El gobierno que se inicia

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    «Hoy es el cielo, mañana comienza el purgatorio», dijo con su léxico campechano y con un dejo de ironía, José «Pepe» Mujica al iniciar la jornada de ayer, en que se constituyó como Presidente de la República.
    Y como es habitual en él,  el simil es acertado. Ayer fue una de las jornadas de mayor euforia popular registrada en muchos años a esta parte.
    Hasta entonces todo había sido expectativa, buenos augurios, esperanzas, en una palabra.
    Desde hoy en adelante comienza el tiempo de las realizaciones, de pasar «del dicho al hecho», aunque Mujica no ha perdido tiempo y comenzó a trabajar para esto al día siguiente de confirmar su elección.
    Pero la que viene es la parte más difícil y compleja seguramente para el entrante gobierno nacional.
    Los tiempos no son fáciles, a la pronunciada sequía que tuvo que hacer frente el gobierno saliente y cuyas consecuencias aún se sienten, le  continúan por estos meses inusuales período de lluvias permanentes e inundaciones con miles de evacuados y grandes pérdidas en la producción agrícola nacional y por ende en la economía del país.
    Seguramente el cambio climático, no es ya una perspectiva a tener en cuenta, como algo que puede llegar en los años venideros. El cambio climático ya está entre nosotros y quien no quiera verlo tendrá que negar la realidad que hoy tenemos en las condiciones de la naturaleza mismo.
    Seguro también que hay aspectos que aún ignoramos. Ignoramos si se trata de cambios permanentes o cíclicos y circunstanciales, pero que las condiciones agroclimáticas del país han cambiado, nadie puede negarlo.
    Este es sólo uno de los desafíos que se le presentan al nuevo gobierno, un gobierno que llega  cobijado por un gran apoyo popular y por las mayores esperanzas de una población que aspira a  dar pasos importantes durante la gobernación de Mujica en el combate del marginamiento y de la pobreza.
    Queda claro que la intención existe, que Mujica tiene credenciales de austeridad, honestidad y perseverancia para hacer lo que predica. No con esto están asegurados los resultados, pero si queda asegurada la posibilidad de intentarlo y de poner todo lo que haya que poner en ese sentido.
    El tiempo de la planificación, de la inversión del tiempo mismo en diálogo, en la búsqueda de los acuerdos se va terminando, para dar paso al tiempo en que necesariamente hay que empuñar la batuta y pasar a los hechos.
    Y como todo quien hace, se habrá de equivocar, seguramente tendrá defensores y detractores, gente que esté satisfecha y gente que le recrimine.
    Por el bien de todos, esperemos que los errores sean los menos y que una vez demostrados y probados fehacientemente, haya posibilidades de enmendarlos y los aciertos, los grandes aciertos que el pueblo espera nos hagan olvidar de lo demás.

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