El calor (preferimos usarlo en masculino) de nuestros días obliga a tomar en serio el tema del recalentamiento global, tema del cual muchas personas parecen soslayar o aún mostrarse incrédulos a pesar de que muchos de los organismos especializados ya no lo discuten como una amenaza latente cuyas consecuencias pueden llegar a ser catastróficas.
Se nos ha dicho que plantear este así como lo estamos planteando puede ser dañino, puede asemejarse a una forma casi apocalíptica de ver las cosas.
Nada de eso está en nuestras intenciones, pero que quede bien claro, entendemos que no se le está prestando la importancia que merece. No basta con que los meteorólogos afirmen que las olas de calor y la sequia que padecemos es la mayor en muchos años.
Ignoramos si se trata de un fenómeno puntual y en eso le damos la derecha a los científicos, pero no ignoramos que todas las recomendaciones efectuadas hasta el momento parecen haber caído en saco roto.
Hoy los acondicionadores del aire o aires acondicionados han dejado de ser un lujo, para pasar a ser imprescindibles sobre todo en el norte del país, donde la sensación térmica ha superado los 45 grados, determinando que por más alto consumo y las nuevas condiciones de la demanda energética, determina que en muchos de estos centros de estudios “salta la llave” determinando que se quede sin energía.
Hay que saber que pese a todo lo que ha hecho el Uruguay para constituirse en un verdadero ejemplo en la producción de energía renovables, el déficit hídrico que padecemos será muy dañino y dejará sus consecuencias más allá de la ´época en que vivimos.
Basta con observar algunos cambios en la naturaleza para entender que lo único que podemos esperar son más catástrofes. El deshielo y el retroceso de los grandes glaciares existentes en los polos es una prueba fehaciente de ello.
A poco nos detengamos a observar algunas de las temperaturas que se registran en Europa y todo el hemisferio norte, que se apresta a entrar recién en la primavera para tener idea de lo que será el próximo verano en aquellas latitudes.
Es claro que a muchas personas no les interesa detenerse en el problema, Ni mucho menos en ahondar en sus consecuencias. La actitud de las grandes potencias- dominadas por las multinacionales- en los congresos ambientales así lo demuestra.
La extracción de los combustibles fósiles, no sólo de las profundidades de la tierra, sino también del mar y donde se encuentre, constituye un tema cuyas consecuencias aún está para averiguarse y sobre todo para asumirse con la debida responsabilidad.