La historia comienza varios años antes de que los niños lleguen a tercer año de escuela. Entre 2018 y 2020, miles de alumnos de educación inicial fueron evaluados con el Inventario de Desarrollo Infantil (INDI), una herramienta creada por la Universidad de la República para observar cómo crecen las habilidades cognitivas, motoras, socioemocionales y de disposición para el aprendizaje en la primera infancia. Esos registros quedaron guardados en bases de datos del sistema educativo, sin saber aún qué dirían del futuro escolar de esos niños.
Tres años después, en 2023, muchos de esos mismos alumnos participaron en Aristas, la evaluación nacional que mide los desempeños de lectura y matemática en tercero de primaria. Por primera vez, fue posible vincular ambas mediciones y seguir un hilo continuo entre lo que los niños mostraban cuando tenían 4 y 5 años y lo que lograron a los 8 o 9. Ese hilo —meticuloso, técnico, pero revelador— es el que analiza el informe del INEEd y del equipo del INDI presentado en 2025.
Qué mostraban los datos de la primera infancia
El análisis revela que entre un 11 % y un 20 % de los niños evaluados en nivel 5 presentaba rezagos en al menos un área del desarrollo. Las dificultades más marcadas aparecían en el desarrollo motor y en los comportamientos internalizantes. Al mismo tiempo, el funcionamiento ejecutivo —la capacidad de concentrarse, organizar y regular la conducta— surgía como una de las fortalezas más extendidas.
También se observaban desigualdades claras: las niñas tendían a obtener mejores puntajes en lenguaje, habilidades lógico-matemáticas, desarrollo motor y socioemocional. Las diferencias por contexto eran aún más marcadas: los niños provenientes de hogares y escuelas con mayores niveles socioeconómicos mostraban mejores desempeños en todas las áreas.
El puente entre la infancia y la escuela
Cuando esos mismos estudiantes fueron evaluados en Aristas, las asociaciones surgieron con nitidez. La dimensión que más influye en el desempeño posterior es el desarrollo cognitivo, y dentro de él, las habilidades lógico-matemáticas. Los niños que mostraron mejores puntajes en esta área en inicial son también quienes, tres años después, obtienen resultados superiores tanto en matemática como en lectura.
Otros componentes, como el lenguaje, el descentramiento y el funcionamiento ejecutivo, también se relacionan positivamente con el rendimiento escolar. Incluso el desarrollo motor y la disposición para el aprendizaje muestran asociaciones significativas, aunque de menor magnitud.
El informe destaca un detalle metodológico que, lejos de ser técnico, habla de la vida real: cuanto más próxima en el tiempo es la medición del INDI (por ejemplo, la de nivel 5), más fuerte es la relación con los resultados escolares. La trayectoria se cocina temprano y se confirma pronto.
La extraedad, una consecuencia más que una causa
Uno de los hallazgos más llamativos es que el rezago escolar —expresado en la extraedad— parece tener raíces más profundas. Cuando los modelos estadísticos incorporan el desarrollo infantil temprano, la extraedad deja de ser un factor explicativo. Dicho de otro modo: los niños repiten porque llegan a primaria con un desarrollo ya rezagado, y no al revés. El INDI, entonces, se revela como una herramienta que no solo describe el presente, sino que ilumina el futuro.
¿Se puede anticipar quién tendrá dificultades?
El estudio también utiliza técnicas de aprendizaje automático para predecir qué niños podrían obtener desempeños bajos en tercero de escuela. Las variables con mayor peso en esa predicción fueron:
- el estatus socioeconómico del hogar;
- el desarrollo cognitivo;
- las habilidades lógico-matemáticas;
- el contexto socioeconómico de la escuela;
- el puntaje de lenguaje.
El modelo logra distinguir con precisión razonable a quienes tienen mayor riesgo de desempeños descendidos, una señal de que las intervenciones preventivas podrían llegar con meses —o incluso años— de anticipación.


Una invitación a mirar más temprano
Más que conclusiones, el informe deja una invitación: mirar antes, mirar mejor y actuar cuando aún estamos a tiempo. Los datos muestran que las diferencias en el desarrollo infantil no son anecdóticas: se transforman en brechas educativas concretas. Y, al mismo tiempo, señalan un camino posible: fortalecer el desarrollo cognitivo temprano tiene un impacto tan grande como el contexto socioeconómico del centro educativo, históricamente uno de los factores más determinantes del desempeño escolar en Uruguay.
El estudio recuerda que la primera infancia no solo es una etapa: es una oportunidad.









