Poner en conocimiento escritores uruguayos de hoy, en especial aquellos muy poco difundidos al menos en esta parte del país, es el objetivo primordial de esta sección que periódicamente hemos venido ofreciendo a los lectores de EL PUEBLO. Hoy es el turno de dos mujeres, ambas montevideanas, Magdalena Ferreiro y Dina Díaz, de las que a continuación compartimos una breve reseña y algunos textos.
Magdalena Ferreiro:
(Montevideo, 1972). Estudió Comunicación y Lingüística. Algunas obras publicadas: «Trinitaria» (Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2001) y «Villa de Niebla» (Montevideo, Artefato, 2004). Ha obtenido premios y menciones en concursos literarios organizados por la Intendencia Municipal de Montevideo, la Fundación Lolita Rubial y el Instituto Nacional de la Juventud, entre otras instituciones uruguayas.
Ha leído sus obras en el Cabildo de Montevideo, los Archivos Nacionales de Canadá y la sede canadiense de la Universidad Nacional Autónoma de México. Textos suyos han aparecido en «Crisálida, doce ficciones uruguayas» (Montevideo, Octavo Piso Editores, 2005), en la revista uruguaya Letra Nueva y en diversas publicaciones electrónicas.
VIGILIA
En el supermercado el cartel las ofrece cocidas, pero las langostas aún están vivas y se rozan con sus pinzas, sin intuir el beso feroz del agua. La clientela ávida las estudia en una soterrada competencia: cada cual quiere la más suculenta, la más hermosa, y esa, la elegida, será la primera en probar el ardor del bautismo.
Al costado un cangrejo espera suerte parecida, pero no tiene ningún semejante con quien establecer contacto en el corredor de la muerte revestido de vidrio azul.
En la góndola de enfrente, vitaminas y hierba de San Juan. Más allá, granadas y mangos. Los lácteos al fondo, en su polo propio. Y aquí, esperando sin saber, preguntándose por qué de pronto el mundo se ha vuelto tan estrecho, el cangrejo y las langostas, condenados a protagonizar una cena perfecta o un desayuno atípico. Como esos que aún me estás debiendo pero me niego a cobrarte.
PIEL
¿Estás desnudo? Bueno, es todo lo que necesitamos.
No me servirías enjaezado, no sabría cómo cabalgarte por estos parajes; jamás aprendí a vestirme, a calzarme, a hablar siquiera.
No he sabido cazar, apenas alimentarme. Sé encontrar agua y aprendí que sólo deben comerse aquellas frutas que antes picotearon los pájaros. Ojalá, como ellos, supiera yo reconocer el veneno antes de probarlo. Con esa sapiencia en mi bagaje, tal vez ahora viviría. Pero busco las huellas de los picos desesperados y tomo el agua de algún que otro arroyo y así mantengo esta existencia que no es tal, que no se parece a nada.
Soy libre. Estoy sana. Tampoco llevo ropas y no podría aprobarte con ellas.
Por eso, ¿estás desnudo? Muy bien. Entonces podemos comenzar.
Dina Díaz:
Profesora de literatura. Dirige talleres de escritura desde 1985. Desde que tiene memoria escribe, en el aire y olvida o en el papel y rompe, impulsada por un viejo temor de que el mundo quede sepultado bajo una hojarasca de decires inútiles. Sin embargo en poesía ha publicado «De los modos del morir» (Ediciones «El lagrimal trifurca», Rosario, Argentina, 1986) «Desde este lugar otro» (Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo 1991) «Sospechas y silencio» (Ático Ediciones, Montevideo 2006). En narrativa se ha editado «Una ventana para el Pájaro» (Ed.. Letradura, Montevideo 2005) y «Hombrecillos hombrecillos comportarse» (2012). Cuentos suyos han aparecido en antologías, revistas y suplementos.
LA CALMA
I
El sol del mediodía
una garza blanca sobre una piedra negra
el mar soñoliento pule la piedra.
II
Una mano posada
Sobre un vientre dormido.
III
Impasible quieto
como un amor antiguo
con los secretos remolinos
escondidos en el hondo fango,
el lago entrega sumisamente
su verde azul
al azul del cielo.
IV
Crepitó la tierra
y crujió el cielo
sin embargo
tersa permanecía
la superficie de los lagos
y dulce la miel
que bebían las locas aves.