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Carlos Rattín Arena, médico

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He sido un afortunado, no tiene precio trabajar en algo que te gusta”

Después de más de 40 años de profesión, llegó la hora de la jubilación. Se viralizaron algunas fotos como la que ilustra esta charla con el doctor Carlos Rattín Arena, que lo muestran festejando con su perro Beto la llegada de su jubilación hace una semana. En esta charla, nos cuenta parte de la historia de su largo camino recorrido.

1. ¿Cómo fueron esos primeros años de su vida?

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– Nací el 3 de marzo de 1955, soy el tercer hijo de un matrimonio formado por Carlos Alfredo Luis Rattín y Dora Arena. Tenía una hermana mayor, María del Rosario, un hermano que le sigue, Enrique María y luego yo. Mis primeros años fueron en la Zona Este, vivíamos al lado de lo que era Barbieri & Leggire. En el año 60 mi padre compró un terreno y construyó en Osimani 191, y ahí nos mudamos. De todas maneras, siempre seguí volviendo a la Zona Este, que era totalmente independiente del centro, contaba con dos cines, Barbieri & Leggire que era una potencia, la plaza de deportes, banco. Fui al Colegio Sagrada Familia, que cursé hasta 6° año y luego pasé al Liceo Osimani & Llerena, donde cursé hasta el bachillerato. Nunca fui un alumno destacado, eso fue mejorando con los años.

2. Y llega el momento de tomar una decisión, ¿se fue a la Facultad de Medicina?

– En el año 74 tenía que comenzar Facultad, pero estaba cerrada en Montevideo porque se había interrumpido en el año 73. Medicina tenía un curso tipo ciclo básico, luego primero, y cuando se arrancaba el año, se juntaron dos generaciones y nosotros no teníamos cupo para ingresar. Yo estaba próximo a cumplir 18 años, la situación era que no podíamos ir a Montevideo, en aquel momento mi padre tenía una chacra junto a un socio, hermano de la vida de él en Chapicuy, que me dijo un día que lo acompañara hasta “Descanso”, que era como se llamaba la chacra. En la ida me fue contando que tenía una plantación de citrus que había que darle una mirada y que estaba bueno tener una mayor presencia, que había una casa que había que acondicionarla levemente pero que igual uno podía pernoctar ahí, y que sería interesante que me quedara mientras esperaba a que tuviera capacidad de ingreso en Montevideo. Yo veía la cosa fea, y me dije, acá vamos a tener que arrancar a trabajar (risas), el mensaje había sido fuerte y claro, de una manera muy sutil y tampoco me iba a quedar a dormir en mi casa a los 18 años esperando tiempo.

3. ¿Y qué resolvió entonces?

– Vi eso y me puse a analizar qué podía hacer. Me entero por amigos, Humberto Guglielmone y Germán Amorín, que había posibilidades en Argentina, y les dije de ir a averiguar. Convencimos a los papás de Humberto y de Germán que fueran con nosotros, y nos fuimos a Rosario los cinco. Analizamos cómo era el tema del ingreso, volví y empecé a reclutar gente para ir para allá, y ahí apareció gente que hizo abogacía, ingeniería, psicología, veterinaria. Terminamos armando un grupo de unos veinte y pico, y en los primeros días de febrero del 74 tomamos la lancha y arrancamos para Rosario.

4. ¿Cómo fue la experiencia de ese viaje?

– Fue un viaje largo, tuvimos que ir en tren hasta Paraná, de ahí cruzar a Santa Fe y de ahí a Rosario. Llegamos todos valija en mano con un desconocimiento total, era una ciudad grande sin las comunicaciones que existen hoy. Nos fuimos a buscar pensión. Me acuerdo que eran las 6 de la tarde, habíamos empezado a las 7 de la mañana, habíamos revisado unas 200 pensiones y no había lugar. Y un compañero me dice que si la cosa se ponía brava a la noche se volvía, le dije, “mirá, yo vuelvo a Salto únicamente recibido, si no, me iré a Estados Unidos o hasta donde pueda llegar caminando, y me quedaré en la plaza hasta que consiga algo”. La providencia hizo que a las 8 encontramos una pensión, nos metimos 5 en una pieza. Hice toda mi carrera en Rosario cursando una autorización que nos daba una beca anual en Argentina, que teníamos que renovarla con los resultados del año aprobado, teníamos todas las facilidades, como el comedor universitario, pero también, fueron épocas difíciles en Argentina del 74 al 80, donde vivimos el regreso y caída de Perón, y el golpe de Estado.

5. ¿Qué pasó cuando terminó sus estudios?

