Algo que ha pasado seguido, ha sido el dislate entre jerarcas y subordinados, así como también en la faz privada entre empleados y empleadores. A veces a los empleados y/o subordinados les convendría cerrar la boca y no hablar tanto, con el fin de evitar problemas.
Hace pocos días se conocía el relato de un exsecretario de Mujica que contó la vez que el entonces presidente se dirigía de su chacra a la Torre Ejecutiva cuando vio un caño roto de OSE, paró y llamó al servicio telefónico del ente, tuvo que hacerlo tres veces para que lo atendieran, pero no le dieron demasiado corte. Por lo cual se presentó y le dijo al funcionario: “acá habla Mujica” y del otro lado le respondieron: “¿ah sí? Y yo soy Batman”. Por lo cual el exmandatario fue personalmente a la sede del ente, para conocer a Batman.
A raíz de esto surgió una anécdota salteña de la era Malaquina, cuando el entonces intendente se comunicó con el servicio de electricidad de la comuna, a raíz de la falla eléctrica en un sector municipal. Al hablar con el funcionario para saber lo que pasaba, este le respondió que hacía lo que podía y ante tanta insistencia, inquirió quién lo estaba llamando mientras intentaba solucionar el problema. “Habla Malaquina” escuchó y respondió una grosería pensando que era una tomada de pelo.
A los pocos minutos de haber cortado el teléfono, siendo un domingo de tarde, el propio intendente Malaquina llegó al lugar a ver quién le había respondido con exabrupto, y a pesar que los mandos medios dieron buenas referencias del trabajador, igual recibió una sanción formal para evitar que el episodio vuelva a ocurrir.