Ayer estaba releyendo un viejo libro sobre historia de la literatura española, cuando me encontré con un poema del gran Antonio Machado que realmente tenía casi olvidado. Es una maravillosa descripción poética de un atardecer en el campo, y se titula precisamente así, “Campo”.

Comienza con un tono nostálgico, de pesadumbre, porque describe justamente un ambiente triste, un campo solo, con mucho frío, donde la nieve blanquea todo, mientras a lo lejos quedan unos pocos restos de sol:
«La tarde está muriendo
como un hogar humilde que se apaga.
Allá, sobre los montes
quedan algunas brasas.
Y ese árbol solo en el camino blanco
hace llorar de lástima.
Dos ramas en el tronco herido y una
hoja marchita y negra en cada rama…».
Ese invierno que describe el poeta sevillano, me hizo acordar al verano salteño que aún estamos transitando. Digo por la sensación de desolación, de desamparo, de lástima y dolor.
Pero en las siguientes estrofas el color cambia, surge la esperanza que aguarda en el futuro. El blanco y el negro (opuestos a simple vista pero coincidentes en la profunda connotación de la falta de vida y el luto), dan lugar al brillo del oro y dolor se hace a un lado para que renazca el amor:
«¿Lloras? Entre los álamos de oro,
lejos, la sombra del amor te aguarda».
Sí, «lejos» todavía, pero está, y nos aguarda. Con ese amor entre colores que nos espera más allá del invierno, ¿se refiere a la primavera, Machado? ¿Es esa la idea? Si es así, yo quiero que en Salto, de una vez por todas, cuánto antes, este verano deje lugar a un otoño mejor.
Me voy a situar a mediados de enero. Los salteños parecían agradecidos con el universo, porque el verano (famoso por lo terrible en estas latitudes) venía siendo benévolo. No habían llegado todavía las tradicionales olas de calor, etc. Pero el viernes 26 en la noche, nos enteramos de «un choque grave en ruta 3, entre una camioneta y un auto». Poco a poco la ciudad fue llenándose con el sonido de las sirenas, los heridos fueron arribando a los centros de atención médica, la oscuridad y las sirenas daban una sensación tan triste como el blanco y desolado paisaje de Machado. Después nos fuimos enterando de más cosas: choque, incendio de uno de los vehículos, una jovencita fallecida y sus padres y su hermano menor muy graves. Las miradas se dirigieron por varios días hacia el Centro Nacional del Quemado. Paula y Charly habían sufrido mucho las quemaduras. No resistieron. Primero ella, a los pocos días él, se fueron apagando…Se les apagó la vida. Sí, Machado, fue «como un hogar humilde que se apaga».
Un Salto conmovido…
En tanto, más o menos un mes antes, el viernes 22 de diciembre, un jovencito de nombre Nazareno Mesías recibía, en una ceremonia en el Teatro Larrañaga, su título de Bachiller. Una ceremonia muy especial porque además, su liceo ponía punto final a una serie de festejos por los 150 años. Días después, Nazareno se sintió mal… El día 27 es operado de apendicitis y se le detecta una insuficiencia cardíaca grave. Todo se precipita en poco tiempo…Se necesita dinero para sobrellevar un tratamiento muy costoso (¡y pensar que se tira tanta plata en tanta cosa que hasta asqueante resulta solo pensarlo!), pero Salto se esfuerza y el tratamiento se encamina. Parecía que la primavera te aguardaba, Nazareno. Pero no…
Sucede que el frío vuelve a instalarse entre nosotros, pese al calor que en esos días sí ya se hacía sentir fuerte, y hasta ola teníamos. Se necesita un trasplante y hay incertidumbre sobre cuándo puede ser que surja un corazón compatible. Invierno otra vez. Hasta que asoma «la sombra del amor» (¿habrá mayor acto de amor que donar un órgano?): hay un corazón para Nazareno. La mamá, Ana Claudia, me escribe el martes y me dice que están felices y que esa misma tarde se realizaba la operación. Comenzó a apagarse la primavera cuando cayó la noticia: «la cirugía salió bien, pero el corazón no está respondiendo como se esperaba». Dos días después se apagó también el corazón de Nazareno…
Todo, todo… como «un árbol solo en el camino blanco, hace llorar de lástima…».
Porque entre tanto, el doctor Gonzalo Leal, joven aún, el jueves 1° de febrero intenta la hazaña de cruzar el Río de la Plata a nado y también se le apaga para siempre el corazón.
Y además aquí en Salto fallece Robert Cabrera, el hermano de Charly; sí, el mismo Charly del siniestro del 26 de enero y que venía peleándole a la vida desde el Centro del Quemado en Montevideo…
Y de paso se nos va una leyenda de la comunicación, todo un personaje, como «el flaco» Óscar Francisco Garaventa, a quien ya se lo extraña en el paisaje urbano de esta ciudad, en la que habitualmente ni el alumbrado público ayuda a darnos la noción de esperanza.
En fin, es cierto que todos los días mueren personas. Pero no cabe dudas que estamos asistiendo a un verano cruel… Gente muy joven que muere de forma impactante.
Sin embargo queda una esperanza, siempre queda, de lo contrario no estaríamos aquí ahora… Como un recogimiento de luz allá adelante, nos aguarda algo mejor. Vamos por ese otoño y ese invierno mejores. Con más colores. Por ahora quizás «lejos», quizás solo una «sombra» todavía, pero están ahí… Y nos aguardan.