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sábado, noviembre 29, 2025
Columnas De Opinión
Alejandro Irache
Alejandro Irache
Licenciado en Psicología por la Universidad de la República(UDELAR). Habilitado por el Ministerio de Salud Pública (MSP). Atiendo a adolescentes y adultos, con foco en procesos de angustia, depresión y crisisexistenciales. He complementado mi formación con estudios en psicología laboral, selección de personal IT, psicología del deporte y salud mental grave,realizados en la Universidad de Palermo y en el Centro Ulloa (2024).

El duelo no es una etapa que se supera, sino un camino de transformación que integra la ausencia en la vida y nos enseña a reconstruirnos con apoyo, resiliencia y memoria.

El proceso del duelo: etapas, impacto y acompañamiento

“La realidad es que siempre estarás de duelo. No ‘superarás’ la pérdida de un ser querido; aprenderás a vivir con ella. Sanarás y te reconstruirás alrededor de la pérdida que has sufrido. Volverás a estar completo, pero nunca serás el mismo. Ni deberías ser el mismo. Ni querrías serlo.”

— Elisabeth Kübler-Ross y David Kessler, Sobre el duelo y el dolor

Cuando la pérdida golpea, el mundo que conocíamos se desvanece. La vida se vuelve una bruma de ausencia, un paisaje desolado donde cada recuerdo es un eco doloroso. El duelo es ese viaje inesperado, una travesía que no elegimos, pero que debemos emprender. No es una enfermedad ni una debilidad, es una respuesta humana natural y profunda ante la pérdida de un lazo significativo. No se limita solo a la muerte de un ser querido; también se desencadena por la ruptura de una relación, la pérdida de un empleo, la salud o un hogar. Lo esencial es la fractura de un apego valioso, que deja un vacío en nuestra existencia.

Para entender este proceso, es útil distinguir entre tres conceptos interconectados. La aflicción es la respuesta interna y emocional; son esos sentimientos íntimos de tristeza, ira, culpa o confusión que se agitan en nuestro interior. El luto, en cambio, es la manifestación externa de esa aflicción. Son los rituales y comportamientos visibles que nos permiten expresar el dolor, como asistir a un funeral o vestir de negro. Finalmente, el duelo es el proceso completo de asimilar y adaptarnos a la pérdida, integrando la experiencia interna con la respuesta externa. Es el camino de acomodación progresiva a una nueva realidad sin aquello que amábamos.

Cada persona transita este camino de manera única. No existe un «modo correcto» ni un cronograma fijo. La intensidad y duración del duelo dependen de múltiples factores: la naturaleza de la pérdida (repentina o esperada), la relación con el ser amado, nuestra personalidad, nuestros antecedentes psicológicos y, crucialmente, la red de apoyo que nos rodea. Estos elementos se entrelazan para moldear una experiencia tan singular como la propia vida.

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Más Allá de las Etapas

Durante mucho tiempo, la visión del duelo estuvo dominada por el modelo de las cinco etapas de Elisabeth Kübler-Ross. Este enfoque, popularizado a nivel global, sugería que el duelo se desarrolla en fases secuenciales: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Sin embargo, la investigación contemporánea ha cuestionado su validez. Hoy sabemos que estas «etapas» no son una progresión lineal ni obligatoria. Rigidez en este modelo puede ser contraproducente, ya que hace sentir a los dolientes que «algo anda mal» si no experimentan las fases en el «orden esperado».

En lugar de un camino rígido, los enfoques actuales ven el duelo como un proceso dinámico. Por ejemplo, la Teoría de las Cuatro Tareas de Worden propone que el doliente debe trabajar en cuatro frentes:

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  1. Aceptar la realidad de la pérdida: Comprender que la persona o el objeto de la pérdida ya no está.
  2. Procesar el dolor de la aflicción: Permitirse sentir y expresar las emociones que surgen.
  3. Ajustarse a un mundo sin el ser querido: Adaptarse a nuevos roles y responsabilidades.
  4. Recolocar emocionalmente al fallecido y seguir adelante: Mantener vivo el recuerdo de una forma saludable, sin que impida reconstruir una nueva vida.

Este modelo es más flexible, permitiendo al doliente trabajar en las tareas a su propio ritmo, incluso oscilando entre ellas.

Otro modelo clave, el Modelo de Proceso Dual de Stroebe y Schut, describe el duelo como una oscilación continua entre dos modos de afrontamiento. Por un lado, la orientación a la pérdida, donde la persona se sumerge en el dolor, recuerda, llora y honra al ser amado. Por otro lado, la orientación a la restauración, donde el doliente se enfoca en adaptarse a su nueva vida, retomando rutinas, aprendiendo nuevas habilidades y reconstruyendo su mundo. Un duelo sano implica moverse fluidamente entre estos dos polos, sin quedar atrapado ni en el sufrimiento ni en la distracción. Este vaivén es el reflejo más auténtico de la complejidad del proceso.

El Impacto Biológico del Duelo

El dolor de la pérdida no es solo una experiencia mental; impregna cada rincón de nuestro ser, manifestándose también en el cuerpo. La angustia emocional se traduce en respuestas fisiológicas que podemos sentir. La neurociencia ha demostrado que el duelo activa áreas del cerebro asociadas con la emoción, el dolor y el apego, como la amígdala y la ínsula. Este estado de alarma constante estimula el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA), liberando hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina.

