La FAO preocupada por el fenómeno
Salto y el Uruguay todo no escapan al problema
Según una cita atribuida a Albert Einstein, si desaparecieran las abejas, a la humanidad le quedarían cuatro años sobre la tierra. No podemos afirmar que efectivamente así sea, pero es indudable que la incidencia de estos insectos en todo el mundo vegetal es innegable. La polinización de los vegetales es atribuida en algunos casos hasta en un 80 por ciento a las abejas.
La desaparición de las abejas es atribuida a diferentes factores pero básicamente a temas sanitarios, al cambio climático y al uso de algunos productos químicos cuyos residuos van a parar al organismo de estos insectos causándoles severos trastornos.
En algunos casos – Uruguay incluso – se ha comprobado la desaparición de un alto número de colmenas, colonias enteras han desaparecido sin dejar rastros. En algunos casos quedan algunos insectos muertos, pero ningún otro rastro, han explicado algunos apicultores.
En el departamento de Salto existen alrededor de 50 apicultores y a la Mesa Apícola concurren alrededor de 20, señaló José Ricardo Remedi, un apicultor con 25 años en el rubro que admite los problemas que enfrentan y la incertidumbre que se plantea con vistas al futuro.
La organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación se muestra preocupada por la situación y alerta por un posible caos, si ésta se acentúa.
SITUACIÓN
INQUIETANTE
A continuación
reproducimos un artículo
de la revista ecológica
digital “Sostenibilidad. com”
Según palabras de A. Einstein, la vida sin estos insectos sería un desastre global. “Al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida. Sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”.
Así de inquietante resulta que poco a poco las abejas vayan desapareciendo de muchos lugares del planeta.
La Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO) dice que hay 100 especies de cultivos que proporcionan el 90% de los alimentos en todo el mundo, y 71 de ellos se polinizan con las abejas. Sólo en Europa, el 84% de las 264 especies de cultivo y 4000 variedades vegetales existen gracias a la polinización por abejas.
En 2012, la población de abejas en Estados Unidos se redujo en un 60%, muy por encima del 5% o 10% habitual después de la temporada invernal, lo que ha llevado a expertos a calificar el 2012 como el peor año de la historia en apicultura. ¿Por qué están desapareciendo estos insectos?
Los pesticidas
En Oregón murieron 50.000 abejas a causa de los efectos de un pesticida, como ejemplo de cómo pueden afectar diversas sustancias. La Comisión para el Control de la Seguridad Alimentaria de la Unión Europea (EFSA) confirmó que la causa de la muerte en masa de las abejas en Europa es concretamente el uso de un tipo particular de fertilizantes, llamados neonicotinoides.
La mezcla de sustancias interfiere en los circuitos de aprendizaje del cerebro de los insectos. Los vuelve más lentos a la hora de aprender o se olvidan por completo de asociaciones básicas para su supervivencia, como relacionar el aroma floral y la comida. Las abejas, mueren porque no son capaces de alimentarse.
Así, la UE ha reaccionado, y este mismo 2013 ha vetado el uso de 3 pesticidas, y la medida se hará efectiva a finales de año para que los agricultores tengan tiempo a adaptarse.
Ácaros destructores
Ha sido el equipo de Christopher Connolly, (Univ. Dundee, GB), quien ha investigado el impacto de dos insecticidas (los neonicotinoides y coumaphos) utilizados en las colmenas para matar el ácaro Varroa.
Es un parásito externo de la abeja que se alimenta de su sangre. La cría de abeja morirá o nacerá con malformaciones que le impedirán atender las tareas de la colonia.
El resultado de los pesticidas, sólo dura 3 o 4 años, ya que se hacen inmunes. Se prueba ahora con nuevos tratamientos no contaminantes*: como aceite esencial de pomelo o azúcar en polvo.
Cambio climático y
contaminación
La contaminación del aire reduce la potencia de los mensajes químicos que emiten las flores y a las abejas y otros insectos les cuesta más localizarlas. El cambio climático agrava la situación porque altera la floración y cantidad de plantas por las épocas de lluvias, que afecta a la cantidad y calidad del néctar.
