AGENDA LEGAL: REFLEXIONES SOBRE EL DERECHO
La reciente sanción legislativa en materia de eutanasia en Uruguay configura un hecho jurídico de notable complejidad, cuyo análisis debe insertarse en un discurso disruptivo sobre el vínculo intersubjetivo entre la autonomía individual y la coherción normativa estatal. La regulación del derecho a la eutanasia, lejos de ser un mero acto voluntarista, implica la agregación de salvaguardas legales y procedimientos rigurosos, destinados a garantizar un consentimiento informado y libre, evitando cualquier manifestación espuria o coacción tácita que pudiera desvirtuar el ejercicio legítimo del derecho.
Desde entonces, la ley promulgada pretende atravesar el escabroso terreno donde la razón médica y la voluntad humana suelen encontrarse en perpetuo conflicto, ofreciendo una salida regulada a quienes desean finalmente decidir sobre el último acto de su existencia. Sin embargo, más allá de la letra fría del estatuto, lo cierto es que esta medida exhibe una dramaticidad profunda cuando se la mide en la escala del impacto social real y cotidiano. Porque si bien el texto legal garantiza procedimientos, plazos y controles, la cruda realidad del sufrimiento, la incertidumbre y el abandono social, se mantiene fuera de foco y de agenda, como si el mero acto reglado convalidara una solución integral para los dramas humanos.
La sociedad uruguaya, que se viste con orgullo de progresista, parece ignorar que la verdadera cuestión no es la eutanasia como derecho abstracto, sino la falla sistémica en acompañar el dolor en vida, en cuidados paliativos y en respeto humano antes del día final. La decisión legislativa se torna entonces en un acto más sobre cómo lidiar con la muerte para no lidiar con la vida, un escape legal que administra la tragedia con fórmulas, mientras la política se pavonea con discursos donde el altruismo se mezcla sospechosamente con el beneficio electoral. La verdad es que el paciente terminal, el familiar abatido, la enfermera agotada y la comunidad médica, viven otra película, una en la que la eutanasia es solo uno más de los hechos en un entramado de desatenciones y desigualdades.
En definitiva, la paradoja de esta ley reside en que pone sobre la mesa la muerte digna, mientras la vida digna sigue siendo un reclamo no atendido, un capítulo pendiente para el derecho y para el Estado.
Que la ley sea solo el inicio y no la última palabra; que la justicia no sea solo una fría formalidad y que la política se sacuda la máscara de la demagogia para acompañar de verdad a quienes transitan su último tramo en este mundo caótico.
Hasta la próxima semana.
Lee otras columnas de este autor.





