Por Dr. Adrián Báez
Estimados lectores. Tras 202 años del Reglamento Provisorio para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus Hacendados, aprobado por nuestro Prócer José Artigas en Purificación el 10 de Septiembre de 1815, con el inteligente objeto de establecer en estas tierras una realidad social de trabajo y producción, al decir de Maiztegui Casas; podríamos deducir que -salvando las diferencias conceptuales- entre los anhelos del Protector -muchas veces mal interpretados y otras tantas peor aplicados-, y la actualidad, existe un lazo inconmensurable, donde sus inquietudes continúan latentes.
Muchas veces hemos oído la célebre frase, que surge del popularmente llamado Reglamento de Tierras: “Qué los más infelices sean los más privilegiados”; y siempre lo asociamos, en parte con razón, al criterio de que aquellos que son menos favorecidos, o los que padecen penurias, sean tenidos en cuenta de mayor y mejor manera; sin embargo, quizás por no tomarnos el tiempo de leer con exactitud y pensar con seriedad las brillantes ideas (aunque para la época muchas veces controvertidas), que defendía el Gral., si bien la intención iba en cierta manera dirigida hacia ese lado, también ostentaba la responsable y racional decisión de que se debía combatir y “desterrar a los vagamundos y aprehender malhechores y desertores”, y que los “vagos” serían remitidos al cuartel general “para el servicio de las armas” y que cualquiera que cometiese “algún homicidio, hurto o violencia con cualquier vecino de su jurisdicción” sería remitido al gobierno de Montevideo para ser juzgado.
No sólo se procuraba obtener una sociedad organizada bajo un orden imperantemente agropecuario, lógico y con sentido común -al provenir la principal riqueza de ese sector-, otorgando dádivas como extensas proporciones de tierra, llamadas suerte de estancia, animales, herramientas de labranza y demás, para lograr el afincamiento y sentido de pertenencia necesario para el entusiasmo de la gente, con ciertas exigencias igualitarias para todos, como el de tener construido (en el plazo de dos meses), un rancho y dos corrales, con un mes de tolerancia, determinando la omisión, la pérdida del beneficio, no fomentando, de esa manera, la haraganería y muchísimo menos la “viveza criolla”, de tener los mismos derechos, a cambio de ninguna obligación; sino que, también, al mismo tiempo y de forma complementaria, se deseaba establecer un estricto control de seguridad contra todo desmán y delito, que podría conseguirse a través de una fuerte prevención y consecuente represión, como garantía de la tranquilidad y paz que debía reinar para el desarrollo de una sociedad próspera; pero, habiendo primariamente, brindado las mismas oportunidades de superación, a través de la opción del trabajo, hábito que se tenía que inculcar.
Aclaramos -por las dudas-, que la mentalidad de la época y el concepto de clases sociales, sumamente arraigado en la idiosincrasia colonial, es un factor de primer orden para entender algunas actitudes incomprendidas en éstos momentos; pero, que no difieren mucho de una problemática que aún hoy, a 202 años, nos persigue: la inseguridad y el desempleo; a los que se le suma, la pésima creencia, de que se debe, por parte del Estado, todo tipo de derechos, pero no puede el mismo exigir obligaciones, sin incurrir en el calificativo de autoritario e injusto, colocando en un mismo parangón a ciudadanos que luchan a diario por un futuro más digno, de los que ni intentan hacerlo, por comodidad, desinterés o haraganería, siendo muy distinta, claro está, a la situación a la que se enfrentan muchos compatriotas que buscan empleo y no lo hallan.
La filosofía avanzada de la que hacía gala Artigas, lo ha colocado, con justicia, en el sitial de Héroe político de primer nivel, siendo el único de los Libertadores Americanos con un proyecto definido de República y Democracia, que ha traspasado los tiempos; con un postulado de Estadista, que demuestra que la historia es cíclica, y que las injusticias se repiten aunque con matices. Por tal motivo, es menester conocer la historia propia, y prestigiar con hechos, más que con loas, a quien nos marcó el camino a transitar, con una clarividencia notoria, colocándonos en frente soluciones a dilemas del hoy, con recetas del ayer.
Campo y ciudad; sector agropecuario y progreso; seguridad y paz; educación y futuro; Democracia y Libertad; son elementos esenciales para entender el ideario y los pilares fundamentales, que nos convenzan de la vigencia de Artigas.
LA VIGENCIA DE ARTIGAS
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