*Carlos Ardaix
En la historia de este diario hay heridas que dejaron cicatrices. Quienes, por razón de vida, conocemos su historia, estamos en condición de sentir esa indeseable sensación de algo doloroso, triste, frustrante.
No se trata de una empresa más. De un comercio. De un emprendimiento privado.
Diario EL PUEBLO es mucho más que eso.
Desde que todas las voces, en el sentido más amplio de la palabra, se reflejan en él.
Desde que todas las inquietudes se difunden y amplifican gracias a él.
Desde que triunfos y fracasos de nuestra gente son parte de él.
Desde que podemos discrepar, coincidir, señalar, opinar, contrariar o aplaudir cada hecho cotidiano de nuestra ciudad.
Desde que, lo que consideramos importante por su volumen o su pequeñez, se da a conocer como corresponde, y nos llega a todos.
Cada día, desde la carátula a la contratapa, queda impreso en EL PUEBLO.
Quienes leemos el diario, tenemos cotidianamente, una visión de la vida.
Los hechos están documentados de manera clara, directa, armónica, concreta.
Gracias a muchas manos y mentes sucede esto.
EL PUEBLO es el fruto de un gran esfuerzo individual y colectivo. Hombres y mujeres de distintas edades coinciden en ese espacio de cada página impresa los siete días de cada semana, los 365 días del año.
A los que «hacen» el diario se suman los que lo reparten, imprimen, venden, es decir realizan el trabajo logístico de cada día.
Que se acalle esta voz trasciende el hecho laboral, empresarial o comercial
Se inscribe en lo socio-cultural. Hiere al Salto patrimonial. Empobrece el ámbito familiar. Salto perderá un medio legítimo y fiel a su más rica historia.
Estamos en la cuenta regresiva. Como nunca, hoy, todas las voces han de ser la voz de EL PUEBLO.
