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lunes, 2 de junio de 2025
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Bolicheando con los popes de la vida y de la Universidad de allí a la vuelta

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Diario EL PUEBLO digital
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En las profundas aguas de la nada, podríamos encontrar un infinito de posibilidades escondido en el silencio. Pero también en el bullicio de esas aguas que bajan turbias cuando el alcohol predomina, las voces se entremezclan en un bar de muchos parroquianos, el ruido de platos, de vasos, de canillas que se abren y se cierran, del espiral de humo de cigarrillos que se encienden y acompañan, y de tanto en tanto un cantor, que es parte de la noche, que es parte de ese todo, que es la nada, cuando el reloj se aburre de girar sin nadie que lo mire. En mi vida hubo muchos bares, conversaciones, cantores y silencios, como decía el tango “que las copas hablan mucho”.

Una noche de plenitud en un bar del Cerro, allá en lo de Toledo, El Chinito, sentado a mi diestra observaba todo, tomaba en silencio, pero sus ojos eran radares. En un momento dado me dijo, mirando la febril actividad de los detrás del mostrador: “Los platos y las copas me hacen acordar al ajedrez. Jugás una partida o todas las que quieras, y como decía Khayam, Omar el persa, después, reyes, peones, alfiles, son juntados, pierden su valor, y todos van al fondo de la caja, por igual. Aquí yo lo veo en los platos y las copas. Todos los días van de una mesa a otra, comparten charlas, historias, confesiones, el silencio de los solitarios, tantas cosas, tanta riqueza humana o tanto dolor, y después, como si nada con jabón y agua, le borran las historias.

ESPEJO DE LO DESCONOCIDO

Las aguas profundas de la nada evocan un espacio donde todo se encuentra en potencia. Son un espejo de lo desconocido, un lugar donde el vacío se convierte en el lienzo perfecto para lo que aún no existe. En su misterio reside la promesa de que la ausencia no es un fin, sino un comienzo; una invitación a explorar lo invisible, a escuchar lo silencioso, y a percibir más allá de lo tangible.

Tal vez en ese vacío se esconda una verdad que no necesita palabras, porque la nada misma puede ser una respuesta. Es allí donde el ser humano se confronta con lo eterno, lo indefinido, y encuentra en esa inmensidad el impulso para crear significado.

Porque eso también es parte de algunas charlas de boliche, uno puede pensar que exagerado, mire si se va hablar de cosas tan profundas. Si, se hablan y a veces más, por lo menos en esos enclaves en que resisten al tiempo y al espacio y con la sabia copa de por medio que le abre las puertas a los pensamientos, a veces a los más increíbles.

“No me traigas la nada al boliche, porque me tentás”, decía el gordo Onofre.

Y otro, el académico no recibido, que aparece en tantas historias y que aquí se corporiza en Mateo Juncal, amigo de la vida, que apunta: “Podemos aplicar la idea de las «profundas aguas de la nada» como un recordatorio de la importancia del espacio vacío, tanto en nuestra mente como en nuestra vida diaria.

– Te parece?

– Si, en un mundo lleno de ruido constante, buscar momentos de quietud nos permite escuchar nuestra voz interior. Practicar la meditación o simplemente sentarnos en silencio puede ayudarnos a conectar con ese vacío creativo.

– Si, pero en un bar, donde la gente va y viene, y muchos hablan fuerte…

– La nada nos enseña que no tener todas las respuestas no es un defecto, sino una oportunidad para explorar y aprender. En lugar de temer lo desconocido, podemos verlo como un espacio para el crecimiento. Muchas veces acumulamos cosas, compromisos y pensamientos que llenan nuestra mente y nuestro entorno. Crear espacio—físico, mental o emocional—puede abrir lugar para nuevas posibilidades y claridad.

– Pero, un bar esta hecho de otras cosas, de otras charlas, de otros cuentos y de otro tipo de historias. Como decía El Chinito, por aquella mesa los amantes, por la otra los negocios, por allí un mal de amor, un solitario, por allá alguien que no sabe como afrontar sus deudas…Eso es boliche mi viejo…

Pero Juncal no aflojaba y cada vez soltaba con mas fervor su manera de ver las cosas…- Así como en un lienzo en blanco surge el arte, en el vacío de nuestras rutinas puede nacer la innovación. Dedicar tiempo para imaginar, soñar o experimentar sin un propósito definido puede resultar en ideas sorprendentes.

Al integrar estas prácticas, convertimos la nada en un aliado, un punto de partida para vivir con mayor conciencia, propósito y apertura.