Esta tensión biológica crónica puede materializarse en síntomas físicos como fatiga intensa, dolores de cabeza, problemas digestivos e insomnio. En casos de dolor muy agudo, el estrés puede ser tan abrumador que, literalmente, afecta al corazón. El llamado síndrome del «corazón roto» o miocardiopatía de Takotsubo es un ejemplo dramático de cómo un pico de estrés emocional puede dañar temporalmente el músculo cardíaco. A largo plazo, el duelo prolongado puede elevar la presión arterial, aumentar el riesgo de eventos cardiovasculares y debilitar el sistema inmunológico, volviéndonos más vulnerables a enfermedades. Los dolores corporales o los resfriados frecuentes durante el luto no son coincidencias; son manifestaciones reales de cómo el sufrimiento emocional se inscribe en nuestro cuerpo.

El Duelo Complicado

Aunque el duelo es un proceso natural, en un pequeño porcentaje de personas (entre el 5% y el 15%) el dolor se vuelve severo e incapacitante, durando mucho más de lo esperado. A este fenómeno se le conoce como duelo complicado o, en términos clínicos, trastorno por duelo prolongado. La principal diferencia con un duelo «normal» no es la calidad del dolor, sino su intensidad, duración e impacto en la vida diaria.

El síntoma central es un anhelo intenso y persistente por el fallecido, acompañado de una preocupación constante que impide retomar la vida normal. A esto se suman otros síntomas, como la incapacidad para aceptar la muerte, un entumecimiento emocional profundo o un sentimiento de soledad aguda. Estos síntomas deben persistir durante al menos seis meses a un año (dependiendo del manual de diagnóstico) y causar un deterioro significativo en la vida social, laboral o familiar para considerarse un trastorno clínico.

Existen varios factores de riesgo que pueden predisponer a un duelo complicado. Las muertes súbitas o traumáticas, un historial previo de depresión o ansiedad, un apego inseguro con el fallecido y, sobre todo, la falta de una red de apoyo social sólida, pueden incrementar significativamente la probabilidad de que el duelo se estanque en un dolor crónico y paralizante.

El Arte del Acompañamiento y la Búsqueda de Ayuda

Nadie debe transitar el camino del duelo en solitario. El apoyo compasivo de familiares y amigos es una de las medidas más protectoras. Acompañar, escuchar sin juzgar y validar las emociones del doliente son actos de inmensa empatía. Frases como “sé fuerte” o “ya pasó” pueden, sin querer, invalidar el dolor y aislar a la persona. Los grupos de duelo también pueden ser útiles, brindando un espacio de comprensión y la posibilidad de conectar con otros que han vivido una experiencia similar.

En casos de duelo complicado, la ayuda profesional es fundamental. La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) adaptada al duelo ha demostrado ser muy efectiva. Esta terapia ayuda a identificar y reestructurar pensamientos disfuncionales (como la culpa desmedida o la rumiación constante) para que el doliente pueda construir interpretaciones más equilibradas de su experiencia. En su forma especializada, la Terapia de Duelo Prolongado (CGT), se trabaja en dos frentes: aceptar la realidad de la muerte y reconstruir la vida sin el ser amado, animando al paciente a afrontar los recuerdos dolorosos y establecer nuevas metas. La evidencia es sólida: este tipo de terapia ayuda a reducir los síntomas persistentes y a facilitar la integración de la pérdida.

Más allá de la terapia, el autocuidado es un pilar esencial. Mantener rutinas de sueño y alimentación, practicar ejercicio moderado y técnicas de relajación ayudan a contrarrestar el agotamiento biológico del duelo. Finalmente, los rituales –desde los funerarios hasta los personales– son herramientas terapéuticas poderosas. Escribir una carta, visitar un lugar especial o plantar un árbol en memoria del ser querido, son actos que permiten mantener vivo el vínculo de una manera simbólica y saludable, ayudando a transformar el dolor en un recuerdo sereno.

Vivir con la Ausencia

El duelo no es una batalla que se gana o se pierde, sino un viaje que nos transforma. Superarlo no significa olvidar, sino aprender a vivir con la ausencia, integrándola en el tejido de nuestra propia historia. Las lágrimas y el cansancio son manifestaciones genuinas del alma que busca sanar. Aceptar el duelo implica darnos permiso para sentir, recordar y llorar sin prisa.

Con paciencia, autocuidado y el apoyo adecuado, la inmensa pena puede transformarse en un recuerdo sereno. Al igual que un río que sortea las rocas, el dolor intenso da paso a un flujo más tranquilo, permitiendo que un nuevo sentido de vida emerja. El vínculo con la persona amada se conserva en la memoria, no como una carga, sino como un legado que nos inspira a seguir viviendo. En el final del camino, el dolor de la pérdida se funde con el amor que permanece, y la vida, de a poco, vuelve a encontrar su brillo.

Recursos adicionales

📘 Libro recomendado: Mientras agonizo de William Faulkner — novela que explora el duelo, la familia y los conflictos internos durante la pérdida.

📺 Documental: Te acompañamos — documental español que enseña cómo superar la muerte de un ser querido, con profesionales aportando una vertiente pedagógica.

🎬 Películas recomendadas:  Manchester by the Sea (2016) — Un hombre debe volver a su ciudad natal tras la muerte de su hermano y enfrentarse a traumas del pasado y profundas culpas.

Coco (2017) — Aunque es animada y tiene elementos mágicos/fantásticos (el Día de Muertos), centra su historia precisamente en el recuerdo de los seres queridos fallecidos, la memoria, las tradiciones, y cómo esas cosas pueden ser consuelo.

Up (2009) — Retrata la pérdida de una esposa muy amada, el impacto en la vida diaria, el aislamiento que puede generar el dolor, pero también cómo ciertos sueños pueden dar un empujón para seguir adelante.

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