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EL DECÁLOGO DE ABRAHAM LINCOLN

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Estimados lectores. Hace algún tiempo, un amigo me pasó un audio sumamente interesante, a raíz de una conversación que mantuvimos respecto a la situación política, económica y social del Uruguay, que creemos que hoy más que nunca, encierra una sensata y para nada despreciable síntesis, de muchos ítems que hemos perdido como país.
En dicho audio, se marcaban algunas pautas que han servido a los Estados Unidos a convertirse en la potencia que es, en varios sentidos, pero la cual, tras los últimos acontecimientos vividos tras el asalto al Capitolio, arengado por un líder antidemócrata y lunático, fue puesto en jaque y bien le valdría la pena rememorarlo.
Sin desear ser iguales a los americanos del norte, pues nos separan tradiciones, visiones del mundo y de la vida misma, en muchísimos puntos; nos gustaría compartirlo con ustedes, pues entendemos que lo importante es el mensaje y la idea misma.
Comienza así: “¿Sabe usted dónde está el secreto de los norteamericanos? Es muy sencillo. Hace más de 150 años, aprendieron algo que en Latinoamérica pareciera que no aprendimos ni queremos aprender. Son sólo diez simples premisas, es el Decálogo de Abraham Lincoln:
1-Usted no puede crear prosperidad, desalentando la iniciativa propia;
2-Usted no puede fortalecer al débil, debilitando al fuerte;
3-Usted no puede ayudar a los pequeños, aplastando a los grandes;
4-Usted no puede ayudar al pobre, destruyendo al rico;
5-Usted no puede elevar al asalariado, presionando a quien paga el salario;
6-Usted no puede resolver sus problemas, mientras gaste más de lo que gana;
7-Usted no puede promover la fraternidad de la humanidad, admitiendo e incitando el odio de clases:
8-Usted no puede garantizar una adecuada seguridad, con dinero prestado;
9-Usted no puede formar el carácter y el valor del hombre, quitándole su independencia e iniciativa;
10-Usted no puede ayudar a los hombres, realizando por ellos permanentemente, lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismos”.
A esto podríamos agregar otra lección del gran Estadista y Presidente Abraham Lincoln: “Un político puede engañar a unos todo el tiempo, y puede engañar a todos por algún tiempo; pero, lo que no podrá lograr, es engañar a todos, todo el tiempo”.
Uruguay atraviesa por un indiscutible período de descreimiento del sistema político, por parte de la ciudadanía. Los últimos acontecimientos vividos la semana pasada, donde miles de compatriotas se autoconvocaron al margen de las instituciones imperantes (políticas, gremiales, sociales) para reivindicar anhelos y derechos; habla por sí sólo de la falta de liderazgos.
Los diez puntos o máximas, o como quiera llamárselas, constituyen un ideal en el cual, más allá de las idiosincrasias propias de cada nación, son pautas a tener en cuenta, para intentar dar un primer paso en la búsqueda de una solución –ni inmediata ni mágica-, a una honda problemática que planea sobre la vida política (en el sentido amplio), como es la dejadez moral, gran impulsora de otros muchos males.
En los últimos años, hemos sido testigos de cómo, de forma gradual pero a paso firme, los más simples valores (trabajo, respeto, esfuerzo, meritocracia, etc.) han caído en un desuso atroz, fomentado por el poder, al basarse éste en el credo de qué, cuanto más ignorante se es, cuanto más dependencia se tiene del Estado y cuanto más se pueda quitarle al que genera la riqueza para “redistribuirla”, se consigue una igualdad que más que igualdad se constituye en la mayor de las torpezas e ineficacias: el igualar hacia abajo, cercenando de esa forma el futuro del país.
Ese miope concepto, procura el alistar a una importante cantidad de acólitos, a quienes se convence de que, quien se esfuerza, se esmera, trabaja, se supera, progresa y se eleva en la vida; es el causante de sus frustraciones y por ende, debe de ser castigado.
Estamos convencidos que la batalla contra tanta mediocridad, puede ser ganada. Nuestro aporte para empezar a lograrlo: el Decálogo de Abraham Lincoln.

Por: Dr. Adrián Báez

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