La noción de los lazos de sangre asume una nueva significación en la película argentina «El clan», que narra una espeluznante historia basada en hechos reales. La película dirigida por Pablo Trapero relata la historia de la familia Puccio, de apariencia respetable, que en la década de 1980 secuestraba a personajes acaudalados en procura de rescate y los mantenía ensangrentados y maniatados en el sótano de su casa mientras en la planta superior seguía con visos de normalidad la vida familiar.
Unos dos millones de personas ya vieron «El clan» en la vecina orilla transformándola en un verdadero fenómeno cinematográfico desde que se estrenó el 13 de agosto en Buenos Aires. La cinta ha contribuido a revivir interés en una historia que se desenvolvió mientras Argentina hacía la transición de la dictadura a la democracia, a tal extremo que ya se está emitiendo una serie de televisión y ya se habla de la “pucciomanía”.
«Hay una pucciomanía», reconoce Guillermo Francella, el capocómico argentino que interpreta al padre de la familia, Arquímedes Puccio, y que en sus últimas películas su carrera ha tenido un giro hacia el drama de manera exitosa.
Lo siniestro del caso conmovió a la Argentina en su momento. La familia era popular y tenía vinculaciones sólidas en la sociedad argentina. Arquímedes había sido militar con lazos con el gobierno, la esposa maestra y su hijo mayor Alejandro, astro de rugby en uno de los principales equipos del país.
«Era una historia criminal emblemática para la Argentina», afirma Francella, que vivía en el mismo vecindario elegante de los Puccio. «Recuerdo que en esa época nadie creía que fueran culpables. Parecían inocentes, una familia normal».
Los crímenes ocurrieron en momentos en que la democracia retornaba a la Argentina después de siete años de una dictadura militar que secuestró, torturó y asesinó a millares de personas. Cuando volvió la democracia en 1983, Argentina presenció una ola de secuestros atribuidos a exsoldados y policías que habían pasado de capturar disidentes a secuestrar empresarios en busca de rescate. Arquímedes Puccio tenía contactos con los servicios secretos que habían contribuido a protegerlo de la justicia hasta que llegó la democracia. «Estaba acostumbrado a secuestrar gente, a hacerla desaparecer», dijo Francella. «Y cuando ya no era miembro (del aparato represivo), quedó libre de seguir haciéndolo en interés propio».
Los miembros de la familia fueron arrestados en 1985 y varios de ellos sentenciados a prisión por sus delitos, que incluyeron el asesinato de tres secuestrados.
HOTEL TRANSYLVANIA 2
No es la primera vez que lo digamos, y estamos convencidos que tampoco será la última, pero tenemos claro que cuando una idea (o película) resulta exitosa, la maquinaria hollywoodense se pone en funcionamiento casi de inmediato para fabricar una secuela. Se trata de seguir generando productos que a su vez generen ganancias a como sea. Lo que suele suceder a causa de esto, lamentablemente cada vez más a menudo, es que esa idea primigenia se agota en sí misma, y el paso siguiente resulte una mera copia o reacomodamiento de esa idea que termina con la frescura de la original. En la primera “Hotel Transylvania”, Drácula montaba precisamente un resort para que los monstruos pudieran descansar sin ser molestados. Hasta allí llegaba sin querer, ni saber dónde se metía, un humano (Jonathan) y el chiste era la contraposición entre dos mundos distintos, y el resultado era divertido. La vuelta de tuerca para Hotel Transylvania 2 es que Jonathan y Mavis tienen un hijo, y el quid de la cuestión es si será humano o vampiro.
Eso es todo. Están los personajes secundarios (Frankenstein, La Momia, el Hombre Lobo, etc.) que acompañan a Drácula, Jonathan, Mavis y ahora el pequeño Dennis, y el deseo del Conde de que le salgan los colmillos al nene, y de su madre por dejarlo ser lo que tenga que ser.
O sea: Serás lo que debas ser, o no serás nada. O, la tercera vía: serás una secuela, con camino a una tercera película. Los mensajes son más o menos claros y los mismos que en la original: aceptar al que es diferente, ver que es posible una familia ensamblada si lo que sobra es amor, y las constantes metidas de pata de Drácula.. Genndy Tartakovsky, el creador de El laboratorio de Dexter y el cerebro detrás de Las chicas superpoderosas y Samurai Jack, le imprime ritmo a cada secuencia.
Con o sin el 3 D, con pop caramelado seguramente se la pasa mejor.
Así que un poco más de lo mismo, con una historia y con personajes que ya no sorprenden, pero divertida.
Llega a Salto el éxito argentino “El Clan” con la historia de la banda de la familia secuestradora
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