En 12 puntos disputados, jugando en la serie B de la Divisional A del Torneo de Clubes del Interior, Universitario establece una diferencia de CUATRO puntos sobre Estudiantes de Tacuarembó y Arsenal de la Liga Salteña.
Universitario llegó a 10 unidades con el invicto sostenido y la cuota de equilibrio que no le falta. Tres imposiciones y un empate. De última, el gol de Joaquín Jacques para generar la imposición por diferencia mínima.
El hecho es uno y concreto: la esencia de Universitario, parece estar definitivamente INTACTA. Goza de buena salud y se la defiende, sin que la pretensión se limite a partir de la nueva composición técnica. Ya sin Emilio Silva y con Alejandro Irigoyen.
Cabría preguntarse si no es cuestión díscola o descabellada desde el análisis, plantear un segundo título consecutivo de Universitario a nivel del Interior. La respuesta se traduce en tres palabras: PARA NADA DESCARTABLE.
Sucede que Universitario no es solo un equipo titular, es la plenitud DE UN PLANTEL donde las opciones no precisamente dormitan en algún eventual confort. El campeón se activa, se reinventa desde lo motivacional y le corre por la sangre UN FÚTBOL QUE PUEDE Y SIENTE.
Tiene enemigos concretos: Ferro Carril es uno. Pero además afloran como siempre equipos potenciales. A manera de ejemplo: Lavalleja de Minas, Río Negro de San José y Porongos de Trinidad. Universitario lo sabe.
Pero también sabe de esa estructura que lo palanquea. Alejandro Irigoyen puede elegir entre más de una veintena de jugadores. Es una ventaja totalizadora.
Juega a favor de la vigencia, de la credibilidad sin tapujos ni complejos.
No es un tema de fe: es un tema de CAPACIDAD. Universitario convive con ella. Es un intelectual practicante de lo posible. Y el hambre de gloria no lo saca de la grilla de los que creen. Universitario está obligado a creer que puede.
Porque puede. Desde esa esencia que no se negocia. Ni se presta.
