En el mundo de los negocios, con cierta frecuencia emergen nuevos conceptos que de alguna u otra manera, han permitido reimaginar los qué, cómo y por qué de hacer negocios. Al principio, nacen algo inadvertidos pero poco a poco experimentan una tendencia de crecimiento, auge, hasta «empacho», normalización, y algunas veces un declive hasta desaparecer.
El pasado 23 de agosto de 2017 publicábamos un artículo titulado ¿Qué es el emprendedurismo social?, en el que decíamos:
En la medida que las empresas puedan reconocer que existen importantes nichos de mercado, en los que hacen falta productos y servicios para solucionar dificultades como la educación, inclusión financiera, vivienda, etc., será esperable que nos encontremos frente a un cambio de época en el cual la empresa se convertirá en lo que el Peter F. Drucker pronosticaba hace décadas: la organización y sus gerentes como agentes de cambio.
En aquel entonces, poníamos sobre «la mesa» la creciente importancia que iría tomando la cuestión social en el ámbito empresarial; la «otra parte» que no se lee de la definición actual de empresa en la Real Academía Española (RAE), la cual pone el centro en el fin de lucro como elemento distintivo al resto de la tipología organizacional:
«2. f. Unidad de organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos.»
Al igual que en 2017, pero con mucha más fuerza los el rol social de las empresas ha tomado un acelerado protagonismo en la escena que nos recomienda «qué mirar» para no perder el tren del desarrollo empresarial. Si hubiera que mirar algo, más allá de las capacidades que tiene el equipo humano y sus recursos, la oportunidad en sí mismo estaría muy interrelacionada a «explorar nuevas oportunidades» de negocio si, pero que tengan un nuevo denominador común que un par de años no estaba: lucrar pero siendo sostenibles social y medioambientalmente.
El objetivo del presente artículo para Link de El Pueblo, es invitar al lector a cuestionarse sobre la verdadera importancia, conveniencia o prioridad que tiene que el sector empresarial uruguayo continúe (¿o comience?) a caminar hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.
ODS, ¿la nueva moda?
Tales son los casos de las metodologías de Calidad Total a partir de la década del 80´, las teorías sobre estrategias de negocios de los años 90´, la importancia de la gestión de proyectos en los 2000 o cuestiones más recientes como el emprendedurismo, la innovación o la digitalización; no importa el momento, desde los primeros apuntes en los cuadernos de Frederick W. Taylor, siempre ha existitido una «escuela» que asume el protagonismo «de lo que hay que hacer» para crecer en los negocios.
Desde allí, la ramificación hacia un sinfín de nuevas categorías y términos en los que en más de una oportunidad «importamos nuevas recetas», aparecen «expertos» y se busca evangelizar en torno a la necesaria búsqueda de nuevos focos, centrados en lo nuevo que en verdad no es tan nuevo: cowork, coaching, design thinking, pricing, benchmarking, etc. Lo que ha cambiado, ha sido la manera de referirnos a un «viejo concepto» y darle un nuevo lugar, reacomodarlo en un todo, para que desde ese lugar: tome un nuevo protagonismo.
La verdad sea dicha, en su justa medida y en la medida de que sea a partir de un proceso serio de diagnóstico, cada nuevo enfoque lejos de ser poco útil; aporta al empresario una nueva herramienta que, bien implementada, seguramente aumente la eficiencia o contribuya en el cumplimiento de las metas que se haya trazado.
Cuando se habla de procesos «serios de diagnóstico» en el anterior párrafo, nos referimos a la importancia de no tirar en paracaídas un método como de a lugar. Antes de definir cualquier abordaje, es fundamental analizar el problema de raíz, la prioridad y desde allí, definir un conjunto de etapas que permita sacar el mejor provecho a lo que se hace. Al fin y al cabo, dichas «recetas» no son otra cosa que modelos mentales, paradigmas que permiten entender de mejor forma cuál es la situación, de dónde se viene y hacia dónde es posible ir.
Tiene poco sentido trabajar en un proceso de mejora de la calidad de los procesos si no se tiene claro cuál es la visión y misión del negocio, de igual modo, pocas veces antecede una digitalización de procesos a la definición de un flujo de trabajo y elaboración de procedimientos.
Objetivos de Desarrollo Sostenible y Uruguay
A partir de lo descripto anteriormente, termina siendo provocador cuestionarnos sobre la verdadera pertinencia de subirse a un nuevo barco: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (de ahora en más denominados ODS). Los ODS son también conocidos como Objetivos Mundiales y se adoptaron por todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas (ONU) en 2015 como un llamado universal para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad para 2030.
