones:

Esta dictadura a la que hace referencia se caracteriza por los aspectos que siguen. Ellos son: destruir la libertad, empobrecer la lengua, abolir la verdad, suprimir la historia para poder reescribirla a voluntad, negar la naturaleza y propagar el odio. El común denominador de este nuevo mundo progresista es su fuerte componente nihilista (…) ¿Cómo se ha llegado a esta situación de barbarie cultural?

El pensador francés expresa que, luego de 1969 (cuando De Gaulle deja la presidencia), el poder político francés se parte en dos. Por un lado, los seguidores de De Gaulle; por el otro, los simpatizantes de los comunistas. Los primeros se quedan con la economía y las competencias estatales; los segundos (obviamente) con la cultura. Estos últimos conquistan el monopolio cultural a la par que empiezan a crear un relato. Poniendo en sordina su colaboración con el régimen nazi durante la ocupación, inventan que fueron fusilados 75.000 hombres del partido. Estos serían, de acuerdo a la nueva historia, los verdaderos héroes antinazis.

Como nota pintoresca, Onfray refiere que este mismo partido comunista era contrario al aborto y a la contra-concepción en virtud de no querer que la mujer comunista fuera conducida a transitar la vida disoluta de los burgueses.

Sin embargo, este poder político-cultural durará poco tiempo. Después de 1968, las filosofías estructuralista y deconstructivista comienzan a hacerse hegemónicas.

Para el estructuralismo, refiere Onfray, la idea es más verdadera que la realidad. Esta desnaturalización opera en el lenguaje con Barthes, en la antropología con Levi-Strauss, en psicología con Lacan, en la historia con Althusser, en la sexualidad con Foucault, en la racionalidad con Deleuze, en el ámbito de la verdad con Derrida. El nihilismo deconstructivista, pues, reemplaza al materialismo dialéctico.

Ahora bien: el principal enemigo de esta dictadura cultural es el pensamiento. El que pretenda pensar de modo diferente se convierte en un sospechado. ¿Cuándo sucede esto? Cuando alguien pretende pensar por sí mismo y comienza a ver la realidad de las cosas. Cuando se decide a dar el nombre justo a esas cosas. Cuando afirma que las verdades serán siempre verdades.

Como podrá advertirse, solo el poder dictatorial progresista puede determinar qué es y qué no es verdad.

La nueva dictadura reprime a través del aparato jurídico, dictando leyes favorables al nuevo absolutismo. Al propio tiempo, lleva a cabo una revolución cultural. Esta última se hace efectiva instrumentalizando a los medios de comunicación, empobreciendo la lengua y reescribiendo la historia. Será necesario, a tal efecto, crear una nueva lengua con el objetivo de reducir la gama de pensamientos…”.

¿Cualquier parecido con nuestra realidad más cercana, es mera coincidencia?



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