Terribles consecuencias
Por todo lo mencionado, la desaparición de las abejas provocaría una auténtica crisis alimentaria. Cerca de un 84% de los cultivos comerciales depende de la polinización que realizan. Como ejemplo, en Andalucía, en 1987 se esperaba buena cosecha de girasol, pero no lo fue, por la ausencia de colmenas debido a las pérdidas de abejas que causó el ácaro varroa.
¿Soluciones?
Bruselas ya ha actuado con el veto a los 3 pesticidas. Habrá que esperar a conocer nuevos datos tras su aplicación práctica.
En cuanto a la eliminación del ácaro, en EEUU han inventado un sistema eléctrico denominado Mitezapper, o atrapa-ácaros, un cuadro eléctrico que irradia calor y es eficaz en un 85%.
La Universidad de Pensilvania lo combate con ácido fórmico, y otros apicultores han constatado mediante azúcar en polvo. La Universidad del Mar del Plata (Argentina), ha ensayado con aceite esencial de pomelo, con resultados positivos.
En nuestro día a día también podemos combatir contra esta problemática actuando en la lucha contra el cambio climático y la contaminación, pero aún así, se nos plantean dudas como:
¿Existen otras medidas? ¿Estamos a tiempo de remediar o deberíamos trabajar también en la prevención de este fenómeno? ¿Están desapareciendo otros animales que a priori no nos parecen fundamentales pero sin su actividad no concebiríamos la vida?
Según una cita atribuida a Albert Einstein, si desaparecieran las abejas, a la humanidad le quedarían cuatro años sobre la tierra. No podemos afirmar que efectivamente así sea, pero es indudable que la incidencia de estos insectos en todo el mundo vegetal es innegable. La polinización de los vegetales es atribuida en algunos casos hasta en un 80 por ciento a las abejas.
La desaparición de las abejas es atribuida a diferentes factores pero básicamente a temas sanitarios, al cambio climático y al uso de
algunos productos químicos cuyos residuos van a parar al organismo de estos insectos causándoles severos trastornos.
En algunos casos – Uruguay incluso – se ha comprobado la desaparición de un alto número de colmenas, colonias enteras han desaparecido sin dejar rastros. En algunos casos quedan algunos insectos muertos, pero ningún otro rastro, han explicado algunos apicultores.
En el departamento de Salto existen alrededor de 50 apicultores y a la Mesa Apícola concurren alrededor de 20, señaló José Ricardo Remedi, un apicultor con 25 años en el rubro que admite los problemas que enfrentan y la incertidumbre que se plantea con vistas al futuro.
La organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación se muestra preocupada por la situación y alerta por un posible caos, si ésta se acentúa.
SITUACIÓN INQUIETANTE
A continuación reproducimos un artículo de la revista ecológica digital “Sostenibilidad. com”
Según palabras de A. Einstein, la vida sin estos insectos sería un desastre global. “Al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida. Sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”.
Así de inquietante resulta que poco a poco las abejas vayan desapareciendo de muchos lugares del planeta.
La Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO) dice que hay 100 especies de cultivos que proporcionan el 90% de los alimentos en todo el mundo, y 71 de ellos se polinizan con las abejas. Sólo en Europa, el 84% de las 264 especies de cultivo y 4000 variedades vegetales existen gracias a la polinización por abejas.
En 2012, la población de abejas en Estados Unidos se redujo en un 60%, muy por encima del 5% o 10% habitual después de la temporada invernal, lo que ha llevado a expertos a calificar el 2012 como el peor año de la historia en apicultura. ¿Por qué están desapareciendo estos insectos?
Los pesticidas
En Oregón murieron 50.000 abejas a causa de los efectos de un pesticida, como ejemplo de cómo pueden afectar diversas sustancias. La Comisión para el Control de la Seguridad Alimentaria de la Unión Europea (EFSA) confirmó que la causa de la muerte en masa de las abejas en Europa es concretamente el uso de un tipo particular de fertilizantes, llamados neonicotinoides.
