El Palacio Veltroni, en el corazón de la ciudad de Salto, cumple cien años. Un siglo de historia, arquitectura y memoria que hoy parecen desvanecerse entre la humedad, el descuido y la indiferencia. Este edificio, que alguna vez fue símbolo del progreso urbano y cultural del norte del país, hoy se levanta como testimonio del olvido institucional.
En su interior funcionan actualmente oficinas del Poder Judicial, la Dirección General Impositiva (DGI), la Dirección Nacional de Catastro, y también salones de clase de la Universidad de la República, donde cientos de jóvenes cursan materias en un entorno que muestra un deterioro visible: paredes agrietadas, techos con filtraciones y estructuras que evidencian riesgo real de derrumbe.
Lo más preocupante es que, a pesar de su valor histórico y arquitectónico, durante el Día del Patrimonio, el Palacio Veltroni fue completamente olvidado. Ninguna actividad, reconocimiento o señal de cuidado se dedicó a este edificio que forma parte de la identidad salteña y del patrimonio nacional. La omisión duele más cuando el olvido proviene de quienes deberían velar por su preservación.
La responsabilidad es clara y directa: el Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP), encargado del mantenimiento y conservación del patrimonio edilicio del Estado, ha permitido que el Palacio llegue a este estado crítico. No basta con reparaciones menores o intervenciones aisladas; se requiere un plan serio, técnico y sostenido de restauración. Mantener oficinas públicas y aulas universitarias en un edificio en riesgo estructural es, además, un problema de seguridad que el Estado no puede desatender.
El Palacio Veltroni no solo pertenece a Salto; pertenece a la memoria colectiva del país. Fue escenario de épocas de esplendor, de encuentros culturales, de la vida institucional de todo un siglo. Hoy, su deterioro refleja la falta de compromiso con la historia y con la seguridad de quienes lo habitan y transitan.
Preservar no es un lujo, es un deber. La Ley de Patrimonio Cultural de la Nación establece la obligación de proteger estos bienes, pero las normas carecen de sentido si no se traducen en acciones concretas. Cada grieta del Palacio Veltroni es una herida abierta en nuestra memoria.
En este Día del Patrimonio, el silencio sobre el Palacio Veltroni es más elocuente que cualquier discurso. Cien años después, el edificio nos interpela con una pregunta que duele:
¿seguiremos permitiendo que la historia se derrumbe ante nuestros ojos?GECS.