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domingo, 3 de agosto de 2025
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Carmen “Pocha” Rodríguez Igari, una mujer de Fe inquebrantable

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– La ayuda de Dios y las ganas de ver crecer a su único nieto, en ese momento, fue lo que le dio fuerzas para luchar contra el cáncer.

ALDORSOEn el marco de una nota por Casa Amiga, me cautivó su buena disposición, su presencia, elegancia, simpatía, el ánimo y la fuerza que tiene a pesar de ser una paciente oncológica, motivo por el cual decidí entrevistarla.

Para dar a conocer el testimonio de quien no bajó los brazos cuando le confirmaron la enfermedad que padecía. Resulta grato además destacar su historia personal, tan emotiva que transmite pureza, y amor que en estos tiempos ya no es tan usual.

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Nació el 19 de setiembre de 1939 (71 años). Tuvo cáncer a los 59 años. “Fue un cáncer de mama muy avanzado, pero la ayuda de Dios y las ganas que puse de ver crecer a mi único nieto en ese entonces (que tenía 3 añitos y hoy tiene 14). Ese niño se sacaba las sandalias y se subía arriba de la cama en el sanatorio y ponía el bracito tal como lo tenía yo cuando recibía la quimioterapia. Era algo que me conmovía muchísimo. Yo no tuve abuelos, porque fallecieron cuando yo era muy pequeña, y mi mamá falleció hace 55 años. Entonces lo que más quería era que ese niño tuviera recuerdos de familia, y gracias a Dios ahora tengo 3 nietos y los disfruto a los 3 muchísimo: Juan Ignacio de 14, Sofía de 4 y Sara de 8 meses. Son un tesoro”.

SUS RECUERDOS COMO MAESTRA RURAL

Dedicó muchos años de su vida a trabajar, es maestra; fue maestra rural.

Recibió el título el 21 de febrero de 1961 y en el magisterio le dieron a elegir entre Pepe Núñez o Cambará de Arapey.

Eligió Cambará y así fue como empezó a trabajar el 15 de marzo de ese mismo año como directora de la escuela Nº 41.

En ese entonces no había ómnibus que llegara a la escuela. “Salía en la empresa San Cono a las 3 de la mañana de Salto, llegué a Pueblo Ramos a las 3 de la tarde, en la fonda de un señor (Ramos) almorcé una tortilla de chorizo y Luis Fagúndez, nos llevó con la maestra de Mataojito (Escuela Nº 51), a mi tía (que me acompañó en ese momento), y a mí, en un carro de pértigo.

Llegamos a la escuela de Cambará a las 9 y media de la noche. Estoy agradecida al magisterio que me hizo conocer lugares del interior profundo. No había correo, iba un chasque, un hombre a caballo iba hasta Cuchilla de Guaviyú a levantar las cartas cuando el Paso del Horno lo permitía.

Eran 23 alumnos, en seis clases (de 1º a 6º). Tuve la ayuda maravillosa de un maestro, Hugo Ariel Camacho Igari, primo hermano que me preparó para trabajar en clases múltiples. Llegué a la escuela con los sueños del maestro, con esas ganas de hacer todo, yo era joven y muy flaquita. No di mucha confianza a los padres cuando me conocieron por primera vez.

Dijeron. –“Pobrecita, los alumnos van a poder con ella”. Pero el primer día de clase abrí la puerta del salón y una ventana, y el alumno más grande saltó por la ventana. Entonces le dije “-

Para atrás, para delante, cinco veces”, y él con la sorpresa saltó, lo hice entrar y salir cinco veces. Y ese chico lo recuerdo con mucho cariño porque fue mi compañero y me ayudó y me enseñó a vivir en campaña. Es distinto el niño rural al niño de la ciudad. La única información que tenían la tenían por el maestro. Entonces eso crea un compromiso mayor, porque no había casi radios, en ese tiempo aparecían las radios transistores. Yo me compré una “Spika” chiquitita y todos me rodeaban para escuchar.

Yo me sentía la madre de aquellos 23 niños y las familias creyeron en mí, me apoyaron en todo porque vieron era una persona con mucha fuerza. En Cambará tuve un año, y luego pasé a Cuchilla de Guaviyú (a la escuela Nº 52). Después pasé a colonia Lavalleja (Escuela Nº 19). Luego saqué efectividad, y la elegí en Colonia Itapebí (escuela Nº 21). Ahí estuve 4 años.

SU VIDA AMOROSA

En su temporada en Colonia Itapebí conoció a su novio, pasaba en el COA. Siempre que sabía que él iba a pasar lo esperaba conduciendo algo. Manejando un carro, aprendió a manejar en un “Chevrolet” viejo del año ´29., para que él la notara, pero él “no le daba corte”.

Él; salteño, había vivido muchos años en Montevideo, pero tenía un campo en Arapey, entonces pasaba por ahí, en conducción particular o en el ómnibus. En ese entonces eran “-Adiocitos nada más. En ese tiempo había que caminar mucho para llegar a algo. Pero llegué y me casé con él”: Juan José Fernández (“Choché”). Con quien casó en 1967.

