Días pasados circunstancialmente escuchamos lo que para nosotros fue el primer análisis acertado de la crisis del agua por la que atraviesa el Uruguay. Decimos análisis del agua dulce, no toda el agua ni mucho menos de otros recursos naturales.
En primer lugar analizaba un técnico israelí, que se desempeñó, por ser experto en este recurso, como supervisor de OSE.
Sostenía en la entrevista de referencia que Uruguay necesita un cambio cultural para saber qué es lo que tiene entre manos, cuando se habla de agua dulce.
En primer lugar debe saber apreciar y valorar este recurso, a punto tal que debería saber que cuando se pierde agua en las calles o se usa en exceso, es agua que tuvo un costo para potabilizarse, o para trasladarse hasta ese lugar. Latinoamérica, sub continente rico en agua dulce, tiene una pérdida de agua dulce varias veces superior al promedio mundial.
Solucionar este problema como se lo ha hecho en otras partes del mundo es sumamente costoso.
En segundo lugar el hecho de que la zona capitalina, constituida por Montevideo, Canelones y Maldonado, que alberga más de la mitad de la población, dependa de una sola fuente de agua (el rio Santa Lucía), es una carencia insostenible.
Sería tedioso hacer saber qué es lo que sucedería cuando esa fuente tuviera problemas, como en la actualidad.
El segundo gran problema que Uruguay no ha resuelto pese a que hace mucho tiempo que se lo sabe es que tiene en el Rio de la Plata al alcance de la mano, la fuente que necesita agua, pero con mayor salinización.
Esta es la solución más costosa. Desalinizar el agua, cosa que Israel hace porque carece de agua dulce, es hoy la solución más costosa y el mayor costo está en la energía que requiere. Como se ve son todas soluciones muy costosas, millonarias en dólares, pero no tanto como la vida humana diríamos.
En tanto el sistema político todo se ha enfrascado en determinar si el problema es de los políticos anteriores que no le han prestado la atención que se merece, si es de los políticos actuales que no han sabido gestionar , o si Casupá (que dependería de la misma fuente, es la salida, o de Aratirí), los uruguayos seguimos considerando que es un elemento infinito, que basta con tener la infraestructura correspondiente, para disponer de él,
¿Quién controla el uso del agua en el país? ¿Quién responsabiliza a aquel que la malogra? ¿Cuánto de agua requiere un uso “normal”?. ¿Cuánto gasta cada producción? Son todas cosas que deberíamos saber y controlar, no tanto por el derroche, sino porque llegará el momento en que será imprescindible, ahora lo sabemos.
A.R.D.
