Días atrás en estas columnas nos ocupábamos de la desidia que se nota en toda la humanidad con respecto a la salud del planeta.
Si bien en mayor o en menor grado toda la humanidad es responsable de la contaminación y otros hábitos malsanos que dañan la tierra es necesario que se tenga bien claro quienes son los países que más contaminan o dañan el planeta.
China es el principal contaminante del planeta pues si bien se ha convertido en una de las más grandes potencias del mundo, el costo ambiental de este desarrollo, es poco conocido. En segundo lugar aparece otras de las grandes potencias, los Estados Unidos. Entre ambas naciones producen cerca del cuarenta por ciento de la contaminación mundial.
Si a estas dos naciones le sumamos lo que contaminan Rusia, Japón y la Comunidad Europea, tenemos más del 90 por ciento del smog que sufre el planeta. Vale decir del gas contaminado que envenena el aire.
Hay que tener en cuenta que las cuatro naciones que integran este grupo se habían negado a adherirse a las limitaciones de los gases contaminantes, que las naciones se han impuesto lograr para el futuro, con límites estrictos y bien determinados.
Como se notará cuatro naciones y un bloque producen casi que toda la contaminación ambiental.
A menudo estas naciones o la mayoría de ellas aparecen con conductas filantrópicas donando o aportando de diversas formas y aparentemente “protegiendo” las riquezas naturales. En realidad nos dejan muchas dudas.
¿Son realmente fruto del deseo de colaborar o contribuir con estos países? ¿O sencillamente la colaboración intenta contribuir con los actuales sistemas de estos países que disimulan y enfocan las causas y orígenes en otros lugares, disimulando las verdaderas y los verdaderos responsables?
Estamos llegando a puntos muy graves de contaminación y el temor es precisamente que se alcancen puntos sin retorno, porque de lo que producen y guardan estos recursos naturales depende en buena medida la subsistencia de la vida en general sobre la tierra.
De tanto en tanto aparecen algunas medidas científicas y tecnológicas que supondrían un aporte decisivo para revertir esta conducta, pero a poco que se inicia un análisis a fondo de estas medidas se nota que todavía son utópicas y actualmente el aporte a la solución es ínfimo.
Existe una verdad irreversible. Son los pueblos los únicos que pueden obligar a otras conductas en la materia y es lo que esperamos, antes que sea demasiado tarde.
A.R.D.
El daño y los dañinos
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