La mezcla de sustancias interfiere en los circuitos de aprendizaje del cerebro de los insectos. Los vuelve más lentos a la hora de aprender o se olvidan por completo de asociaciones básicas para su supervivencia, como relacionar el aroma floral y la comida. Las abejas, mueren porque no son capaces de alimentarse.
Así, la UE ha reaccionado, y este mismo 2013 ha vetado el uso de 3 pesticidas, y la medida se hará efectiva a finales de año para que los agricultores tengan tiempo a adaptarse.
Ácaros destructores
Ha sido el equipo de Christopher Connolly, (Univ. Dundee, GB), quien ha investigado el impacto de dos insecticidas (los neonicotinoides y coumaphos) utilizados en las colmenas para matar el ácaro Varroa.
Es un parásito externo de la abeja que se alimenta de su sangre. La cría de abeja morirá o nacerá con malformaciones que le impedirán atender las tareas de la colonia.
El resultado de los pesticidas, sólo dura 3 o 4 años, ya que se hacen inmunes. Se prueba ahora con nuevos tratamientos no contaminantes*: como aceite esencial de pomelo o azúcar en polvo.
Cambio climático y contaminación
La contaminación del aire reduce la potencia de los mensajes químicos que emiten las flores y a las abejas y otros insectos les cuesta más localizarlas. El cambio climático agrava la situación porque altera la floración y cantidad de plantas por las épocas de lluvias, que afecta a la cantidad y calidad del néctar.
Terribles consecuencias
Por todo lo mencionado, la desaparición de las abejas provocaría una auténtica crisis alimentaria. Cerca de un 84% de los cultivos comerciales depende de la polinización que realizan. Como ejemplo, en Andalucía, en 1987 se esperaba buena cosecha de girasol, pero no lo fue, por la ausencia de colmenas debido a las pérdidas de abejas que causó el ácaro varroa.
¿Soluciones?
Bruselas ya ha actuado con el veto a los 3 pesticidas. Habrá que esperar a conocer nuevos datos tras su aplicación práctica.
En cuanto a la eliminación del ácaro, en EEUU han inventado un sistema eléctrico denominado Mitezapper, o atrapa-ácaros, un cuadro eléctrico que irradia calor y es eficaz en un 85%.
La Universidad de Pensilvania lo combate con ácido fórmico, y otros apicultores han constatado mediante azúcar en polvo. La Universidad del Mar del Plata (Argentina), ha ensayado con aceite esencial de pomelo, con resultados positivos.
En nuestro día a día también podemos combatir contra esta problemática actuando en la lucha contra el cambio climático y la contaminación, pero aún así, se nos plantean dudas como:
¿Existen otras medidas? ¿Estamos a tiempo de remediar o deberíamos trabajar también en la prevención de este fenómeno? ¿Están desapareciendo otros animales que a priori no nos parecen fundamentales pero sin su actividad no concebiríamos la vida?
“Hay insecticidas que matan las abejas”, dijo el apicultor José Remedi
Este año la lluvia provocó una mala producción de menos del 50% en la apicultura, se espera una zafra peor para el 2015
José Ricardo Remedi, es apicultor desde hace 25 años aproximadamente e integrante de la Mesa Apícola de Salto, un grupo de apicultores que es parte de la Fomento Rural Salto como una sub comisión especialmente formada para tratar temas vinculados a la actividad de la crianza de las abejas.
En Salto existen unos 50 apicultores, contando la localidad de Constitución y Belén, pero a la Mesa concurren alrededor de 20 productores de miel.
Esta actividad se encuentra en todo el departamento, pero es mucho más concentrada a unos quince o veinte kilómetros al este del río Uruguay, en los alrededores de la ciudad, aunque hay en otros lugares más de campo, pero son menos y en esos casos depende de otra floración.
