La acusación central contra Israel por parte de los palestinos, reproducida con ligereza en numerosas manifestaciones y en artículos de medios internacionales críticos de la guerra, es que Israel está cometiendo un genocidio del pueblo palestino en la Franja de Gaza. El uso del término no es casual: tiene el doble propósito de presentar a los palestinos como víctimas absolutas del mal y a Israel como especialmente cruel e insensible, capaz de hacerles a sus vecinos lo que los nazis hicieron a los judíos.
Pero lo que ocurre en el terreno es una guerra cruenta y compleja, no un genocidio. Y esto no es una cuestión de interpretación política, ni lo afirmamos por una defensa ideológica o emocional de Israel. Eso es aparte. Decir que en Gaza hay un genocidio, simplemente no es cierto.
Quien lo desmiente, engaña. Quien lo repite, no tiene perdón
Ana Jerozolimski
Dejemos de lado por un momento el hecho —relevante, sin duda— de que la guerra actual fue desatada por la masacre perpetrada por Hamas en el sur de Israel el 7 de octubre de 2023, así como la declaración explícita de sus líderes sobre su intención de repetir el ataque varias veces más. Concentrémonos en lo que sucede en la guerra en sí. Más allá de que se haya iniciado como una guerra de autodefensa, Israel la libra conforme a las normativas del Derecho Internacional. El hecho de que haya muertos civiles no significa lo contrario.
Uno de los aspectos más notorios es el tema de los números. Si recordamos que el genocidio implica el exterminio intencional y sistemático de un pueblo, grupo étnico, racial, nacional o religioso —total o parcialmente—, vemos de inmediato que lo que sucede en Gaza no encaja en esa definición. Que haya muchas muertes en una guerra, incluso de civiles, no basta para calificarlo como genocidio.
Aun si fuera cierto el número difundido por Hamas —organización terrorista que afirma cerca de 60.000 muertos en el conflicto—, no se trataría de un genocidio. En Gaza viven algo más de 2 millones de personas. En 1948, cuando se creó el Estado de Israel (que no incluía Gaza), eran menos de 100.000. Entre 1967 y 2005, periodo en que Israel controló militarmente la Franja, la población siguió creciendo, no solo por el crecimiento vegetativo natural, sino porque Israel, a través de su administración civil, dedicó grandes esfuerzos a la vacunación, creó hospitales y los desarrolló, aportando así a la salud de la población. Durante años, incluso después de su retirada, palestinos recibieron tratamiento médico en hospitales israelíes.
Decir que en Gaza hay un genocidio, simplemente no es cierto.
Un país que pretende cometer un genocidio contra su vecino no actúa de esa manera.
Un país que busca exterminar a otro pueblo no dedica enormes esfuerzos, en medio de una guerra, a alejar a los civiles de los combates, creando zonas humanitarias, evacuando personas hacia ellas para minimizar riesgos, y avisando antes de atacar.
Un país que busca causar un genocidio no introduce, durante el conflicto con los terroristas que lo atacaron, enormes cantidades de ayuda humanitaria para la población enemiga, pese a que muchos repiten las acusaciones infundadas de Hamas.
Durante la guerra, según datos oficiales del ejército israelí, se introdujeron en Gaza 1.790.878 toneladas de ayuda en 92.434 camiones y 10.450 paletas. La mayoría ingresó por cruces terrestres, y el resto por rutas aéreas y marítimas.
Durante el último cese del fuego y liberación de rehenes, entraron a Gaza 25.200 camiones con 447.538 toneladas de ayuda. Desde entonces, cientos de camiones más se han sumado a esa estadística.
Y, por encima de todo, si realmente hubiera un genocidio, ni siquiera Hamas —indiferente al sufrimiento de su pueblo, al que explota para sus fines— podría permitirse rechazar todas las propuestas de alto el fuego.
Un país que quiere causar un genocidio no introduce durante la guerra enormes cantidades de ayuda humanitaria para la población palestina.
Todos los hechos expuestos aquí no son una interpretación subjetiva de una defensora de Israel. Son elementos fundamentales del mosaico de la verdad. Quien los niega, engaña. Quien los repite sin cuestionarlos, no tiene perdón.