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Diario EL PUEBLO digital
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Es de las experiencias que mueven o deberían mover a verdadero orgullo de los uruguayos. No porque sean algo excepcional, sino sencillamente porque es hacer lo que corresponde.
Nos estamos refiriendo a la vacunación de autoridades, que se han inoculado cuando les correspondía, ni antes ni en forma diferente al resto de los uruguayos.
No se trata de tirar bombas por lo que se hace, pero en tiempos en que se considera tan normal y natural la corrupción, entendemos que estas acciones adquieren mayor relevancia. No sólo por lo que ha sucedido en la Argentina y seguramente también en otros regímenes, sino porque en una sociedad enferma y desdibujada en sus derechos y deberes, la prioridad para vacunarse se considera casi “normal”.
Prueba de ello es lo que se informa que ha sucedido en Venezuela, donde el gobierno de Nicolás Maduro en plano procedió a vacunarse ante que cualquier otro ciudadano, entendiendo que correspondía hacerlo.
En un subcontinente donde van muriendo alrededor 700 mil personas por la pandemia, no parece acertado y alcanzan ya a varios millones los afectados por pandemia, no parece acertado.
Días pasados decíamos que no sabemos si hubiera pasado en el Uruguay, si hubiera sido el primer país en comenzar con la vacunación. Felizmente hoy, aunque después de varios países, el Uruguay, su gobierno y sus autoridades en general han dado muestras de que son capaces de respetar los derechos de cualquier ciudadano y están concurriendo a vacunarse cuando les corresponde de acuerdo a su edad y a su condición en general.
En nuestro país, donde las autoridades son electas por el pueblo, queda demostrado que esto no adjudica mayores derechos, un gobernante, aún con las potestades que pueda tener no es más importante que el último de los ciudadanos, cuando se trata de derechos esenciales, como la salud, por ejemplo.
Ojalá esto sea siempre así, porque habla muy bien de un país. Lamentablemente no siempre es así y en las franjas etarias más jóvenes es donde notamos algunas deficiencias. Ha habido aglomeraciones, concentraciones, reuniones en los que siquiera se respetan los protocolos difundidos y esto es lo que más preocupa.
Puede resultar “entendible”, dado que hace un año que se observan restricciones a muchas de sus actividades, pero la responsabilidad social y sobre todo generacional aconseja al menos seguir con las restricciones sociales, para evitar consecuencias lamentables.

ARD

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