Las fuerzas del mal son indefinibles. Diecisiete años hace que se buscan y reclaman y nunca aparecieron. Ahora cuando se anuncia una llegada a fondo de los búsqueda de los detenidos desaparecidos, aparecen como por arte de magia más de 1.700 archivos de la dictadura, donde según declaran quienes han tenido acceso a los mismos, aparecen nombres, datos y otros detalles de quienes hicieron la barbarie que vivió el país.
Todavía resta saber si son confiables o si trata de otra estrategia para despistar a los esfuerzos por conocer la verdad y toda la verdad. O al menos que se busca con la publicación en Internet de estos archivos.
Por el momento no se sabe quien los volcó a Internet, vale decir quién los tenía o en poder de quien o donde estaban. Si esto no se lograr aclarar, significará la confirmación de que las fuerzas malignas siguen obrando impunemente, que tienen poder suficiente para “esconder” lo que no quieren dar a conocer durante mucho tiempo.
Para nosotros lo más grave es que quíérase o no, lo más inquietante es que quien ha efectuado acciones reñidas con la ley se siga considerando fuera del alcance de ésta. Esto es lo que más nos preocupa. Cualquier sociedad ordenada sabe que las leyes se hicieron para respetarlas y quien las infringe debe ser advertido y luego sancionado como lo establece.
El tema que nos ocupa es al menos llamativo. La responsabilidad de la dictadura se acepta medio siglo después, lo que confirma aquello de que la Justicia tarda pero llega. Lo más lamentable de esto es que muchos de los que hoy se sabe que han sido culpables salieron ilesos de sus culpas.
Pero no es esto lo que más reclamamos, no es lo que más ansiamos, pero es al menos el camino de lo que se podía hacer. Quienes reclamamos Justicia nunca nos movimos por venganza, ni siquiera politizamos el tema, pero si siempre pedimos que los responsables de los delitos paguen sus culpas ante la ley.
Seguramente después de medio siglo la situación ha sufrido muchos cambios y varias de sus principales figuras ya no están, se llevaron sus secretos a la tumba.
Pero así como dijimos que no habrá paz verdadera, mientras no se sepa la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Decimos que cuando ésta se revele el Uruguay podrá mirar el futuro con otros ojos, con ojos de democracia y sin mentiras u acciones “secretas” o “cobijadas” por una ignorancia inducida.
A.R.D.