– Me tenés podrido con tus lienzos.- Dijo El Chinito, y dijo luego, a mi me gusta filosofar de otra manera, con las masas, la efervescencia…

– Entonces comete un alfajor y tomate una gaseosa…

– Vamos hablar de fútbol, del empate de Peñarol, de la eliminación de Nacional, de la clasificación de Cerro Largo, de la goleada de Boston River…

El Crocante Bastida se salía de la vaina por cambiar de tema, por traer las cosas a este mundo, dejar de andar por la estratosfera de los pensamientos, para cuestionamiento estaba su mujer, para los tirones de orejas su madre, decía mientras se mandaba a bodega otra grappa con pomelo y hacia seña para que viniera la próxima…

Así sigue un viaje sin mapas, una charla que navega entremezclando silencios y bullicios.

– El fútbol es lindo, la política también, pero hablar de las cosas que están más allá de lo cotidiano es enriquecer las horas.- dijo Juncal.

– A veces estas charlas nos asuntan porque no ponen de cara a la realidad, al vació que tenemos de ciertas cosas.- Opinó el gordo Onofre, mientras le daba sin tregua a la milanesa al pan, porque el siempre repetía, “para opinar hay que estar bien comido, un malsopeado se deja llevar…”. Y agregó: Querido Crocante, ese vacío que a veces nos asusta, también puede habitar la semilla de lo que aún no existe. La nada no es un fin, dicen, sino un comienzo. Un lienzo en blanco donde el ser humano, al borde del abismo, se reinventa”.

– Otro más más con el lienzo…

La cara de felicidad de Juncal por las bellas palabras del gordo Onofre, no tenía parangón. Y no se pudo contener así que largó lo suyo: Pero en este boliche del barrio, la nada se vuelve cercana, casi compañera. Tiene el peso de lo que callamos, el lenguaje de lo que no fue, y la textura de lo que podría haber sido.

El Gordo Onofre parecía una Ferrari en la recta final, con la bandera a cuadro al fondo y tiró pregunta y respuesta todo junto..

– Cómo se vive con eso? ¿Cómo se camina con la nada a cuestas? Ahí surge una respuesta tan simple como luminosa: apreciando el silencio, aceptando la incertidumbre, simplificando la vida, y dejando que la creatividad transforme el vacío en obra.

– La última y me voy dijo Bastida, como un general vencido..

OTRO DÍA, LA MISMA MESA Y ESAS CUESTIONES DEL CONVERSAR

La vieja esquina del barrio, donde el tiempo parece haberse estacionado con el último colectivo de la noche, los amigos se encuentran de nuevo, como quien no quiere la cosa. Juncal que viene de la academia, cargado de libros invisibles y citas que le caminan por la cabeza. El otro, más intuitivo, más callejero, se trae encima las ganas de pensar el mundo a su manera, con el fútbol como bandera. No es un encuentro planeado. Es un ritual que se repite cuando la vida les da tregua y la ciudad baja el volumen.

– Hoy es noche de cerveza.- Dijo El Chinito.

– Te regalo, dijo el Crocante Bastida, me hace ir al baño seguido…

– Para mi está bien, para acompañar este Sanwiche caliente.- Señaló el gordo Onofre…

Cambiaron la charla, de bebidas, la mesa se fue agrandando, el local se llenó de parroquianos, y las ganas de hablar se hacia cada vez más grande…

– Vamos a tomarnos otros caliboratos porque con sobriedad la filosofía ni pica. Y porque hay temas que piden una especie de anestesia suave para no doler tanto.

– Y de que hablamos?

– De este muchacho de Colonización…

– Salí de ahi, que esas cosas mejor leerlas en el diario, entre amigos que piensan distintos, no es tema que divierta…

– Ah,de fútbol no quieren hablar, de política tampoco, hoy no me venga de nuevo con el lienzo porque me voy a ver en diferido el triunfo de Cerro Largo…

Lo que siguió fue una conversación que podría haber sido un ensayo, un poema o un guión de película existencialista. Pero fue simplemente eso: una charla. De esas que no tienen objetivo, pero que al final te cambian un poco. Hablaban de todo un poco, pero de nada de lo que incomoda. De todo lo que, de alguna manera, nos empuja a creer, que las copas tienen su recato y que compartir el tiempo, aún en el disentir, evitar algunos temas, por lo menos para otro momento y en otro lugar, a veces es cosa de sabios, o a veces cosas de tontos, según como se mire…

Y si algo queda claro al final de la charla es que todo esto es posible. Depende de cada uno y de todos. La magia está en intentarlo. En agitar las galeras, en soltar las palomas. En empezar con vuelos cortos, a poca altura, con confianza, con pertenencia. Porque esos primeros vuelos, aunque pequeños, nos pueden llevar más alto de lo que hoy podemos imaginar.

Los amigos no deben de tener miedo de conversar de cualquier tema, la amistad esta por encima de toda discrepancia y si uno no dice lo que piensa delante de un amigo, flaco favor le hace a la amistad.

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