La mayoría de los apicultores en Salto lo tienen como un rubro complementario, no es un sector que requiera tanta inversión, se puede arrancar de a poco, además no se necesita de un lugar físico, generalmente los lugares de las colmenas son espacios que brinda un productor y requieren poca inversión pero es una producción cuyos resultados se ven a largo plazo.
UN PRODUCTO 100% EXPORTABLE
Dentro de los productos que se obtienen con la apicultura, la miel es el principal rubro, aunque hay apicultores que producen núcleo, otros propóleo, después jalea real y polen, pero estos últimos dos productos se obtienen en menor cantidad.
La apicultura de Salto representa en el global de todo el país un nivel de producción mediana, los más altos índices se dan en otros departamentos como Colonia y algunos que se ubican más al centro del país.
“Todo termina en cuatro o cinco firmas exportadoras de Montevideo, es una producción 100% exportable y los precios son buenos. El país todo es consumidor, pero es poco el consumo por persona y eso es algo que tendríamos que tratar que se incremente”, dijo Remedi.
A nivel internacional, Alemania y Estados Unidos son los dos países a los que más se exportan estos productos provenientes de la apicultura.
LA MIEL DE AZAHAR ES DE MUY BUENA CALIDAD
Según indicó este apicultor, tanto Salto como Paysandú, son dos departamentos que se caracterizan por tener miel de muy buena calidad cuando el clima así lo permite, sin embargo ésta no es una de las mejores zonas del país para la apicultura por los intensos calores de la temporada estival, ya que esta actividad no se ve favorecida por las altas temperaturas.
“Si bien tenemos la miel de Azahar que cuando se produce es de muy buena calidad, no es algo que todos los años se la pueda producir, eso depende mucho del clima”, comentó.
UNA ZAFRA NEGATIVA POR LAS LLUVIAS
Cada zafra es diferente en la obtención de productos derivados de las abejas, ya que esta producción es una de las que está más directamente vinculada al clima, mucho calor las afecta y lluvias abundantes también.
En este sentido, esta última zafra no ha sido muy favorable para sus productores, ya que la primavera del 2014 ha sido muy lluviosa y ha generado una muy baja producción y si el clima continúa así (con un verano también lluvioso según los pronósticos), no va a ser una buena zafra.
“En esta zafra se vino a menos del 50% en la producción y eso es bastante. Algunos productores grandes han llegado a menos todavía y aún están dependiendo de la cosecha de otoño. El clima es el que gobierna la producción”, indicó Remedi.
La abeja necesita una buena temperatura y días de sol, si llueve, la flor empieza a liberar néctar a los tres o cuatro días después de recibir el agua.
Estos últimos tiempos ha estado lloviendo cada tres o cuatro días lo que implica que cuando la flor comienza a liberar néctar vuelva a frenar nuevamente por la lluvia, así la flor se pierde y cae, perjudicando a las abejas.
ESTE AÑO NO SE SABE SI HABRÁ SUBSIDIO DEL GOBIERNO
Según indicó el tesorero de la Comisión Directiva de la Mesa Apícola de Salto, el año pasado el gobierno dio un subsidio por mala producción a los apicultores que se encontraron en peores condiciones. El mismo se dio a quienes estaban ubicados del río Daymán hacia abajo, porque Salto fue muy castigado el año pasado por muchas lluvias y eso afectó más que nada a los productores ubicados río abajo del Daymán. “Este año no se si habrá algo de eso, aunque este año fue más grave y hubo menos producción que el año pasado”, comentó.
LOS INSECTICIDAS MATAN LAS ABEJAS
Otro de los mayores problemas que atraviesan los apicultores, además del cima, está vinculado al uso de insecticidas en los cultivos por parte de otros productores de la zona. “Tratamos de luchar porque el productor utilice otro tipo de insecticidas más amigables con el medio ambiente, en eso estamos, lentamente se va logrando, pero no es fácil. El productor cuida su cosecha y a veces utiliza productos que son más agresivos, pero se trata de buscar que se utilicen productos que sean más amigables con el medio ambiente y con la abeja. En la soja por ejemplo hay productos que si se aplican eliminan la abeja, cuando hay otros productos que no son tan severos y eso es lo que buscamos que se usen cada vez más”, concluyó.
