Zulma Teresa Viera Cardozo
Nos recibió en su casa en pleno barrio Salto Nuevo, en el mismo lugar al que llegó de adolescente, con apenas 17 años y recién casada hace ya 54 años. Venía de las chacras de Constitución junto al compañero de toda su vida. Desde muy chiquita sabía que la vocación de maestra era lo suyo. Fue así que hizo de su profesión un instrumento para educar en la alegría de vivir. Alegría, valentía y disposición con la que afrontó el cáncer, y con la que encara sus viajes al exterior. Goza al estar con sus nietos y se sigue emocionando al recordar a su esposo, ya fallecido, de quien guarda y entrega su amor por los libros y su filosofía de vida. Podríamos adjetivar a este Al Dorso, un Al Dorso agradecido. Por la vida de esta maestra que sigue sembrando espacios de felicidad y de alegría en todos los emprendimientos que lleva adelante día tras día.
LA INFANCIA EN CHACRAS
DE CONSTITUCIÓN
Zulma Teresa Viera Cardozo nació en Itapebí en 1939, y a los meses su familia se trasladó a la zona de chacras de Constitución. Sus abuelos tenían un campito que arrendaban. Formó parte de familia numerosa, en donde eran 9 hermanos. De las hijas mujeres Zulma es la menor. Sus abuelos maternos también tenían un campito en Itapebí, en la zona que se llamaba el “Agua Dulce”. En las chacras de Constitución confiesa que “me crié muy feliz. Esa etapa de mi vida fue muy linda. Conserva los mejores recuerdos de esa época y de esa zona del departamento: “disfrutábamos mucho el estar en el campo. Mis padres (Eladio y Herminia) y mis hermanos todos trabajaban la tierra. Hacían plantaciones de maní, y me encantaba acompañarlos a despojar el maní, a sacarlo de la planta. Vivíamos en una casita modesta”. Su padre y algunos de sus hermanos trabajaron en El Espinillar.
LA ESCUELA 48
Concurrió a la escuela nº 48. A los 5 años empezó la escuela. Le encantaba leer y “aprendí enseguida”. Recuerda a su maestra de 1er año: Celeste Galvalisi, “sensacional, divina”. Incluso iba a la esquina en donde pasaba el ómnibus para verla cuando ella volvía para Salto. En 3º tuve como maestra a María Inés Forteza de Aragón. A la escuela la nombraron Escuela Granja y eso “fue una experiencia inolvidable, porque teníamos animales, huerta, un jardín espectacular”. Zulma ha vuelto a su escuela en ocasión de celebrarse los 100 años y cuando le dieron el nombre a aquella maestra de 3º: María Inés Forteza.
SE CASÓ A LOS 17 AÑOS
Conoció a su esposo, Nico Cunha, en campaña. Zulma había ido a la estancia del que resultaría ser su cuñado, a darle clases a su hija, en la zona de Palomas. Como era un lugar que quedaba lejos de la escuela estuvo unos meses enseñándole para que luego la niña fuera a la escuela a dar unos exámenes que aprobó muy bien. Entonces en una oportunidad en dicha estancia hicieron una yerra, y vino Nico, que estudiaba abogacía en Montevideo. “Ahí nos conocimos y luego seguimos la relación”.
Se casó a los 17 años el 3 de noviembre de 1956 y se vino a vivir a la ciudad, en donde hoy es su actual hogar, cerca del actual Gimnasio Bernasconi (en Salto Nuevo). En ese tiempo “era todo despoblado y en donde hoy está el gimnasio funcionaba el vivero municipal. No existían aún los barrios Minervini, Don Atilio, era todo campo”.
LUEGO DE CASADA
EMPEZÓ EL LICEO Y
FUE MAESTRA
Si bien tenía ganas de ir al liceo, su familia no podía cubrir los gastos de trasladarse a la ciudad para cursar, porque en Constitución no había.
Cuando se casó, su esposo le propuso que iniciara el liceo, y fue así que empezó las clases en el liceo 1, en Brasil y Osimani. Le gustaba y disfrutaba mucho. “Jamás fui sin estudiar”. Además Nico “me apoyaba en todo. Si precisaba un libro me lo compraba. En aquel entonces se leía mucho. Yo leía todo lo que venía a mis manos. Además Nico era un gran lector, y tenía mucho material, libros de literatura, entre otros”. Terminó 4º año, y empezó magisterio. “Desde niña sabía que mi vocación era ser maestra”.
MAESTRA RURAL
Se recibió de maestra en 1965 y se fue a trabajar en escuelas rurales. La primera en la que estuvo fue en Cañas de Arerunguá. “Vivía en la escuela y pasaba más de una semana sin volver a Salto”. Eran unos 15 niños, también cocinaba, y era maestra única. Extrañó mucho, e incluso su esposo la acompañó. En 1967 estuvo en Zanja Honda y luego en Mataperros. En estos lugares uno disfruta porque “la gente es muy abierta, cariñosa y cercana”.