En lo que respecta a su interrelación, los mismos están integrados, puesto que se parte de las hipótesis que las intervenciones en un área afectarán los resultados de otras y que el desarrollo debe equilibrar la sostenibilidad económica con la medio ambiental y social.
Siguiendo la promesa de no dejar a nadie atrás, los países se han comprometido a acelerar el progreso para aquellos más atrasados. Es por esto que los ODS han sido diseñados para traer al mundo varios «ceros» que cambien la vida, lo que incluye pobreza cero, hambre cero, SIDA cero y discriminación cero contra las mujeres y niñas1.
Al referirnos a la sostenibilidad y el caso uruguayo, la labor de DERES como organización referente en el tema en nuestro país es fundamental. Si bien su foco ha estado en la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), definida por la misma como «… la responsabilidad de las empresas por sus impactos positivos y negativos en la sociedad», al igual que como introducimos el artículo, hablar de RSE nos lleva de manera ineludible a una fuerte vinculación con los ODS.
No obstante, la sostenibilidad empresarial va más allá de la RSE ya que supone una transformación del modelo de negocios, más o menos disruptiva, pero un nuevo paradigma que diferente a la RSE, pone el foco en empresas para resolver problemas medioambientales y sociales.
A partir de lo anterior, surgen más que respuestas enlatadas, un conjunto de preguntas sobre la sostenibilidad y uruguay; ¿para qué embarcarse en este nuevo concepto de economía?, seguro sin ventas o el pago de los costos de operación, de nada valdrá recorrer un proceso de repensar los negocios, agregar innovación, y ésta vez, evaluar la pertinencia de «lo sostenible». Primero está la viabilidad económica, sin rentabilidad el resto no será, valga la redundancia sostenible. Sin embargo, con el paso de los años, sin impacto social y medioambietal, ¿será posible aspirar a crecer dentro del mercado?
Parte de la respuesta no está en mirar tanto a la competencia, al final de cuentas, aún es muy incipiente y tímido lo que hace el grueso del sector empresarial en torno a temas de ODS, y en su gran mayoría apenas una porción sabe en verdad qué significa esa sigla.
… tres de cada cuatro millennials están dispuestos a pagar algo extra por productos y servicios eco-friendly. A su vez, esta generación verde es mas proclive a elegir compañías comprometidas con el ahorro energético, tanto por el cuidado económico como medioambiental2.
No obstante, si se miran las tendencias en los hábitos de consumo del segmento de clientes, comenzará a repetirse en cada fuente bibliográfica consultada que el impacto social y medioambiental, es algo que valoran, más que nada las nuevas generaciones, pero que a la larga, marcarán el norte que deberán seguir las nuevas estrategias empresariales:
Conclusión
Todo llamado a resolver problemas que van más allá de un esfuerzo individual termina pareciendo lejano, no por la falta de voluntad, sino por la inexistencia de puentes e incentivos para consolidar dichas intenciones.
A lo largo de la historia, los Estados, las Organizaciones No Gubernamentales y las labores de filantropía, y posteriormente una creciente importancia del impacto social del sector empresarial por las acciones que realiza han sido los «mecanismos» para hacer frente a algo que no tiene segundas lecturas: los desafíos sociales y medioambientales.
La sostenibilidad, al igual que la Calidad Total o la Digitalización no son «modas», se convierte en moda cuando no aporta valor, detrás de toda «escenografía» o mal llamados expertos o gurúes, las decenas de «recetas mágicas» no son otra cosa que lentes con los cuáles mirar un tema. Si el empresario, el emprendedor o quien está interesado en hacer negocios de otra manera a la tradicional, encuentra con la sostenibilidad, con los ODS, una plataforma para seguir desarrollando su negocio, el camino llevado adelante justificará los esfuerzos hechos.
El Plan de Economía Circular identifica acciones concretas que buscan generar información sistemática para el diseño de políticas públicas en clave de economía circular, fomentar la investigación e innovación, identificar acciones tempranas e implementarlas, promover el conocimiento de los modelos de negocio basados en economía circular e incentivar prácticas y procesos basados en los principios de economía circular en diferentes actores sociales.
Hay incentivos, nadie dice que sean sencillos, pero el componente ODS para el sector empresarial es algo que ya existe, y esquemas de trabajo como los propuestos en el Plan Nacional de Economía Circular o la versatilidad que tiene la sostenibilidad para innovar y encontrar con ella apoyos técnicos y de co-financiación no está tan lejos como pareciera.
Lic. Nicolás Remedi Rumi