Diana Liberman es Psicoterapeuta dedicada a la Educacion y el Counseling en Duelo.
Docente y Entranamiento a profesionales de la Salud Mental. Coordinadora de grupos de apoyo en Duelo.
Asesora de Educación en Duelo a Instituciones Funerarias, Docentes y Empresas. Coordinadora y en breve brindará un Seminario Internacional sobre Pérdida, Depresión y Duelo Complicado en la Familia.
Entrevistada por EL PUEBLO nos dió a conocer aspectos de su libro “Es hora de hablar del Duelo”.
La vida transcurre con todos sus condimentos hasta que, en algún momento, acaece la muerte. Entonces, el impacto y la confusión. El piso desaparece; el cuerpo se vuelve jaula vacía; el tiempo se rige por relojes extraños, ajenos, inasibles. Mientras tanto la cotidianidad, implacable, irrumpe, estorba, continúa.
Y aunque se despliegue la más intensa acción y se cubran todos los espacios, aunque no quede ningún resquicio libre que tiente al encuentro con la pena, o así se instale la más honda tristeza y la existencia se vuelva puro llanto, pura angustia, pura parálisis, es hora de hablar del duelo.
-¿Cómo se plantea el duelo en el ser humano?
-”Ante el dolor surgen preguntas: ¿Por qué?, ¿Por qué a mí?, ¿Por qué ahora? La pregunta que suele demorarse es: ¿Por qué no? Dilucidar respuestas puede ser un enorme esfuerzo, inútil. Más allá de supuestas inferencias, el asunto es qué se hace con aquellas situaciones que dejan la muerte, que plantean la vida.
Nuestra cultura occidental evita la muerte: los cementerios son parques; los velatorios, salas; la ausencia, un viaje. Evitar la muerte es negar un aspecto de la vida. También por eso: es hora de hablar del duelo”.
– ¿Cómo comenzó su historia profesional?
-”En 1978, comencé el camino como psicoanalista de niños. Luego de un lustro de trabajo, en 1983, cursé durante cuatro años la escuela de Psicoterapia para Graduados. Después de terminar ese ciclo, habiendo ya sistematizado mis conocimientos psicoanalíticos, descubrí que la búsqueda aún continuaba viva, latente, inexorable”.
– ¿Qué balance hace de su trabajo con niños?
-”El trabajo con niños me enseñó la importancia de abordar la familia. Entonces comencé la formación en Terapia Familiar Sistémica. En 1994, viajé al Mental Research Institute, en Palo Alto, California, Estados Unidos. Allí hice el Curso de Terapia Breve y conocí a Paul Watzlawick. Se abrió una nueva y fructífera etapa como psicoterapeuta.
En 1997, y durante un año y medio, en la Comunidad Bet El, gracias al apoyo del rabino Mario Rojzman y a su confianza en nuestra experiencia profesional, junto a la licenciada Silvia Alper, hicimos la investigación que se llamó Proyecto Ezrah. Entrevistamos a un importante número de viudas que atravesaban procesos de duelo y a sus familias. A partir de esa información, diseñamos un modelo de abordaje del duelo, individual y grupal.
Luego la investigación se amplió a otro tipo de pérdidas. Fue un ciclo de seis años de trabajo conjunto, muy enriquecedor, que terminó a fines de 2002.
– ¿Cómo nace su proyecto Duelum?
-”En marzo de 2003, en Buenos Aires, nació Duelum, Centro de Recuperación Emocional de la Pérdida. Lo fundé con dos objetivos precisos: ofrecer un camino hacia una recuperación saludable que permita crecer desde la profunda desazón del duelo a la construcción de un nuevo proyecto de vida. Y también proponer formación específica a aquellos profesionales que deciden asistir a personas en duelo.
Alguien sufre una pérdida significativa, siente que su mundo se derrumbó y sólo puede sufrir por su pena”.
– ¿Cómo el ser humano se recupera ante el dolor?
-”Quien vive semejante situación no está en condiciones emocionales de escuchar alientos tales como «De aquí vas a salir fortalecido» o «A pesar de tu tristeza, este dolor te puede ayudar a crecer».
Decirle eso a quien está con sus heridas abiertas resulta, como mínimo, irrespetuoso. Aunque parezca una verdad de perogrullo, quien sufre semejante tristeza lo único que puede hacer es sufrirla.
Sin embargo, esto no impide, de ningún modo, que quien se disponga a acompañar el proceso del duelo, desde un lugar profesional, establezca la evolución como horizonte.
En principio, será sólo un objetivo del terapeuta. La incertidumbre forma parte del camino, igual que la confianza y la esperanza, activas y constantes. Lejos de una quimera que traiga soluciones mágicas, el trabajo del duelo, durante toda su resolución, es cotidiano, continuo, permanente. Igual que un pintor que ante la tela en blanco ve la imagen que aún no plasmó y, en los tres colores primarios de su paleta, la gama entera del arco iris, el terapeuta ve en el doliente la posibilidad de recuperación, acepta la perplejidad, el escepticismo y la desconfianza de quien está sufriendo y se dispone a transitar el camino”.
– ¿Qué particularidades tiene la tarea de acompañamiento?
-”La tarea de acompañamiento y apoyo se concreta, exclusivamente, cuando quien viene a pedir ayuda está dispuesto a aceptar el desafío que entraña atravesar un duelo, con todas sus implicancias. No se trata de «recuperarse», sino de «parirse»: morimos con el ser amado que murió. Y resucitamos diferentes de como fuimos hasta entonces.
Luego de una pena devastadora se nace a una nueva realidad, distinta de la que fue antes de la pérdida. Alguien en pleno dolor afirma: «nunca voy a recuperar a quien perdí». Es cierto. La persona querida murió. No vuelve. La recuperación emocional no es redención ni trae a nadie de regreso a la vida. No se trata de recuperar al otro, sino de recuperarse a uno mismo. Cuando se pierde a alguien con quien estuvimos íntimamente unidos, la red que sostenía ese vínculo se rompe. Caemos al vacío. La recuperación emocional no emparcha la red que se rompió. La recuperación emocional ayuda, enseña a crear una red nueva que incluya el agujero de la ausencia”.
– Cuéntenos sobre su libro“Es hora de hablar del Duelo”
-“Este libro ofrece también testimonios de sobrevivientes que atravesaron duelos. Esas palabras tienen más fuerza y valor que la mejor descripción teórica. Cada cita condensa la riqueza del trabajo conjunto que realizan el terapeuta y el doliente. La importancia de la palabra de los consultantes radica en la posibilidad de mostrar la tarea narrativa-creativa; allí se aprecia el proceso de duelo en plena marcha, el intento de encontrar respuestas a preguntas que surgen en la búsqueda de sentido y significado para la pérdida. Conformamos el equipo de trabajo con la licenciada Aída Zuzenberg y la doctora Alicia García. Las experiencias compartidas con la gente que nos consulta inspiran nuestro trabajo cotidiano”.