Un señor mayor caminaba hace dos o tres días por una vereda de calle Artigas, cuando en la cuadra comprendida entre Larrañaga y Treinta y Tres fue rozado por una bicicleta y de milagro no cayó. “Me salvó que estaba cerca de la pared y me agarré, pero el dolor en la pierna y el susto duraron bastante”, contaba.
Surge otra vez el tema del que ya hablamos varias veces: bicicletas grandes encima de las aceras, con gente que ya no son niños y a veces a alta velocidad. Le preguntamos a este señor si vio si se trataba de un niño o alguien mayor, y decía que “fue un hombre grande, por lo menos un muchacho de más de veinte años, además no fue capaz de preguntarme si precisaba algo”. Lamentable.
Que hay muchísima gente que se dedica a la compra-venta de los más diversos artículos en redes sociales no es novedad. Tampoco lo es, que las estafas a los compradores están a la orden del día, sobre todo cuando se compra algo de fuera del departamento y se envía dinero por un artículo que después nunca llega.
Pero ahora, los que se sienten estafados son vendedores, y de aquí de Salto. Hay quienes hacen llevar determinado producto a tal o cual dirección y una vez allí el vendedor comprueba que la dirección no existe, o es una casa abandonada, etc. “Además de perder la venta, perdemos tiempo y nafta”, comentan. Seguramente significa una diversión para quien lo hace, aunque no es otra cosa que una maldad. A estar atentos.
