En el capítulo anterior comenzamos un tema de suma relevancia para nuestra sociedad como la baja natalidad en nuestro país y la proyección a bajar la densidad poblacional incluso a los 2 millones de habitantes para el 2100 según estudios del censo. La pregunta entonces para esta segunda parte sería ¿Por qué los uruguayos y en general los jóvenes estamos teniendo menos hijos?
Y la respuesta, aunque en el capítulo anterior manifesté no tenerla, deriva de una reflexión de múltiples factores. De los cuales me gustaría destacar 3 puntos que me parece que son el pilar fundamental de este gran cambio cultural que se viene manifestando y que tiende al menos en el gráfico de natalidad a seguir decreciendo.
En primer lugar, el mundo competitivo y globalizado en el que vivimos. Para poder conseguir un buen empleo conlleva formarse profesionalmente y eso deriva en una preparación de muchos años en los cuales al terminar tus estudios y alguna preparación extra, seguro estás sobre los 30 años. Dejándole a la mujer una proyección de 10 años para poder procrear.
En segundo lugar, el mundo globalizado en el que vivimos hoy nos invita a pensar más individualmente y no en un colectivo, mucho menos en una familia. El hecho de viajar, recorrer el mundo y conocerlo se vuelve prioridad antes de establecerse y tener hijos. Claro ejemplo de esto son las carreras de arquitectura o medicina, en donde luego de recibirse, realizan el famoso viaje de egresados. Así como pasa en esas dos, pasa en muchas otras. Primero, luego de haber sacrificado tantos años de estudio, “me merezco unas buenas vacaciones”; luego, pensar en tener una pareja, formalizar y recién después en tener hijos. Ese pequeño margen de tiempo que le queda, sobre todo a la mujer, es lo que la lleva a pensar en tener uno o dos hijos como máximo.
En tercer lugar, el tiempo, que redunda inevitablemente en un aspecto económico. Hoy los jóvenes no tienen hijos porque no tienen tiempo ni estabilidad económica como para hacerlo. A diferencia de lo que sucedía en la época de nuestros abuelos en donde el hombre era el encargado de llevar el sustento al hogar, trabajando largas horas y la mujer era la encargada de sostenerlo, ocupándose de los niños, ejerciendo el papel de madre presente. Todo eso sucediendo en un contexto en el cual el salario percibido por el páter familia alcanzaba y sobraba no solo para mantener el hogar, sino para ahorrar y proyectar.
Hoy en día, además de la preparación académica, que este mundo globalizado y competitivo demanda, deben trabajar tanto el hombre como la mujer ya que a diferencia de lo que sucedía en la época de nuestros abuelos y gracias al consumismo. Hoy tenemos internet, netflix, celular, viajes y un sinfín de pasivos que el mundo globalizado en el que vivimos nos “invita” a consumir para no quedar por fuera del sistema. Ni hablar del poco tiempo que se le puede dedicar a la crianza efectiva de los hijos, en donde al estar tanto tiempo fuera del hogar trabajando, los niños son criados por niñeras sin ningún tipo de vínculo afectivo y en el mejor de los casos los abuelos. Perdiendo aquello tan lindo que se tenía en otra época como lo fue la madre presente y al frente del hogar.
Por lo tanto, detrás de todos estos factores hay algo que no se compra ni se enseña en ninguna universidad; la decisión íntima de apostar por la vida. Y sobre eso, reflexionaremos en el próximo capítulo.





