En reiteradas ocasiones hemos hablado de una serie de problemas que tiene el Muelle Negro, uno de los paseos más pintorescos que tiene Salto. Son problemas de deterioro que ha sufrido paulatinamente con los años, sin un mantenimiento adecuado.
Ayer, un lector nos comentaba que en su opinión, hay una cosa que, de solucionarse, prácticamente se terminarían los demás problemas. Se refería a la iluminación. Porque, a decir verdad, es una boca de lobos.
En cambio si hubiera luz, los huecos en el piso por falta de tablas o tejido metálico se verían y no habría tanto riesgo; quienes van a rayar o romper maderas o hierros estarían más expuestos; menor sería el peligro para los peatones ante las bicicletas que ingresan a alta velocidad; habría más seguridad en general.
Otra vez, vecinos de Avda. Reyles, zona de asentamientos conocida como Puente Blanco, se quejan del poco espacio, cada vez más estrecho que queda para circular por las veredas, «ocupadas hasta por carros y caballos», nos decían. «Para pasar hay que bajar a la calle y es un peligro bárbaro con el tránsito», agregaba quien nos llamó.
En Chile al 700, en el Cerro, plantea una lectora que, desde la última tormenta que hubo, es tan molesta la forma constante en que titilan las luces de la calle, que «marea, no se puede ni estar sentado en la vereda sin que te empiece a doler la cabeza».