Expertos advierten que están sufriendo; miel que producen cayó a la mitad
Desaparecen colonias de abejas y no dejan rastro
Un uruguayo perdió 100 colmenas con cerca de seis millones de abejas. «Se fueron», lamentó. En EE.UU. esto se conoce como «colapso de las colonias». Expertos advierten que el fenómeno no está instalado en Uruguay pero sería cuestión de tiempo.
Álvaro visitó sus colmenas. Vio los panales, el estado general de las abejas, su actividad, el alimento, las crías, la producción de miel, todo estaba en orden, aparentemente. A los 15 días volvió. No estaban.
«Eran unas 100 colmenas», rememora en diálogo con El País, Álvaro Guerrero, presidente de la Sociedad Apícola Uruguaya. Productor del sector, tenía 200 colmenas, por lo cual pudo continuar con su empresa pero asegura que la pérdida (registrada hace unos años) lo afectó considerablemente.
Según cuenta, encontró los panales vacíos, sin rastro de las abejas. En la mayoría se había ido la reina incluida. Si se considera que cada colmena tiene una cantidad promedio de 60.000 abejas, la cantidad que desapareció ronda los 6 millones.
Curiosamente, el apicultor no encontró testimonio alguno de alguien que viera los cadáveres o las abejas en movimiento a través del campo. Hasta el día de hoy no sabe qué sucedió.
«Quedaron los cajones vacíos y la colmena abandonada, con las reservas de miel incluidas», rememora. «De tener un apiario con 30 cajones llenos a punto de cosechar, fui y encontré todo vacío. Había unas pocas muertas y el resto no estaba. Se fueron las abejas».
Guerrero no es el único productor que ha pasado por esta situación en Uruguay. Según cuenta, el problema de la mortandad de las colmenas ha incidido en que la cantidad de apicultores en pocos años haya bajado de 4.500 a 3.100. Algunos perdieron todas sus abejas.
Entre las razones que se consideran como posibles para este fenómeno están la acción de gérmenes que agreden a las abejas, el uso de pesticidas en la agricultura, cambios en el clima y hasta la tecnología de los dispositivos móviles (las antenas podrían desorientarlas).
El problema ha hecho estragos en el hemisferio norte. En Estados Unidos alcanzó tal nivel y fue tan impactante que se definió como un problema en sí mismo: «problema de colapso de las colonias» o «síndrome de despoblación de colmenas» (en inglés colony collapse disorder).
Karina Antúnez, doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE) asegura que en Uruguay el fenómeno todavía no es tan serio como para hablar de un síndrome de desaparición establecido como en los países del hemisferio norte.
«Colapso de las colmenas en Uruguay no hay, sí hay pérdida de colmenas», matizó Antúnez, referente en la materia. El IIBCE relevó un grupo de establecimientos durante dos años junto al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y encontró muchos contaminados con varroa, un ácaro que ataca a las colmenas y las puede matar. En otros registraron errores del manejo de los productores.
En muchos, estos elementos se asociaron con la aplicación de pesticidas en las inmediaciones. Por ahora, apunta Guerrero, los productores han podido sustituir las colonias que pierden (sea por factores explicables o no), por lo cual la cantidad de colmenas a nivel país se ha mantenido estable.
Sin embargo, hay señas que ponen en alerta a los especialistas sobre la instalación del fenómeno de desaparición. En cinco años la producción de miel en Uruguay pasó de ser 36 kilos por colmena a ser solo 17.
Antúnez asegura que en la medida en que todos los factores de riesgo presentes en países del norte ya están en Uruguay, la instalación del síndrome como tal sería cuestión de tiempo. «Los agrotóxicos, los monocultivos, los pesticidas, ya están debilitando las colmenas, eso es seguro», subraya.