Lo vi pasar un día en una camioneta verde con dos personas, uno era rubio. Llegué al Instituto Normal y dije. “-Vi un rubio en una camioneta verde” y una de mis compañeras me dijo “-Es Choché Fernández”. No lo ví más en todo el año. Al año siguiente lo vi menos aún, porque se fue a Bañados de Medina (en Cerro Largo). Pero alguna vez lo vi cuando venía, y siempre me acordaba del “rubio de la camioneta verde”. El tercer año, que estaba en Paysandú lo vi un poquito más. El siempre me miraba, no me saludaba, y su hermano (que era casado) me hacía adiós con la mano por él.

Pasó el tiempo, mi hermana se ennovió con Arturo Coutinho y yo venía de las vacaciones y mi cuñado me dijo “-Te voy a presentar a un amigo”. Es Choché Fernández. Yo dije “- Me muero”. Me dijo que esa noche iban a ir al baile de mascaritas del Club Chaná. Entonces me vestí como para ir a una fiesta. Me puse los mitones de casamiento de mi hermana, todo el oro que encontré en la casa, y me fui al baile. Cuando él llegó lo saqué a bailar, y él pensaba que estaba bailando conmigo, porque mi voz es bastante inconfundible, pero de repente mi cuñado se acercó y le presentó a mi hermana, porque ellos recién eran novios, y él la miraba a ella y me miraba a mí y decía que su mejor amigo estaba ennoviado con la mujer que a él le gustaba. Pero al día siguiente, mi cuñado nos invitó a ir a la chacra de sus padres y allí paraba “Choché” Fernández, y allí lo conocí.

Aún así demoró mucho tiempo en concretarse ese noviazgo. Fue en 1961 y nos casamos en 1967. El hombre era muy hábil para escabullirse, pero cuando el destino lo quiere…

Sus hijos

Tuvieron dos hijos: Martín (40) e Irene (42). Irene es maestra, muy parecida a “Choché”. El día que nació Irene era tan igualita a él que la miró y dijo “-¡Que cara tan conocida!”. En su casa había muchas fotos de él cuando niño que tenías rizos, y la cara de Irene era la cara de él. Fue la carcajada.

Irene fue la mimosa. Después llegó Martín, el padre de sus tres nietos.

EL ADIÓS A SU ESPOSO

Su esposo falleció hace 8 años y medio. Lo extrañamos muchísimo porque era tan lleno de vida, que donde estaba él estaba la alegría. Mi zaguán pasaba lleno de gente, porque eran personas grandes, medianas, gurises, todos se sentaban en los escalones con él. Era muy dado y alegre. En cambio ahora en el zaguán no se sienta nadie.

Pero también esta vida ha sido generosa conmigo, porque estuvo 24 horas en el CTI, y el Dr. Piedrabuena me dejó estar con él, a sabiendas de que se moría, hasta el último momento. Entonces le pudimos decir todo lo que representaba en nuestra vida, le pudimos agradecer lo que significaba para nosotros, decirle que se fuera en paz.

Y yo creo que estos momentos tan duros como los de la muerte, tener la oportunidad de despedirse, de decirle que sepa lo que significó fue maravilloso. Entraron los sobrinos, Mauricio, Diego Córdoba (que tenía locura con él), mis hermanos, todos los pudimos tocar y acariciar. Yo soy una agradecida a ese médico y a Dios, que me dio la oportunidad de despedirlo como él se merecía. Los tenemos presente todos los días.

SU PARENTESCO CON EL ACTUAL INTENDENTE

Es tía del actual intendente, Germán Coutinho, a quien “Choché” le decía “-Sos un político nato, quiero que hasta que llegues a ministro no parés”. Y cuando Germán ahora salió diputado, después senador y ahora intendente, yo le digo que el tío “Choché” debe estar sintiendo que cumpliste con lo que te pidió. Todos los sobrinos eran muy pegotes con él, y ver que uno de los gurises está ahora en un puesto de tanta responsabilidad es extraordinario.

Integrante del grupo Oncológico «Vivir Mejor»

Casa Amiga es mi sueño personal, no fui yo quien tuvo la idea, fueron Fausto Bentancour y Gerardo Ponce De León. Ellos vieron a un policía de campaña, que había traído a su señora a internar, con un chiquito en brazos, que no encontró donde dormir una noche de una helada impresionante. Ahí nació la idea.

El grupo ya existía desde el 13 de febrero de 2003 y Casa Amiga puso su mojón fundacional el 19 de junio de 2009.

Una de las compañeras, Ana Scirgalea, le envió una carta al ministro de Transporte y Obras Públicas, Rossi, y él le contestó positivamente y que nos iba a dar un millón y medio de pesos para comenzar la obra. Empezamos la obra, que al comienzo iban a ser 8 dormitorios pero hoy se nos agrandó, y es mayor el presupuesto. Pero al sueño de tener la casa para el enfermo oncológico también se le agregó el de tener un lugar en el que puedan descansar los familiares del CTI Pediátrico y de Adultos del Hospital. Sabemos que el tratamiento es muy agresivo y hay que transitarlo de la mejor manera posible.

El frente de esta Casa Amiga son 2 brazos abiertos hacia dentro, para dar la sensación y la idea de que acá van a estar contenidos con amor, señaló Pocha.

Hoy por: Sara Ferreira

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