Tres hechos que consideramos graves y están relacionados, aunque muchos lo discutan. El asesinato de un joven policía, el embestimiento a golpes de puño a un inspector de tránsito en la Capital y el masivo apoyo que recibiera en El Salvador el actual presidente Yasib Bukele.
Sobre el asesinato de policías y los homicidios de inocentes en general hemos escrito muchas veces y seguiremos haciéndolo. El inspector de tránsito de la Intendencia de Montevideo, agredido a golpes de puño también. Lamentablemente no es un hecho nuevo, porque bien se sabe en Salto, cómo y cuándo se pueden registrar estos hechos, perpetrados por individuos que no parecen estar dispuestos a acatar las normas de tránsito.
Se preguntará Ud. ¿que tendrá que ver Bukele con todo esto? Es que como uruguayos creemos que en los dos primeros casos no puede haber otra interpretación, Quien delinque, quien trasgrede una ley o una norma, debe pagarlo con todo el peso de la ley.
En estas columnas hemos hecho referencia al caso de El Salvador. Antes que nada hay que decir que Bukele pasó de ser de extrema izquierda, a ser populista con ideas de extrema derecha.
Es que el respaldo de más de 80 por ciento de la población salvadoreña, obtenido por el hoy presidente reelecto. No da idea de la decepción que tiene el pueblo salvadoreño con sus políticos. El Salvador estaba gobernado por las pandillas de los maras.
En principio Bukele negoció con ellos, pero el incumplimiento de las pandillas le llevó a romper este pacto y poner en práctica su “plan B”, que practica actualmente.
Las pandillas también ejecutaron sus “promesas” y El Salvador un país con poco más de seis millones de pobladores, llegó a tener 70 homicidios por día.
Hasta aquí podríamos aceptar lo hecho por el Presidente, salvo que entendemos que erró el camino por dos aspectos. La reelección que la constitución salvadoreña prohíbe, fue desconocida y Bukele se presentó a las elecciones obteniendo más de un 80 por ciento de los votos.
Tan importante es el apoyo popular que entendemos que si se hubiera propuesto reformar la constitución, lo habría conseguido fácilmente.
El segundo aspecto es que para contrarrestar la realidad de las pandillas habilitó un sistema en el que bastaba la denuncia de que un individuo pertenecía a los “maras” para que lo pusieran preso “de por vida” y sin que nadie lo juzgue.
Todo esto viene al caso, porque el Uruguay camina mansamente hacia el mismo abismo. Es hora de encarar soluciones de fondo, pero siempre dentro de la ley.
A.R.D.