Cuando hay grandes plantaciones de una única especie, como ser un tipo de eucalipto o soja, la abeja ingiere un único polen y su sistema inmune se ve afectado, es decir, pierde defensas para protegerse de los patógenos que la atacan.
Otro elemento que para la especialista debería ser controlado es el ingreso de abejas de países vecinos. Desde Argentina o Brasil, advierte, se traen abejas que es posible vengan con cepas de ácaros y virus más agresivos que los que hay en Uruguay. Las abejas locales podrían no estar protegidas para defenderse de ellos.
En otros casos, los pesticidas las alcanzan directamente. Se rocía sobre un monte y las abejas se encuentran en la zona más baja polinizando, por ejemplo. Tampoco está claro qué puede estarles causando el polinizar soja transgénica.
Guerrero apunta que el efecto en Uruguay puede ilustrarse con los zapallos. «Si aislás una flor y no tiene acceso a insectos polinizadores, aborta, no genera un zapallo», ejemplifica.
«Entre todos esos polinizadores, pongamos que 60% son abejas. El dato es estimado pero quiere decir que 60% de la producción nacional de zapallo depende directamente de ellas».
En el caso de los tomates, si las plantas son polinizadas se descartan 10% menos; lo mismo sucede con las manzanas y los arándanos. «Y la soja polinizada produce más granos por chaucha y más peso por grano», agrega Guerrero.
Antúnez advierte que la pérdida de abejas podría afectar fuertemente al país. Un hecho sencillo pero real es que podría tener menos flores, no solo menos alimentos naturales.
«Hay un montón de factores que están afectando a la apicultura en Uruguay, vamos a ver las consecuencias» si no hacemos algo, asegura la especialista de cara a los próximos años.
Nota de Leticia Costa Delgado en “El País” Digital.
Consultado por EL PUEBLO dijo que “falta de oferta floral” genera impacto negativo en las abejas
Ingeniero Mancuello prevé un “panorama complicado” para la apicultura por el cambio climático y uso de agroquímicos
«El panorama es complicado no solamente en Salto, sino también en todo el país. Hay dos factores que inciden claramente en el sector apícola, el cambio climático y el intenso uso de agroquímicos en las plantaciones. Porque cuando la abeja va a trabajar a diferentes cultivos ahí es donde se ve afectada”, informó a EL PUEBLO para el presente informe, el ingeniero agrónomo, Juan Marcelo Mancuello, quien fue señalado por varios productores apícolas como un técnico conocedor de la realidad que atañe al sector.
Conforme a esto, Mancuello fue consultado al respecto y dijo que “el cambio que se está produciendo en la flora apícola, donde hay cada vez menos praderas tanto en el Uruguay como en la región, ya que hay cada vez más cultivos agrícolas como los de soja, avena, cebada, sorgo, entonces la abeja cada vez tiene menos lugares para ir a trabajar su alimento”.
Esto incide claramente tanto en el desarrollo productivo del sector “como en la supervivencia de la propia colmena”, porque Mancuello aclaró que “no solamente han bajado enormemente los rendimientos, sino que para que la abeja pueda sobrevivir se está haciendo cada vez más difícil”.
La realidad del sector ha determinado que haya un “estancamiento y hasta un descenso”, en la cantidad de apicultores en todo el país, inclusive en Salto, dijo Mancuello, ya que asintió que “hay muchos productores apícolas que se jubilan y sus hijos no siguen con el negocio, porque hoy en día no les es redituable, ya que quienes tienen que comenzar de cero, con la logística y todo lo que implica la tarea, la situación actual no amerita las inversiones necesarias para eso”.
FUTURO COMPLICADO
Por su parte, el ingeniero agrónomo Juan Marcelo Mancuello aseguró que el futuro que se avizora para el sector al corto plazo, es “bastante complicado”. Porque si bien “esto no implica la desaparición de las colmenas, cada vez un apicultor tiene que contar con más colmenas para poder tener un buen ingreso económico”.
