El pasado lunes, la Intendenta de Salto, Ingrid Urroz, junto al secretario general de la comuna, presentaron ante la Junta Departamental la Rendición de Cuentas correspondiente al ejercicio 2024, cerrando el período con un resultado acumulado deficitario de -2.049 millones de pesos uruguayos. Sin embargo, el informe señala un superávit en el ejercicio 2024 de 26,4 millones, lo que implica una leve reducción del déficit acumulado con respecto a 2023, cuando este había alcanzado los -2.076 millones.
Se trata del segundo año consecutivo en el que los resultados del ejercicio muestran cifras positivas, aunque insuficientes aún para revertir la pesada carga estructural del endeudamiento municipal. Aún así, esta tendencia contrasta con la dinámica registrada durante buena parte de los últimos 15 años, marcada por resultados negativos persistentes, acumulando compromisos financieros que condicionan fuertemente la capacidad de inversión y de gestión.
2010: último año con superávit
El año 2010 —último del gobierno del entonces intendente Ramón Fonticiella (Frente Amplio)— fue el último ejercicio en el que la comuna salteña cerró con superávit, arrojando un resultado positivo de 13,2 millones de pesos, con un déficit acumulado de -91,6 millones. Ese dato cerraba una gestión que, si bien no logró revertir el déficit acumulado, mantuvo una contención razonable del endeudamiento, dejando la comuna en una situación relativamente manejable.
2015: herencia compleja y giro financiero
El 2015 marca el fin del gobierno del intendente Germán Coutinho (Partido Colorado). Al 31 de diciembre del 2014, el déficit acumulado se había disparado a -727,9 millones de pesos, lo que refleja un fuerte deterioro de las finanzas departamentales en apenas cinco años. Este salto en el rojo financiero coincidió con importantes gastos en obras e infraestructura y una expansión del aparato municipal que, según voces de entonces, no fue acompañada de una planificación financiera sustentable.
En ese marco asumió el doctor Andrés Lima, dando inicio a una década de gobierno frenteamplista (2015-2025), marcada por un desafío permanente: equilibrar las cuentas públicas sin frenar la inversión en servicios y obras. Sin embargo, los datos muestran que el déficit acumulado no solo no se redujo, sino que se profundizó: al cierre de 2023, el rojo llegó a -2.076 millones de pesos, es decir, casi el triple de lo recibido en 2015.
El impacto del fideicomiso
Un dato relevante para entender este fenómeno es el peso del fideicomiso financiero solicitado durante el primer gobierno de Lima, destinado a financiar obras y cancelar deudas acumuladas. Según la Rendición de Cuentas 2024, más de 1.254 millones del déficit total acumulado están asociados a obligaciones generadas por ese fideicomiso, lo que representa aproximadamente el 61% del rojo financiero actual.
El fideicomiso fue una herramienta polémica: si bien permitió ejecutar proyectos y mejorar la infraestructura urbana, comprometió durante años recursos futuros, especialmente por los pagos comprometidos con los agentes financieros.
Balance final
Tras una década de administraciones frenteamplistas, los números muestran una comuna que logra pequeños superávits anuales, pero arrastra una pesada deuda estructural acumulada, en buena medida explicada por decisiones adoptadas en años anteriores y por el peso del fideicomiso. El hecho de que los resultados del ejercicio 2023 y 2024 sean positivos indica un esfuerzo de orden financiero en el corto plazo, pero el panorama general sigue siendo de alta vulnerabilidad fiscal.
A la próxima administración, que encabezará Carlos Albisu desde el 10 de julio, le tocará lidiar con ese legado: un déficit crónico, compromisos financieros heredados y la necesidad de responder a una ciudadanía que espera eficiencia en la gestión, pero también soluciones concretas en infraestructura, empleo y servicios. El desafío, entonces, no será solo técnico, sino eminentemente político.