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“El sueño”, un cuento de Jorge Menoni

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A un año de su partida

El pasado sábado se cumplió el primer año que nos sorprendía la muerte de Jorge Menoni. La noticia llegaba desde Holanda, donde este escritor salteño vivía desde hacía casi 40 años. Por eso esta página, que lunes a lunes propone la lectura de textos de salteños vivos, hoy hace una excepción. Y recuerda a Jorge con un cuento suyo. Leerlo será siempre el mejor homenaje:

EL SUEÑO

Me soñé atravesando un desierto inagotable. Desperté con extrema sed. Volví a dormirme y soné con ese mismo desierto cuya luz abrazaba mis ojos. Desperté ciego. De espanto volví a dormirme y soñé con la llovizna nocturna del desierto, donde una sola gota equivale a un diluvio. Desperté próximo a la felicidad. Por última vez volví a dormirme y soñé con el polvo del desierto que asfixiaba mis pulmones hasta ahogarme. Desperté muerto.

Sólo fue un sueño, me dije para consolarme cuando desperté verdaderamente, al costado del camino que me conduciría al lecho de la luna.


-Al sur, al norte, no, detente, gira, vuelve, déjate llevar, no pienses, continúa, continúa, al este, al oeste, escucho mientras estoy inmóvil, detenido, frente a un cruce de camino.


Una voz me está llamando. ¿Es la vida, o quizá mi estado de ánimo prefigura esa voz y soy yo quien me llamo?


-Al oeste, siempre hacia el fondo del poniente, hacia el vientre sin bordes desde donde no querrás regresar.

Además de la voz, tenía la sensación de ser observado, la sospecha de que alguien escondido en algún rincón oscuro e invisible de la tormenta que se avecinaba, me observaba, temiendo que, aunque ese alguien durmiese, pudiera verme en sueños.


Hay una sombra de humo, de olvido, en el fondo de la tarde arisca que amenaza con la eminente lluvia que pronto habrá de caer sobre mí. Un pájaro nocturno deja escapar un alarido de espanto y el viento se arremolina junto a mi cuerpo, dudando también el camino a elegir para arrastrar las cosas que no están adheridas a la tierra.

¿Adónde irá a parar la luna cuando las primeras horas de la vigilia se propongan dejar de soñar para que como cada día se haga la luz en la tierra y el hombre comience a despertar sus anhelos? Repetí inconsciente la pregunta que de niño le formulaba a mi padre, cuando la curiosidad me desbordaba y que hoy finalmente me había propuesto desentrañar.

Fue él quien me enseñó ese pequeño truco para descubrir el atajo que me conduciría a ese lugar secreto, pero nunca me dijo la dirección del atajo. Sólo dijo que era un lugar donde bastaba que se desatara la tormenta para que las cosas reales desaparezcan tragadas por el sueño.


Soñar, había dicho, es repetir a oscuras el deseo de que los actos innegables que nos esperan se cumplan en el momento de la vigilia.

Recuerdo también cada detalle de su rostro, los restos de humedad en la taza de café con que iniciaba la mañana, su extraña manía de acumular libros y diarios viejos, que daban cuenta de una imaginación prodigiosa, y tantas palabras que se me han perdido pues los recuerdos no se acaban en la muerte sino en la ausencia.


¿Cuál punta del camino seguir? Aunque las cuatro posibles que se me presentan ya son conocidas, sé adónde pueden conducirme.

Al norte, me espera la sed del pasado, el cual ya viví, y no quiero reencontrarme con baúles polvorientos o viejas fotos. Al sur, me espera la ceguera de los actos infames que cometí y que tampoco quiero repetir, pues he agotado los odios inútiles. Al este, las lluvias nocturnas donde fui feliz; donde ser feliz fue cosa de instantes y ya se perdieron. Al oeste, el destino último de los humanos; cuando llegue no tendré pavor, pero aún no es la hora.

¿Para qué el camino? Recordé de pronto una más de mis continuas preguntas. ‘Para que nunca falten preguntas’, me había respondido mi padre, ‘sin preguntas todo sería tan cierto, que no habría necesidad de caminar’.

Agotados los recursos de elección, me entregué a la voz, esa voz que está ya dentro de mí, y sabía con certeza que provenía de mi padre; me entró un letargo involuntario que anulaba toda decisión y me dormí.

Y en ese instante confuso entre el dormir y el despertar, en el centro mismo de los cuatro caminos, estaba nítido y real el camino a seguir, desde donde ya divisaba el reposo de la luna, el único camino, absoluto, omnipotente, el mejor dicho sueño.

JORGE MENONI

Nacido en 1950, se radicó en Amsterdam en 1978. Estudió Literatura en La Universidad de Amsterdam. Publicó dos libros de poemas publicados en Holanda:“El tiempo del Origen” y “Epílogo de sueño”. Su primera novela “El cementerio universal de los vivos” se publicó en 1986. Su segunda novela “El cazador de eternidades” obtuvo el tercer premio en el concurso Nacional de Literatura de Uruguay, 2002. A esas le siguieron: «El río de papel» (2017), «Música para un hombre malo» (2019) y «La frágil cordura de Denisse» (2021) Escribió el libro de cuentos “El primer día del mundo” publicado en la Colección Escritores Salteños, 2010. Escribió la Ópera Latinoamericana Carlitos Sur que se representó en Holanda y cuatro guiones para TV: El regreso de Van Gogh a Arles; Dalí, el misterio sin fin; Paul Bowles, retrato de un escritor y Onetti, el pozo del alma. Escribió y dirigió la película; Un lugar llamado ilusión y los cortometrajes ;El duende del Rio Amstel , El pueblo de la última carta, Una misteriosa ventana, El pozo del alma, Génesis y Un Quijote Moderno. Dirigió la Revista Amsterdam Sur. Falleció el 14 de octubre de 2022.

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