Asimismo, el ingeniero consultado afirma que en relación al mercado de la miel en Uruguay, que el nivel de consumo “es estable”, porque indicó que en todo el mercado uruguayo solamente se consume el 5 por ciento, ya que el restante 95 por ciento, es para exportación.
“Todo lo que produzca el país en este sector se va a vender siempre, porque es muy buena mercadería, el tema es que los costos son cada vez mayores, el costo del combustible es exagerado, es cada vez más alto y eso genera costos operativos cada vez mayores sobre todo de personal y al tener menos rendimientos, hay que tener más colmenas para poder tener ingresos”, esgrimió.
Añadió que por el momento “no se están manejando alternativas para superar las adversidades al corto plazo y el cambio climático es muy difícil que el hombre lo pueda superar, porque la intensidad de las lluvias que están cayendo, donde llueve una vez por semana, es algo que nunca antes había pasado y eso el hombre no lo puede manejar, las altas temperaturas y al haber poca oferta floral, al estar mal nutridas, es peor para ellas todavía. Cuando están mal nutridas, la supervivencia es cada vez peor”.
¿Por qué se están muriendo las abejas?
El aleteo de una abeja soviética puede causar la destrucción de uno de los principales sectores agrícolas de Estados Unidos. La nación norteamericana produce la mitad de las almendras que se consumen en el mundo, pero desde 2009 su producción se ha desplomado, como en el resto del planeta. Sin las abejas, encargadas de la polinización del cultivo, el almendro no florece; y en la última década, por la sinergia de varios factores catastróficos, tanto climáticos como sanitarios, se está produciendo una mutilación progresiva de la especie. Como en el principio de la novela de Pynchon, ha ocurrido otras veces pero ahora no hay nada con qué compararlo.
La ONU está preocupada. Teniendo en cuenta que un 75% de los cultivos del mundo dependen de la polinización de las abejas y otros insectos, no es de extrañar que el organismo encargado de la supervisión de la biodiversidad del planeta, el IPCC, fundado en 2012, instase hace pocas semanas a los expertos a documentar las causas científicas que las están matando. Los índices de mortandad de hasta el 15% se consideran normales, pero la media actual es del 30 por ciento llegando en las poblaciones más críticas al 80%.
Viene de lejos, pero la noticia no salió del armario hasta que el lobby de la industria de las almendras en Estados Unidos empezó a airear el asunto. Estaban perdiendo millones de dólares y necesitaban a las abejas. Por eso ahora se paga el alquiler de una colmena a 150 dólares para la época de polinización, el doble de su valor. En España, el precio ronda los 80 euros de media.
En ocasiones, el fenómeno se ha tratado como un misterio. Comenzó a registrarse en 1999 y se conoce como síndrome de despoblación de colonias (CCD Colony Collapse Disorder), pero nada tiene que ver con la abducción.
Además de factores locales, como las especies invasoras, existen al menos tres causas globales objetivas que explican el fenómeno: la varroa, un parástio que se extendió desde Asia en la segunda mitad del siglo XX; el cambio climático, con máxima incidencia en 2004; y los neonicotinoides, una familia de insecticidas comercializados de forma masiva por las multinacionales.
Primera causa: un parásito de nombre ‘varroa’
En los 50, la Unión Soviética desarrolló un plan de expansión de su agricultura. Entre otras medidas, los comunistas apostaron decididamente por la apicultura. Tomaron una raza de abeja europea y la llevaron a Asia para explotar la producción de miel en sus zonas de influencia. Hasta 1964 no comprendieron que mediante ese sencillo movimiento habían iniciado un efecto dominó.
Las abejas asiáticas estaban infectadas por la varroa. Ellas eran inmunes, pero la raza europea no podía defenderse y fueron pasto del parásito. «Cuando se dieron cuenta de la que habían armado ya habían iniciado un comercio importante de reinas. Los rusos habían introducido las abejas infectadas en los países de su órbita, como Bulgaria a Rumania», relata a Teknautas el biólogo Antonio Gómez Pajuelo, miembro de la asociación de fomento de congresos apícolas (AFCA).
