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martes, 22 de abril de 2025
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El regreso a Salto de José Ma. Rondán Martínez

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Lo decíamos en la edición de ayer domingo: la publicación reciente del libro “El corazón del trigo”, trabajo de investigación, recopilación y edición de Leonardo Garet sobre José María Rondán Martínez, significa un regreso de este poeta a su tierra natal, en la que muy poco se lo conoce. Rondán nació en Salto en 1936 y falleció en Canelones en el año 2000. Publicó dos libros: “Artigas compañero” y “Latitud Chuy”, pero dejó inéditos varios más. Todo está contenido ahora en “El corazón del trigo”, libro que se suma a la colección Biblioteca de Autores Salteños. Aquí una muestra de sus versos:

CIEN MANZANAS

(Inédito)

Un arrabal amigo desbocado me asalta
fervoroso de tangos, de naranjos y de luna.
Quietud de los baldíos mansos en el silencio
acechando las coplas de guitarra oportuna.

Domingo cuyas noches se hilvanan con
parejas
que escriben monogramas de tanguera
eficacia.
Luna que siembra albores de plata en las esquinas
revocadas de espera de silbido y de audacia.

Boliches suburbanos luciendo su compadre
y naipes que batallan con el sueño y la vida.
Un alba de malvones se eterniza en los cercos
mientras un grillo aturde calle casi dormida.

Humildad de las casas recogidas y orando
sus plegarias de amores, de laurel y romero.
Veredas despojadas de la charla y el mate
ignoradas y ausentes, después del aguacero.

H.V. 7 bis
(Inédito, refiere a la estadía del poeta en el Hospital Vilardebó, pieza 7 bis, donde decidió internarse, en 1975, para combatir su alcoholismo)

I
Aquí estoy
tendido con mi voz
en esta cama un nueve de setiembre.
Afuera crece el día y el follaje del árbol
me quita todo el cielo.

Hay olor a remedios,
soledad de zapatos alcoholistas,
ruidos de jeringas hipodérmicas,
de ampollas inyectables,
de agujas puntiagudas
para pincharnos la pasión etílica.

Mi vertical perdida
temporalmente se resiente, pero
después mis pies con hambre
transitarán el corazón del trigo.

II
He visto desmayarse las tardes, las palomas,
los vidrios destrozados por puñales de sombras,
a seres con sus rostros de ángeles caídos
vagar por corredores de nubes y silencios.
He visto las paredes grises como lamentos
donde se estrella el ojo ciego de los dementes.

He visto como el hombre se parece a los niños
y vi como los niños tienen gestos de hombres.

Junto a una reja he visto prendido un apellido
ansioso como un ave que quisiera fugarse.
Su existencia se iba por un tiempo de soles,
sin embargo su cuerpo parecía una estatua.

He visto las espaldas agachadas, sumisas,
conversando con vientos, tristezas y garúas.
Los zapatos desgastan horarios infinitos
y un reloj incesante los acerca a la muerte.

III
Domingos con visitas
apresuradas, tiernas, bondadosas,
acariciando el pómulo, inquiriendo por
nuestras
soledades
como si niños fuéramos.
Quieren tocar el corazón, sentirlo
para saber si late como siempre
y nos miran muy hondo
haciéndonos llorar.
Después se van de a poco
dejando sus olores familiares
sus dedos temblorosos
el eco de sus voces
el recuerdo habitual y compartido.
Casi como un dolor
el ruido de sus pasos nos aflige
sembrándonos tristezas,
melancolía de atardeceres pueblerinos,
el beso de los niños,
la cuchara y el plato de la cena.

Y nos quedamos solos
mirando más allá de la llovizna
este domingo gris
setiembre 15…

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