CONTINUACIÓN… seguimos delineando estos primeros apuntes que no son más que un borrador de una historia que venimos escribiendo cada lunes desde esta columna.
DIEZ. (Así terminábamos la semana pasada). Una repentina llamada de un número desconocido a su celular lo quitó de su concentración.
- ¿Señor Báez?
- Así es, ¿quién es y qué desea?
- Digamos que soy un amigo que está muy preocupado por su salud, sería aconsejable que usted también se cuide. Deje a las autoridades hacer su trabajo y no se meta.
Cuando quiso reaccionar, ya le habían colgado. Báez intentó rápidamente devolver la llamada, pero ya el número estaba fuera de servicio. ¿Dónde se estaba metiendo?
Unos minutos en el futuro…
Su mirada no se despegaba de su teléfono. Lo habían llamado por WhatsApp, por lo que la llamada no había quedado grabada. Quien lo llamó sabía perfectamente lo que hacía. No sería la primera vez que recibía una llamada como esas, pero nunca tan pronto. Por lo general era cuando sus investigaciones periodísticas iban más avanzadas y tenía claro hacia dónde debía apuntar. Aquí aún no tenía nada, estaba comenzando a desenterrar algo que aparentemente estaban tratando de ocultar, pero ¿qué?
Era extraño por dónde se lo mirara. Ya hacía años, desde aquel lejano 2019, que el mundo se había acostumbrado a convivir con un virus que estaba permanentemente mutando, y que ola tras ola volvía a arremeter contra la Humanidad. Entonces, que una nueva variante de este virus comenzara a ocasionar dolores de cabeza en lugares impensados despertaba sus «sentidos arácnidos», pensó Báez, recordando a uno de sus personajes favoritos de historieta. Quien lo llamó no se dio cuenta que esa era la confirmación para cualquier periodista que se preciara de tal, de que detrás de todo esto había una noticia que clamaba salir a luz. ¿Pero cuál era?
El efecto buscado terminó siendo el inverso al deseado. La adrenalina recorría por su cuerpo como en sus mejores tiempos. Tomó su libreta donde había anotado lo más destacado de la charla que había tenido con su contacto dentro del Hospital. Repasaba hoja tras hoja, buscaba algo que le mostrara la punta de la madeja para saber cuál sería su siguiente movimiento. Tomó su pipa electrónica y realizó algunas pitadas mientras se servía la grapa miel que tenía guardada en su escritorio del diario, mientras acordes de Beethoven sonaban en su cabeza. Solía ser la combinación ideal que lo ayudaba a pensar.
Entonces lo vio, se detuvo en una de las hojas y comprendió dónde debía ir. Miró su reloj, eran las dos, ideal para meterse en ese lugar amparado en la oscuridad de la noche.
(Hasta la semana que viene…
Por: Leonardo Silva