Precisamente en Rumania comenzó a explotarse una especie de abeja que inmediatamente obtuvo un gran éxito comercial. Comenzaron a exportarse de forma masiva. En 1975, se detectó en África una población de abejas con varroa. En los 80 el parásito entró en Francia y Alemania; en España, lo hizo hacia el año 1985. Pronto cruzó el Atlántico hasta Latinoamérica.
«Es un parásito que chupa la sangre de las abejas. Debilita su organismo y daña su sistema inmunitario; pueden desarrollar cualquier enfermedad colateral. La varroa es el mayor problema de la agricultura en todo el mundo», agrega el experto.
Segunda causa: el cambio climático
Su vínculo es tangencial, pero influyente. Tiene que ver con su incidencia sobre las lluvias y, en consecuencia, sobre los procesos de floración de que dependen las abejas para sobrevivir. La esperanza de vida de una abeja es de cuarenta días. Les da tiempo a volar una media de 800 kilómetros y para que puedan hacerlo la temperatura idónea debe rondar los catorce grados centígrados. Por eso en invierno no deberían volar, aunque lo hacen porque en otoño no han podido acumular suficientes reservas.
En general, existen colmenas con poblaciones desde 25.000 a 45.000 abejas. El número oscila a lo largo del año: crece en primavera y otoño y disminuye en verano e invierno, en función de factores como el clima, la calidad de la reina o los nutrientes a su disposición en el entorno. En ese sentido, su alimentación depende directamente de la floración, proceso que está siendo modificado de forma radical.
«La renovación de las abejas es como la piel, las células nuevas sustituyen a las muertas. Las abejas que nacen en otoño en invierno no vuelan porque necesitan que caliente el sol. Una colmena sobrevive bien al invierno cuando ha habido una buena floración en otoño y obtienen el néctar suficiente. Si una colmena ha gozado de una buena floración y entra en invierno con abejas jóvenes puede aguantar, pero ahora en las floraciones de otoño no llueve lo que tendría que llover, o llueve mal, con grandes diluvios en septiembre, y eso no sirve», sostiene Gómez Pajuelo.
Según la NASA, el último gran despunte del calentamiento global se produjo entre 2004 y 2005, con temperaturas históricas, etapa que coincide con los máximos registros de muertes de abejas en el mundo. Al no existir una floración adecuada, las colmenas entran en el invierno con abejas demasiado viejas, incapaces de superar la estación fría.
Fueron dos multinacionales, Bayer y Syngenta, quienes comenzaron a comercializar un tipo de semilla blindada, impregnada con fertilizantes y neonicotinoides. Su función era prevenir las plagas, pero ha terminado por convertirse en una arma de destrucción masiva de las poblaciones de polinizadores. Durante décadas se han vendido semillas de este tipo en todo el mundo, sobre todo de maíz, soja y colza.
No se trata de cultivos que polinicen directamente las abejas, pero se ha demostrado que pueden contaminar la tierra e impreganarla durante años, de tal forma que cuando se renueva el cultivo, como ocurrió en Francia con los girasoles, llega a las nuevas generaciones de plantas. «Los agricultores franceses se levantaron porque las poblaciones de abejas que polinizaban el cultivo estaban desapareciendo. El ministerio de agricultura creó un comité de sabios y en 1999 se prohibió un tipo de un neonicotinoide, el Gaucho».
En Europa, desde el 1 de diciembre de 2013, y durante un período de de dos años, la autoridad europea de seguridad alimentaria (EFSA) ha prohibido la venta de este tipo de semillas blindadas. «En Estados Unidos de momento no se ha seguido. Aquí la restricción ha dañado a las multinacionales y están trasladando sus oficinas a América. Creo que dos años no son suficientes para recuperar la tierra».
«Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres», dijo Alber Einstein.