Seguramente es uno de los temas que más frecuentemente ha ocupado este espacio. La educación, porque de ello depende el futuro del país. Y no nos referimos solo a la educación formal, que se recibe en las escuelas y los liceos, sino que comenzamos por la educación que se ofrece desde el hogar, donde ser reciben los valores básicos que regirán luego toda la vida.
Nos referimos también a los valores que se reciben o no, cuando se pierde la libertad. Basta con que una vez se haya confundido o haya equivocado el camino para que nunca más se salga, debido que en estos momentos lo que menos hace la cárcel es recuperar a los que caen allí.
Lo que no vemos o no queremos ver o saber es cuantos menores quedan sin padres, sin abuelos o sin personas mayores que se ocupen de ellos, cuando sus padres o sus personas mayores ya no cuentan, porque están presos o sencillamente se han desentendido.
Lamentablemente de estos casos conocemos muchos. Se nos dirá que el INAU se ocupará de ellos, pero no es así. La realidad indica que esto lugares son unos buenos depósitos para sacar de la vista del público a estos menores y nada mas.
Sabemos de menores que viven en la calle, duermen en el primer lugar que encuentran para refugiarse y también es la franja etaria que pronto tiene hijos a los que espera el mismo camino.
En tanto nos seguimos preocupando por aspectos formales de la educación, por los índices de repetición, por la currícula y otros aspectos colaterales, pero jamás por los problemas reales si es que queremos incidir en la vida real de estos niños.
Tendremos que saber que mientras sigamos así no habrá salida para los problemas de seguridad, las cárceles seguirán amontonando gente sin posibilidad alguna de rehabilitación. La escuela seguirá siendo un lugar al que se concurre por obligación, para que la persona mayor que figura como su responsable pueda cobrar la asignación familiar, o el plan social al que tenga derecho.
Mientras creamos que esto supone un beneficio para el menor de edad, nos equivocaremos, pues lo habitual es que no le llegue absolutamente nada al menor, ni en alimentación, ni en vestimenta y mucho menos a su contexto.
Es la cruda realidad y si queremos cambiarla debemos partir de un diagnóstico real.
A.R.D-.









