El 12 de agosto, en plena Plaza de los Treinta y Tres Orientales, el presidente de ADEOMS Salto, Juan Carlos Gómez, decidió convertir una instancia sindical en un acto de militancia partidaria.
Lejos de centrarse en reivindicaciones laborales, usó el micrófono para llamar al boicot contra un gobierno departamental electo por la voluntad popular.
Su frase —“no vamos a permitir que este experimento de coalición reaccionaria tenga éxito”— no fue un exabrupto, sino una declaración de guerra política.
Es, además, la clase de eslogan que la militancia frentista adoptará como mantra, repitiéndolo en cada barrio, en cada sindicato y en cada escenario posible, hasta convertirlo en una bandera contra cualquier gestión que no responda a su signo ideológico.
De esta forma muestran la hilacha. No importa la calidad de la gestión o el talento de sus conductores: lo importante es el “relato”. Una versión de la realidad que no se ajusta a los hechos.
Se vienen tiempos de retórica demencial. Vamos a lo que están pensando: de aquí en más cada error de la gestión del intendente salteño será responsabilidad de la coalición.
Si seguimos el planteo de Gómez, una bolsa de nylon volando por la costanera será una consecuencia de la mera especulación política de blancos, colorados, independientes y cabildantes.
Disparate.
El sindicalista está amenazando a toda la población. Anuncia que hará algo, que tomará acciones. Utiliza el verbo permitir, de habilitar, franquear el paso. ¿Quién se cree que es?
No estamos ante una simple opinión: se trata de un llamado explícito a impedir que un gobierno, elegido democráticamente, pueda desarrollar su programa.
Este tipo de discursos erosiona el marco mínimo de respeto institucional y alimenta una confrontación permanente que nada aporta a la convivencia republicana.
Si las organizaciones sindicales confunden su misión con la de un comité partidario, no solo pierden representatividad, sino que traicionan la confianza de aquellos trabajadores que esperan soluciones a sus problemas concretos, no arengas electorales disfrazadas de protesta.
No hay tal experimento, hay un nuevo gobierno.
Esta vez le tocó perder.
Es la política, Gómez.
Te puede interesar también: