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viernes, 7 de febrero de 2025
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Entre el dolor y las leyes

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Poco a poco nos acercamos a otro 20 de mayo, a otra Marcha del Silencio, a otra fecha en que las flores a las que les falta algún pétalo comienzan a inundar diferentes espacios. Hay mucho dolor en todo esto, en esto se reviva el dolor de quienes vivieron una época durísima de nuestra historia y le han quedado huellas. Huellas, en algunos casos, de familiares asesinados; en otros, desaparecidos hasta el día de hoy. Militares, policías, civiles, guerrilleros y no guerrilleros, trabajadores de todos los ámbitos, estudiantes… Creo que a toda la población le tocó de alguna manera, en alguna parte, el hierro caliente de aquella triste llamarada.

Se me ocurre hoy, insistir en la opinión sobre tres o cuatro puntos que ya hemos mencionado en años anteriores. Y además, se me ocurre agregar algo que ocurrió hace pocos días. Voy primero con lo que siempre digo y lo enumero así:

1- Estas marchas del silencio vienen creciendo considerablemente año tras año. Es una señal que no puede ni debe pasar inadvertida. El pueblo habla, reclama saber cosas que están ocultas. El común de la gente quiere conocer verdades que algunos callan. Pero cuando digo “el pueblo”, digo que aquello que alguna vez fue casi exclusivo de “gente de izquierda”, se ha ampliado y pasó a ser preocupación de otros, sí, también de personas claramente identificadas con otros partidos que no es el Frente Amplio, o con ninguno. Porque al fin de cuentas, ¿quién no va a querer que se sepa la verdad? Creo que, felizmente, los uruguayos hemos ido entendiendo que ya “no corre más” hacer política partidaria con este tema.

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2- Desde el primer gobierno de Julio Ma. Sanguinetti en el 85 hasta el actual de Lacalle Pou, todos (sin excepción) han hecho algún avance en esta búsqueda de verdad y justicia (para utilizar los dos términos más repetidos en este contexto), algunos más y otros menos por supuesto. ¿De qué dependió lo que hizo cada uno? No dudo que pueda haber sido cuestiones ideológicas de aquellos que estaban al frente de determinadas áreas, lo que enlenteció o aceleró algunos procesos. Pero tampoco tengo duda que el momento en que a cada uno le tocó gobernar, fue muy diferente y eso influyó sobremanera. Digo como ejemplo, que no era lo mismo hacer una excavación en un cuartel avanzados los años 2000, que en 1985 o 1986, cuando todavía estaba demasiado efervescente el ambiente, ¿se entiende?

3- Cuando más “de izquierda” (incluso hasta guerrilleros) fueron quienes estuvieron en cargos de decisión para esclarecer ciertas cosas, menos se cumplió con las expectativas del pueblo en estas cuestiones. Y me refiero muy especialmente al momento en que tuvimos como Presidente de la República y como Ministro de Defensa dos protagonistas de primera línea en aquellos episodios que desde entonces se pretende esclarecer, José Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro.

Ahora sí, dicho lo de los puntos anteriores, paso a referirme a lo que ha pasado días atrás. 

Resulta martes o miércoles (no recuerdo bien) de la semana pasada, nuestro Parlamento aprobó el proyecto de ley que garantiza el acceso universal a los archivos sobre el pasado reciente de Uruguay. Se trata de algo que se venía reclamando, pidiendo, exigiendo desde varios sectores de la sociedad y desde hace mucho tiempo. Allí el proyecto tuvo el respaldo (en la Cámara de Representantes), de 49 votos de representantes de los partidos de la coalición de gobierno, con lo que se superó a los 40 votos negativos del Frente Amplio. ¿El Frente Amplio votó en contra? Sí, aunque nos cueste entenderlo. El partido “de izquierda” votó en contra de que la ciudadanía, usted y yo, sin barrera de ningún tipo, podamos acceder a esos archivos y conocer así (en buena medida al menos) la tan ansiada verdad que se pretende dar a luz.

Es bueno informar que este proyecto de ley, que había sido inicialmente aprobado por la Cámara de Senadores y ahora modificado por la Cámara de Representantes, pretende sacar del camino todo obstáculo (y son muchos) que hasta ahora han impedido que la ciudadanía acceda libremente, sin restricciones, sin filtros, a información crucial sobre esos famosos años oscuros que vivieron los uruguayos. Recuerdo que el propio Javier García (ex Ministro de Defensa) se mostró muy satisfecho con la aprobación de este proyecto de ley que llamó «verdad sin límites ni ediciones». Sin embargo, los que en varios momentos le exigieron a él mismo mayor apertura para conocer “secretos”, ahora se opusieron. Son las cosas que no se entienden. Son las paradojas que existen y que, en nuestro entender, impiden los verdaderos avances de una sociedad.

El proyecto ahora pasó nuevamente al Senado y este deberá aprobar las modificaciones para luego volver a ratificarlo. Importa decir que en su contenido se establece una sección especial dentro del Archivo General de la Nación, la que dependerá del Ministerio de Educación y Cultura, y “estará dedicada exclusivamente a la organización, conservación y divulgación de documentos relacionados con violaciones a los derechos humanos y otros aspectos cruciales del pasado reciente”. 

Pero además, y acá hay algo sumamente importante, se ha cuidado meticulosamente de proteger los datos personales y sensibles (cumpliendo con la Ley N° 18.331), “para evitar cualquier riesgo de revictimización de las personas afectadas”. Decimos que hay aquí un punto trascendente, porque los argumentos de quienes votaron en contra apuntan especialmente a que “es peligroso el proyecto porque deja al descubierto a muchas víctimas y su intimidad”. Pues no, no es así, la propia ley se encarga de proteger esa confidencialidad.

Por lo tanto la interrogante sigue abierta: ¿por qué quienes históricamente se han proclamado tan defensores de los derechos humanos, no acompañaron este proyecto? Insisto, con la protección de la confidencialidad que la misma ley plantea explícitamente, se derrumban argumentos como los expresados por Fernando Pereira, que dijo estar preocupado por la exposición de las víctimas. Todo eso ya fue estudiado, analizado y considerado en la redacción de la ley. La privacidad y la seguridad de las personas están garantizadas, y en caso que no se llegara a cumplir, para eso también están nuestros legisladores, los de todos los partidos, para controlar y observar cuando corresponda.

Entonces, salvo que aparezcan nuevos argumentos más fuertes y convincentes, una gran parte de la población -y me incluyo- seguirá pensando que si no se quiere dar a luz esos contenidos, es porque hay temor a que ciertos relatos empiecen a caer, o caigan definitivamente. ¿Hay temor a que caiga el relato de que en aquellos tiempos los dirigentes de izquierda estaban de un lado y los militares de otro? ¿Se pretende ocultar que también hubo “gente de izquierda” (incluso con personas que con los años ocuparon altísimos cargos de gobierno) que participó activamente a favor del gobierno de facto?

¿En serio ahora aparecen quienes no tienen mejor idea que oponerse a la búsqueda de verdad y justicia? 

Conocer esos documentos a los que esta ley facilitaría el acceso de los ciudadanos, sabemos que no es una solución definitiva a nada. Pero creemos que es un avance, un avance que lamentablemente ahora algunos no están dispuestos a aceptar.

Y cuando decimos que no es una solución, lo decimos sobre todo pensando que hay cuestiones que van mucho, pero mucho más allá de lo legal, porque son parte de las emociones, de los sentimientos, de ese dolor del que hablábamos al comienzo de esta nota. 

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