La velocidad e imprudencia sigue siendo la enfermedad más grave de los salteños. Quienquiera que conduzca o sencillamente pasee por las calles de la ciudad se encontrará con todo tipo de imprudencias.
Desde quienes circulan por las banquinas (lugar no habilitado para transitar), a la vista e indirecta complacencia de los controladores de tránsito, llámense éstos Policía Caminera, Policía de Tránsito o inspectores municipales.
Lo peor de estos es cuando esta infracción se junta con otra, que es el exceso de velocidad y por lo tanto estos infractores adelantan por la derecha, zona prevista en las rutas nacionales para cualquier maniobra imprevista o desperfecto que se produzca en un vehículo.
Eso si, lo que vemos a diario es el control de las boletas que autorizan, mediante un costo respectivo, el estacionamiento vehicular en zonas tarifadas.
Estamos de acuerdo que la mayoría de estos imprudentes son motociclistas, pero no son los únicos. Esto Lo que nos llama la atención es no solo las víctimas fatales que de tanto en tanto se producen, sino esencialmente las vidas que resultan afectadas, mutiladas, malogradas.
Nos duele el hecho de que casi la totalidad de ellas fueron imprudencias efectuadas por ignorancia de las normas de tránsito o por falta de control en el cumplimiento de las mismas. Entendemos que lo más importante en estos casos es la información, que unida a la formación responsable de los conductores puede y seguramente evitaría muchos de estos “accidentes”, (nunca llamados más precisamente “siniestros” o imprudencias) que se producen a diario.
Quienquiera que conduzca en Salto, sabe que el tránsito en nuestra ciudad es desordenado, caótico, que muchas veces vemos que nadie es capaz de “aguantarse” detrás de otro vehículo y por lo tanto parece “obligado” a pasarlo y llegar antes, así sea para detenerse ante un semáforo.
Es la realidad de nuestras calles y cuando alguien sostiene que a la Intendencia sólo le interesa la actividad recaudadora, como la venta de boletas, es una afirmación atendible. Es lamentable, pero razón no les falta.
Cuando alguien arriesga su vida por una imprudencia pensamos honestamente ¿de quién es la culpa?. Siempre hemos sostenido en estas columnas, que lo primer es formar e informar a quien o quienes conducen. Lo segundo y tan importante como esto, es sancionar a los reincidentes, que ponen en riesgo no sólo su vida, sino también la de los demás.
A.R.D.
Una enfermedad evitable
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