AGENDA LEGAL: REFLEXIONES SOBRE EL DERECHO
La presente reflexión se inscribe en un análisis discursivo y disruptivo del vínculo intersubjetivo que se establece en el ámbito familiar y su incidencia en el derecho patrimonial y procesal, considerando la coerción implícita de las obligaciones asumidas frente a terceros ajenos al vínculo filial pero cuya responsabilidad se mantiene indisolublemente atada por la praxis jurídica y social.
Hete aquí que, sin mencionar nombres ni casos, me llegó un expediente cargado de esa deliciosa mezcolanza que solo la vida real puede ofrecer: un jubilado con buena voluntad, bondadoso hasta el exceso, accede a ser deudor solidario en un préstamo hipotecario para que su hija junto a su pareja puedan comprar una casa. El gesto, más que noble, resulta inocente. El “yerno”, en la narrativa que no necesita apellidos, financia con su salario el 70% del compromiso, mientras que el jubilado sostiene el 30% con su pensión, retenida automáticamente mes a mes. Pero el carnaval no termina ahí: la hija se aleja del “yerno”, el “yerno” se establece con otra familia en la misma propiedad, el jubilado sigue pagando y el banco, a pesar de todo, no tiene prisa en accionar contra los deudores. ¿Resultado? Una madeja legal que atrapa a un tercero sin posibilidad real de zafarse, enredado en un contrato con un extraño y preso de una generosidad que dejó de ser virtud para convertirse en carga.
La llamada “solidaridad familiar” en este contexto se revela como un traje a medida, confeccionado en las sombras de la ley, para que terceros inescrupulosos puedan aprovecharse sin pudor de una grieta legal que solo existe gracias a la ingenuidad o la necesidad. El jubilado, quien en principio actúa con la mejor intención, se transforma sin quererlo en la piedra angular del negocio, en el sostén invisible que carga con el peso de un compromiso que nunca terminó de ser suyo en sentido pleno. Así, la letra impresa, la cláusula escondida, se convierte en un arma de doble filo: mientras la ley parece proteger los intereses de todos por igual, en la práctica las personas reales, aquellas que ponen el cuerpo y el bolsillo, se quedan con el filo cortándoles la espalda, como si el sistema se saciara a costa de los más vulnerables.
En un mundo donde el “sistema” nos ata con contratos, más allá de los afectos, el abogado tiene la tarea no solo de interpretar leyes, sino de hacer visible ese rostro humano que queda detrás del papel. Al fin y al cabo, nuestro aporte quiere ser un puente —casi poético— entre la fría letra y la caliente realidad, un vínculo entre justicia, política y la abogacía que desafía, cuestiona y persiste en buscar la equidad.
Hasta la próxima semana.