Hace algunos días, la llegada a nuestra ciudad de obras de Blanes que pasaron a integrar el acervo del Museo Ma. Irene Olarreaga Gallino, despertó la curiosidad de muchos por conocer más sobre el vínculo de este notable artista con Salto. Resulta esclarecedor e interesante un artículo publicado en 1956, en “El Libro del Bicentenario – Salto, 1756 -1956”. De él extraemos este pasaje:

Juan Manuel Blanes en la Villa del Salto
“…En 1855, Juan Manuel Blanes -que contaba exactamente 25 años de edad- se traslada sorpresivamente de Montevideo a Salto. Un conflicto de orden privado había sido la causa determinante de su viaje en busca del refugio que podía ofrecerle su hermano, Gregorio Blanes, que residía en Salto desde 1849. Acompañaban a Blanes, Maria Linari, italiana de nacimiento y causa directa de las dificultades que había tenido el joven pintor, una hija de la Linari, de nombre Ana María, y un varón, de apenas diez días, hijo de Blanes y la italiana, que fue bautizado en la iglesia de Salto el 31 de diciembre del mismo año con el nombre de Juan Luis.
Instalado en Salto, no le faltaron a Blanes trabajos de encargo, especialmente retratos, que era el género que había comenzado a practicar ya en Montevideo mientras cumplía sus ocupaciones de tipógrafo. De acuerdo con las investigaciones realizadas por Fernández Saldaña, los retratos que pintó Blanes fueron los de Gregorio Blanes y su cuñada Celedonia Ramos, los de Don Antonio Thedy (en poder actualmente de la familia Martinez Thedy) y de don Francisco Llobet en poder del Dr. Felipe Ferreiro, ambos comerciantes acaudalados de Salto. Don Francisco Vidiella, otro vecino de Salto, le encargó el retrato de su esposa, pero una vez concluido se produjo un incidente muy común en la vida de los pintores retratistas: según parece, don Francisco no quedó muy satisfecho con los rasgos que Blanes había atribuido a la señora, fueran o no reales, y se decidió la destrucción del cuadro como la mejor solución del conflicto. Así mismo, un vecino de Concordia, don Mauricio Doufour fue retratado con su esposa, doña Genara Ramos (hermana de la esposa de Gregorio Blanes) en un díptico que Fernández Saldaña tuvo oportunidad de contemplar ya en malas condiciones por efectos del tiempo y la inadecuada conservación de la tela. Finalmente, el Cura Párroco de la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen Pbro. Baltasar Olives le encargó a Blanes dos legionarios romanos, recortados en madera, que eran utilizados en la iglesia, para adornar el monumento del Jueves Santo.
Pero el acontecimiento más importante de la estadía de Blanes en Salto, fue la visita de su amigo don Ramón de Cázeres, procedente de Entre Ríos. Cázeres actuó de padrino en el bautismo de Juan Luis, pero además, le habló a Blanes de Urquiza y del famoso Palacio de San José. De dichas conversaciones debe haber surgido el propósito de entrar en contacto con el Ilustre Entrerriano, a fin de obtener de su magnificencia reconocida, algún trabajo de entidad. Como paso previo, Blanes se dedicó a pintar una tela ya comenzada en Montevideo, a la cual le dio el sentido de una alegoría referente al pronunciamiento de Urquiza contra Rosas, pero que inicialmente tal vez haya estado inspirada en la Paz de Octubre que puso fin a la Guerra Grande. Fue remitida a Urquiza como homenaje del pintor, y se conserva en el Palacio San José, cerca de Concepción del Uruguay. Está firmada en 1854, leyéndose claramente la palabra «Concordia», como si hubiera sido por lo menos terminada en la vecina ciudad.
El objetivo perseguido por Blanes no tardó en ser alcanzado plenamente; en diciembre de 1856, después de un año y medio de residencia en Salto, se instala en Concepción del Uruguay. Y de allí pasó al Palacio San José donde comenzó su primera obra importante, al pintar las batallas de Urquiza en los patios de la señorial mansión-fortaleza.
Tal, en breve síntesis, la etapa salteña de Juan Manuel Blanes. Dados los motivos que lo habían traído a esta ciudad, no es de extrañar que el pintor siempre haya guardado silencio sobre su estadía en Salto, como si de Montevideo se hubiera dirigido directamente a Entre Ríos. A pesar de que no dejó aquí ninguna obra notable, la importancia de su viaje a Salto es innegable, pues la visita de Ramón de Cázeres y la proximidad de Urquiza decidió su destino de pintor de manera irrevocable.
En Concepción del Uruguay y el Palacio San José, indistintamente, Blanes permaneció, en dos etapas, otro año y medio. Pero allí su actividad pictórica fue mucho más intensa, pues no se limitó a pintar las batallas de Urquiza, cuadros de singular interés histórico, cuadros que se realizaron según las indicaciones de un testigo de la categoría de Urquiza, sino también una gran cantidad de retratos, seguramente bien retribuidos. Desde este momento, Blanes es ya un pintor profesional, y la práctica de su arte, al mismo tiempo que depura su técnica, pone al descubierto sus limitaciones y sus defectos. Estudiar y aprender, será la conclusión lógica que extraerá Blanes de su etapa salteña y entrerriana. Cuando regrese al Uruguay, con el prestigio de haber sido «el pintor de Urquiza», no olvida por ningún momento que, en realidad, todavía no ha empezado a pintar como lo desea.
El 3 de octubre de 1861, Blanes se embarca para Europa en la fragata francesa «La Plata»: Roma y Florencia lo esperaban”.