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domingo, 3 de agosto de 2025
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Salto

El execrable “negocio” del turismo sexual

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Diario EL PUEBLO digital
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El denominado turismo sexual existe en todos lados, se mueve solapadamente bajo las sombras y pocas personas son las que lo manejan, mejor dicho, trafican con él, aunque los que lo usan y abusan son muchos más.
En realidad la denominación no es más que un eufemismo para ocultar el verdadero nombre que debería dársele, es decir, “explotación sexual de niños y adolescentes”.
La cuestión tiene varias lecturas.
En primer lugar ¿por qué se registra? Y en este aspecto hay varios factores que influyen para que exista. Lo esencial, que hay personas, si así se las puede llamar, dispuestas a vender a sus hijos, sobrinos, nietos y demás sin importarle que están destruyendo su vida.
Al mismo tiempo, en el origen de esta situación se hallan las penurias económicas que viven ciertos sectores de la sociedad, excluidos totalmente de las posibilidades de un mejor nivel de vida, los que se transforman en fáciles presas de esta situación, precisamente por la innegable necesidad.
Otro de los factores condenables de la situación es el hecho de que los “clientes” del turismo sexual suelen ser empresarios poderosos, autoridades y jerarcas de mediano y alto nivel dentro de la sociedad.
Si no existieran estos “clientes”, obviamente no habría tráfico sexual. Es más, en algunas ocasiones se descubren involucrados tras este tráfico a algunas de las autoridades que precisamente debieran controlar, fiscalizar y combatir estos delitos.
En Argentina se han registrado casos de niñas y adolescentes que son secuestradas, amenazadas y hasta golpeadas para obligarlas a ingresar a esta red y las que se resisten o se quieren salir, “ya sabemos lo que les pasa, aparecen muertas”, dijo la hermana Martha Pelloni, conocida activista de derechos humanos en Goya, y líder del movimiento “Infanciarobada”, en Corrientes, Argentina.
Salto no es una isla. Una ciudad que apuesta en alto grado al turismo, debe saber que enfrenta el riesgo de que surjan estas actividades execrables que destruyen vidas, sobre todo de niños y adolescentes.
¿En qué medida sabemos que esta situación existe al respecto?
En ninguna, por el sólo hecho de que aquí a nadie parece importarle el asunto y estas actividades no sólo son ilegales, ni que hablar que inmorales, sino que se desarrollan siempre a la sombra cómplice que generan determinadas autoridades.
Somos partidarios de seguir avanzando hacia una ciudad turística, pero no al punto de convertirnos en una ciudad de libertinaje, de tráfico sexual de niños y adolescentes, donde para ellos vivir se transforma en un calvario.
Lo peor que podemos hacer es desentendernos del asunto, ignorarlo o mirar hacia otro lado, porque esto es abonarles el camino a los traficantes, cosa que no admitiremos jamás.
Alberto Rodríguez Díaz

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