– Al finalizar la carrera, tomo la decisión de volver a Uruguay a hacer la especialidad. Estuve en Montevideo del 80 al 83 haciendo la especialidad de gastroenterología en el Hospital de Clínicas. Yo ya estaba casado, y en agosto del 83 me instalo en Salto, y hasta la fecha ejercí la profesión acá. Luego regresaron prácticamente todos los colegas, Humberto, Amorín, el doctor Cuculic, éramos unos cuantos. Algunos pocos quedaron en Rosario. Comencé a desarrollar distintas tareas, ingresé en el Hospital, luego de algunos años ingresé en el Centro Médico, donde hacía distintas tareas, y así se desarrollaron estos 44 años y algo de profesión.

6. En ese largo camino, ¿también se presentó la oportunidad de tener la responsabilidad en tareas de dirección en el Hospital?

– Sí, ingreso en un cargo de designación de confianza política en la Dirección del doctor Edgardo Moraes, luego continúo en la de Pablo Gaudín. Después vuelvo nuevamente a tener la oportunidad con Richard Boucq y con Javier Panizza. Y esta tercera vez que acompañé a este equipo de gestión, o sea que en total estuve unos 14 años integrando siempre los cargos de subdirector o adjunto.

7. ¿Fue durante la pandemia el momento más complejo que le tocó vivir?

– Sin duda que lo fue. Ingresamos en diciembre de 2020, fue muy difícil transitarla para todos, en especial para quienes estábamos en el equipo de gestión. Yo tenía la opción al tener más de 60 años de trabajar desde mi domicilio, pero lo analicé unos días y tomé la decisión de quedarme en territorio y de no irme. Decir que uno no sentía miedo, no es verdad, uno sentía mucho miedo. Nos estábamos enfrentando a un enemigo desconocido, letal e invisible, que no había más cosa que hacer que tratar de minimizar los síntomas que generaba. Salto como regional, no solo recibía a los pacientes de Salto sino que llegaban pacientes de la región. Tampoco tenía un comportamiento, era totalmente errático, porque uno entendía cuando llegaba una persona con muchas enfermedades y veterana, pero también llegaba una persona joven bien sana y en menos de 24 horas se moría. No se podía prever nada de lo que pudiera pasar con el virus.

Todo el equipo de salud se puso esto al hombro, hizo un enorme esfuerzo, algunos dejaron la vida, aquellos que tenían que estar en contacto directo en primera línea, vestirse, desvestirse, bañarse hasta 4 o 5 veces al día. Todos salíamos y no sabíamos si volvíamos ese día. Recuerdo cuando llegaron las famosas vacunas, que las estábamos esperando desde la madrugada, y a eso de las cuatro y media llegan dos o tres jeeps del ejército que traían las vacunas. Fue una emoción brutal, una sensación de que por fin podíamos contar con algo que frenara esto. Un día que quedará grabado para siempre.

8. ¿Nos dejó la experiencia para futuras pandemias que puedan llegar?

– Y sí, sabemos que ahora las comunicaciones son rápidas, antes llegar de Europa acá eran meses, ahora son 8 horas. También hubo un manejo espectacular de las autoridades, el Presidente, el Ministro, el GACH, con un manejo rápido de dar la participación a la ciencia y en la ejecución de obtener las vacunas que fue algo importante, que nos diferenció con el resto de la región. Pero bueno, dicen que viene cada 100 años, esperemos…

9. Después de tantos años en la medicina, ¿qué le dejó?

– Alguien me preguntaba si estaba cansado, nunca me cansé del trabajo porque nunca lo tomé como un trabajo, para mí era una vocación, lo hacía con gusto, no tenía esa sensación de tener que levantarme e irme a trabajar en algo que no me gustaba. Siempre dije que he sido un afortunado porque trabajar en algo que te gusta, no tiene precio. Me imagino alguien que tenga que cumplir una tarea durante 8 horas diarias en algo que no le gusta porque necesita llevar un sustento a su casa, debe ser fatal.

Traté de ajustarme al juramento hipocrático. Indudablemente en la vida he tenido aciertos, he tenido errores, pero siempre traté de dar lo mejor, y cuando no podía resolver algo, rápidamente pedía ayuda. Cuando me estaba formando, había un profesor con el que cada tanto iba a tomar un café en el Hospital de Clínicas, y le pregunté cómo podía hacer para cometer menos errores. Me dijo, “mire doctor, si el paciente que está en la camilla es un hombre grande, usted haga todo lo que le gustaría que le hicieran si esa persona fuera su papá. Y si es chico, haga todo lo que le gustaría que le hicieran si fuera su hijo. Si usted aplica eso, va a cometer pocos errores”, y eso apliqué yo.

10. Llegó la jubilación, algunos dicen que comienza otra vida, ¿cómo sigue su historia?

– Llevo una semana, hasta ahora la llevo bien. En los últimos 4 meses a la gente que me venía a consultar le preguntaba si era jubilado cómo había llevado la jubilación (risas), tuve distintas respuestas, pero nadie hace experiencia en cabeza ajena, así que por ahora me estoy tomando unos días tranquilo, pero indudablemente que algo voy a hacer. No tengo nada pendiente, salvo viajar.

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