Hacía tiempo que no presenciábamos una rapiña en nuestra ciudad. En la mañana de ayer, en la transitada esquina de Invernizzi y Brasil, un malhechor rapiñó a una transeúnte que circulaba por el lugar, dándose a la fuga por la segunda arteria, siendo perseguido por amigos de la misma -todos jóvenes-, quienes no lograron alcanzarlo.
El hecho conmocionó a los que circulaban por el lugar, que le brindaron asistencia a la víctima, llamando a las autoridades del orden que, lamentablemente, demoraron en llegar.
Más allá del hecho en sí, no deja de ser algo a lo que no podemos acostumbrarnos sea el lugar que fuere donde ello ocurre; pues, de ser así, transformándose en moneda corriente, erosionamos paulatinamente la convivencia social que debe reinar.
No es cuestión, como dijo uno de los testigos, de la condición socio-económica del maleante, porque, nada justifica efectuar actos de violencia sobre una persona para hurtarle lo suyo, como tampoco lo es el acto mismo del hurto. La mayoría de la gente que se encuentra en situación menos favorecida, es digna y honrada, por lo tanto, la delincuencia, por menor que sea, sirve de excusa.
De igual manera, podemos presenciar menos presencia policial en varios puntos de la ciudad, aunque sí, una mayor, en otros. Quizás, una presencia más equitativa ayude a que no nos confiemos en que al mermar los delitos en un punto, ya no sea necesaria una frecuente vigilancia.