El mes más corto del año ha estado siempre signado por la realización del carnaval o la fiesta más popular que hayamos conocido.
Este año no será así, y no sólo en el Uruguay sino en el mundo entero, tanto es así que hasta en Brasil, donde la denominada “fiesta de momo” en alguna medida mantiene ocupados a los brasileños durante todo el año, entre preparativos, la realización y los comentarios posteriores, también se ha cancelado la fiesta anual
Aunque nadie ha renunciado definitivamente a él, se sabe que la nueva fecha sencillamente no será igual. Los carnavaleros han abierto un compás de espera, el mismo que guardan otros sectores de la actividad humana tan o más golpeados aún por esta pandemia.
Seguramente los dueños de los salones de fiesta, los agentes turísticos, los dueños de restaurantes y otros enfrentan las mismas penurias. Nadie sabe cuando se volverá a la “normalidad” y ni siquiera se sabe si se volverá algún día, porque de una cosa estamos seguros, todo el mundo está aprendiendo de esta pandemia y lo que sobrevendrá no será nada beneficioso, precisamente.
Uno de los riesgos que venido cobrando vigencia sobre las consecuencias de la pandemia es precisamente la de las consecuencias psicológicas. Al faltar esta fiesta popular seguramente debemos temer que también se inscriba en esta línea, pero no por eso debemos arriesgar otros valores de mayor incidencia aún, como la propia salud.
La ausencia de carnaval seguramente se sentirá en nuestro medio porque aún con los errores y las deficiencias propias de cada año, es innegable que muchos de los barrios salteños encuentran en la actividad carnavalera un motivo para integrarse, para reunirse y conocerse, aspectos que faltará este año o al menos serán más esporádicos.
Y aún quienes no somos demasiado afectos al carnaval, reconocemos que es la fiesta popular por excelencia y aunque muchas veces se discutió su realización hay una cosa que es indiscutible: nada puede sustituirle.
Uruguay tiene el carnaval más largo del mundo, según se ha dicho, y es que somos un pueblo fiestero, en que el carnaval asume un rol esencial en la vida social de cada pueblo. Es una fiesta pagana en la que participa mucha gente y se oye y dice lo que muchas veces no puede decirse libremente.
Es por esto que mucho nos tememos que traiga consecuencias y que éstas no sean beneficiosas precisamente para el pueblo.
A.R.D.