LA DESTITUCIÓN
EN ENERO DE 1978
Luego de ello obtuvo una beca y fue a perfeccionarse en 5º y 6º años. Estuvo dos años y se fue con su familia. En esos años militó mucho en la FUM (Federación Uruguaya de Magisterio), justo en la etapa previa a la dictadura (1971 – 1972). En el momento en que se disolvieron las cámaras (junio de 1973) Nico, su esposo, estaba en las barras del Parlamento. A la vuelta de Montevideo (1974) empezó a trabajar en la escuela nº 3 de la ciudad, “hasta que me destituyeron en enero de 1978. Yo había militado mucho a nivel gremial y los militares porque uno pensaba distinto y anhelaba un poco de justicia social para todos no te perdonaban”. En ese momento tuvo que empezar a buscar otra forma de trabajo. Fue entonces que empezó a dar clases particulares de matemáticas en su casa. A la vez, junto con mi hijo vendíamos mercadería en los boliches del barrio todo tipo de mercaderías que nos daba un amigo de mi esposo, Alfredo Rodríguez Errandonea: desodorante, champú, llevábamos un bolso lleno. Luego vendió publicidad, trabajando durante dos años para el “Índice Comercial”, y también en una Boutique de unas amigas en calle Uruguay. Luego se jubiló con una pensión pequeña, con algunos años de trabajo.
1985: VUELTA A CLASES
En 1985, al retornar la democracia, la reintegraron a sus tareas de maestra. Quería seguir trabajando porque “era realmente lo que anhelaba”. Estuvo un año en la escuela nº 10 y luego pasó a la nº 3. En 1986 obtuvo otra beca del Instituto Magisterial Superior para un curso para directores de escuelas (en 1986 y 1987), por lo que volvió a trasladarse con su familia a Montevideo. Al volver llegó a ocupar el cargo de sub directora de la escuela 3. Sobre el final de trabajo, cumplió tareas en la colonia de Vacaciones de Termas del Arapey, en donde se jubiló luego de 30 años de trabajo. En 1988 puso un jardín en su casa. Llegó a tener 22 niños de 3 a 5 años. Permaneció abierto por casi 20 años.
EL CÁNCER
En 1991 se enfermó de cáncer de mama. Concurrió al Instituto de Oncología, en donde habían atendido a su hermana mayor, que “la perdimos”. Se sigue atendiendo con controles periódicos, y empezó a trabajar con LUVEC, la Liga Uruguaya de Voluntarios en Educación y Prevención del Cáncer. El trance del cáncer “lo superé muy bien porque yo sabía que me iba a recuperar. Lo importante es asumir y estar siempre en positivo, y haciendo prevención. En LUVEC seguimos haciendo prevención, que es fundamental, porque no hay que esperar que la enfermedad se aloje en su cuerpo. Hay que tratar de tener conductas de prevención porque hay muchos factores de riesgos que se pueden evitar, como el tabaco”. Cree mucho en la ciencia, ya que también tuvo otros episodios de enfermedad que pudo superar (un tumor en el estómago) a partir de los cuidados que tuvo y la atención de profesionales salteños.
VIAJAR: INTERCAMBIO
CULTURAL
A Zulma le gusta mucho viajar y desde hace un tiempo es delegada de la Asociación de Intercambio Cultural (AICU), por la que se puede viajar a España a congresos diversos, bancando los costos con la venta de números de rifa. En el año 2000 pudo ir por primera vez , junto a otras maestras (Ely Castillo, Cristina Gallino y Natalia Bibbó), a Salamanca a un congreso sobre educación. Volvió en el 2001, pero suspendió las idas por un tiempo por problemas de salud tanto de ella como la pérdida física de su esposo. Pero en 2009 la volvieron a llamar, y en este regresó a Salamanca. Zulma disfruta viajando, encontrándose con mucha gente que te abre la cabeza y con estudiantes.
SU ESPOSO: NICO CUNHA
Zulma tuvo como compañero de su vida a Nico Cunha, conocido poeta salteño, virtuoso recitador de muchos escenarios. Al momento de recordarlo lo hace presente en ese amor que los unió hasta su partida física, hace unos años. Lo retrata como un ser “bohemio, al que le gustaba la soledad y siempre estaba escribiendo”. No soportaba el movimiento de una ciudad grande. Cuando daba clases particulares de literatura en su casa nunca le cobró a ningún alumno. “Me decía ¿Cómo pensás que voy a lucrar con la literatura, con todo lo que puede ofrecerles a los demás? Era un idealista”. Destacó su esposo “bonhomía. Amaba la vida, la literatura. Lo más importante para él era que la gente que convivíamos estuviéramos en contacto con la cultura, aprendiendo siempre. Nos incentivaba para que supiéramos un poco más y que tuviéramos ganas de seguir estudiando, porque esa era su filosofía de vida”. Sabía mucho de literatura, pero también de historia, de filosofía y de toda la parte humanística. Sabía mucho de la literatura gauchesca y recitaba. Tenía un oído privilegiado, tocaba la guitarra y el acordeón de dos hileras. Escribía y hacía décimas muy lindas, con un toque político. Le encantaba cantar desde joven. Sabía alrededor de 300 poemas. Leíamos “Marcha”. Nico nunca se deshizo de los materiales que tenía, motivo por el cual conserva una interesante biblioteca familiar. “Íbamos al cine y al teatro siempre. En mi juventud íbamos siempre los domingos a la matinée. Tuvimos una vida muy feliz, con mucha alegría. Vivimos siempre en positivo”.
LOS NIETOS
Ariel Nicolino es su hijo. Es abogado, egresado de la Regional Norte, y le ha dado, junto a su esposa Valeria, tres nietos. Dos nenas – Sol y Pilar- y un varón – Mateo. “Soy feliz siendo abuela, y más cuando me piden que cuide a mis nietos. Soy una agradecida a la vida y a la ciencia. Me gusta mucho caminar y disfruto. Trato de vivir con alegría”.