En un testimonio cargado de tensión y agradecimientos, el intendente electo Carlos Albisu relató cómo vivió las alarmas, el refugio compartido con estudiantes y familias y el extenso periplo de regreso que culminó tras 54 horas de viaje.
Relato del regreso desde Israel
Estábamos preocupados, por supuesto. También un poco impactados por la situación, pero sobre todo la mayor preocupación era por nuestras familias, que estaban mal, muy nerviosas. Y cuando uno dice «familia» sería muy egoísta limitarse a eso, porque también mucha gente se estuvo comunicando con nosotros, mensajeando todo el tiempo. Con la diferencia horaria, era como si estuviéramos conectados las 24 horas. Realmente queremos agradecer a toda esa gente que se acercó y de alguna manera nos acompañó en todo ese periplo que tuvimos.
El momento más tenso
El principal momento de tensión fue el viernes a las 3 de la mañana (las 9 de la noche del jueves en Uruguay), cuando sonó la primera alarma. Nunca habíamos escuchado algo así. No era la alarma del reloj o del celular que suena cuando uno se levanta, era una alarma que realmente se te mete en la piel, impacta y te hace pegar un salto. No hay quien se duerma después de eso.
Ese fue el primer impacto, lo nuevo. Si bien al llegar al campus o a cualquier lugar nos hacían toda una inducción, explicando cómo funcionaba el búnker en caso de emergencia, uno lo tomaba como “la letra chica”. Pero después la situación fue escalando, tanto en intensidad como en el tiempo de respuesta que tenías para refugiarte, y la frecuencia con la que sonaban las alarmas.
Cada jornada tuvo su particularidad. El martes, por ejemplo, cuando salimos hacia Jordania a las 9 de la mañana, fue una de las alarmas más fuertes, tanto por el tiempo que duró como por el impacto. Un misil cayó a 10 kilómetros de donde estábamos, tumbando un edificio. Aunque estábamos a 15 minutos del foco, que era Tel Aviv, sabíamos que existía la posibilidad de que cayera donde estábamos, como ocurrió en otros poblados, incluso algunos árabes.
No era el objetivo, por supuesto. A veces, por una diferencia de milímetros, un misil lanzado desde 1.700 kilómetros puede caer en un lugar inesperado. Así que cada vez que sonaba la alarma, nos metíamos en el refugio. Era un refugio amplio, dentro del lugar donde estábamos alojados. Ahí había jóvenes estudiantes, algunos con hijos, israelíes, musulmanes, todos compartiendo espacio con los diferentes intendentes. Siempre había algo que te sorprendía, algo distinto.
La salida de Israel
Salir de allí fue todo un periplo. Hubo una estrategia de evacuación coordinada por las embajadas de Israel y de países latinoamericanos. El lunes a media mañana salió el primer contingente: los intendentes brasileños, por la ruta de Daña y Arabia Saudita.
A nosotros nos tocó vivir tres intentos de salida frustrados, porque se cerraban aeropuertos o pasos por amenazas de bomba. Se llegó a planificar una salida por Egipto, pero finalmente se concretó por Jordania.
Salimos en una van con argentinos, uruguayos, intendentes de Guatemala y Paraguay. Jordania está a 300 kilómetros —unas 3 o 4 horas en Uruguay— pero nosotros demoramos nueve. Hubo dos pasos fronterizos: el de Israel, que fue dinámico (una hora aproximadamente), y el de Jordania, que llevó entre cuatro y cinco horas. Luego nos trasladaron en un autobús con guardias y llegamos a Jordania.
Allí esperamos unas ocho horas antes de partir desde el aeropuerto de Ammán hacia Turquía. El vuelo duró poco más de dos horas. En Turquía nos recibió el cónsul general uruguayo, quien nos acompañó durante las cinco horas de espera en el aeropuerto. En ese punto nos separamos del resto de las delegaciones porque teníamos vuelos distintos.
Nos quedamos con Nicolás y tomamos un vuelo de Turkish Airlines hacia San Pablo. Fue un viaje de 13 horas, lo habitual. En San Pablo nos esperaba el cónsul uruguayo. Tras otras cuatro horas y media, tomamos el vuelo a Montevideo.
Desvío a Buenos Aires y llegada a Uruguay
Cuando estábamos por aterrizar en Montevideo, nos informaron que no se podía bajar por la niebla. Nos desviaron a Buenos Aires. El vuelo hacia Montevideo salía recién al día siguiente, a las 3 de la tarde, pero nosotros ya llevábamos más de 50 horas de viaje. Estábamos agotados, también desde el punto de vista emocional, y queríamos ver a nuestras familias.
Decidimos tomarnos un taxi en Ezeiza y venirnos hasta el puente de Fray Bentos. Mi señora, que había ido con mi hija a Carrasco a buscarnos, nos fue a esperar allá. Cruzamos caminando la frontera. Primero dejamos a Nicolás en Paysandú y después llegamos a casa. En total, fueron 54 horas de viaje.
¿La embajada uruguaya en Argentina los asistió?
La embajada uruguaya en Argentina no nos fue a buscar. Como fue un vuelo que dio vuelta por la niebla, y además ya estábamos arriba del avión cuando avisaron que iríamos a Buenos Aires, gestionamos el taxi ahí mismo en Ezeiza y salimos directo. Fue parte de la gestión del gobierno uruguayo.