Aparentemente, el agua del río Uruguay no seguirá creciendo más allá del nivel en el que se encuentra actualmente. La noticia trajo un respiro para cientos de familias que, con la mirada puesta en el cielo y en el cauce, ya estaban preparando sus cosas para evacuar en cualquier momento.
En muchos hogares, las señales de alarma ya se habían traducido en acción: encajonar vasos, platos y todo aquello que pudiera salvarse se volvió una rutina silenciosa. Los muebles se levantaron con ladrillos, pero en la mayoría de los casos, por temor a los robos, se optó por trasladarlo todo. No se arriesga lo poco que se tiene.
Lamentablemente, muchas de estas familias ya están acostumbradas a vivir con lo indispensable, a empacar en pocas horas una vida entera, a dejar atrás su casa esperando que el agua se lleve lo menos posible y no lo irremplazable.
El paisaje aun es duro, el río está alto, pero todo hace prever que no habrá evacuaciones por el momento, y eso trae tranquilidad a las familias que sumado al frio intenso aparece el fantasma de las inundaciones